Acogida "muy positiva" de superiores religiosos al documento vaticano sobre la autoridad

Los generales de los jesuitas y de los escolapios comentan la instrucción vaticana sobre el tema

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CIUDAD DEL VATICANO, martes 3 de junio de 2008 (ZENIT.org).- Zenit ha interpelado a dos superiores generales de dos órdenes masculinas (la Compañía de Jesús y los Escolapios), ambas con siglos de vida religiosa, sobre la reciente instrucción vaticana sobre autoridad y obediencia en la vida religiosa. 

Los dos generales, ambos españoles, concuerdan en una valoración muy positiva del documento «El servicio de la autoridad y la obediencia» que acaba de emitir la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.

La instrucción lleva como subtítulo «Faciem tuam, Domine, requiram» (Tu rostro buscaré, Señor) y fue firmada el 11 de mayo por el prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica el cardenal Franc Rodé, C.M.

El superior de los jesuitas

«Mi valoración del documento es muy positiva. Creo que ha sido escrito, elaborado y repetidamente enriquecido con aportaciones cuidadosamente medidas», confiesa de entrada el nuevo general de los jesuitas, el padre Adolfo Nicolás, S.J.

Para el prefecto general de la Compañía de Jesús, este texto «teológica y espiritualmente está centrado en Jesús y su obediencia al Padre. Es un buen punto de partida que encaja fácilmente con la mayoría de los religiosos o religiosas a quienes está dirigido el documento».

Según el sucesor de san Ignacio de Loyola, «el documento no pretende aportar grandes novedades sino simplemente dar expresión a la vivencia de la vida consagrada, haciendo explícita su motivación y sus orientaciones básicas».

El padre Nicolás afirma que «si, en un ejercicio de cooperación fraterna por mejorar el documento, se nos invita a indicar algunos puntos que podrían elaborarse ulteriormente, yo indicaría los siguientes».

«Está bien centrar la reflexión en Jesús y su obediencia al Padre; pero quizás habría que prolongar la reflexión hasta descubrir cómo Jesús mismo es dirigido por el Espíritu desde el principio de su vida pública (como explicita el Evangelio según San Marcos). La larga tradición del discernimiento espiritual, tan central en la obediencia, está largamente fundada en la atención y sensibilidad a las señales del Espíritu en la vida y los corazones de los fieles», advierte.

«El documento subraya, con razón, la importantísima función de las ‘mediaciones’ humanas (instituciones, procesos, personas – a partir del superior e incluyendo la comunidad en que vivimos – ley moral, normas y reglamentos, etc.). Esto está bien y es necesario para una obediencia razonable y realista. Con todo, al movernos con mediaciones humanas, que difícilmente están libres de elementos culturales, ideológicos, preferencias personales y otros factores que influyen en nuestro juicio sobre la verdad y la realidad, habría que puntualizar con más cuidado las reservas, condiciones y parámetros dentro de los cuales esas mediaciones pueden realmente abrirnos el camino a la Voluntad de Dios».

«Todos hemos experimentado alguna vez en nuestra vida que las mediaciones, sin más, no siempre nos han ayudado a encontrarnos con la bondad y justicia de Dios. A veces han podido incluso obstaculizar ese encuentro con Dios», prosigue.

«No podemos olvidar que Jesús, el modelo de nuestra obediencia, trató con bastante aspereza a mediadores y mediaciones que en su tiempo pretendían ser los garantes indiscutibles de la Voluntad de Dios», indica el superior jesuita.

«Yo buscaría en el documento algún rincón donde poder incluir el elemento «sorpresa» que es compañero inseparable, bien que inesperado, de todo discernimiento real y profundo. Si lo que realmente buscamos con toda el alma es la Voluntad de Dios, y Dios es libre para guiar y manifestarse a los que le buscan, hay que dejar una puerta abierta a la sorpresa. La Biblia es un testimonio continuado de cuánto nos cuesta a los humanos el vivir abiertos a la novedad de Dios. Ya esto nos dice algo de las mediaciones y su limitado carácter», sugiere.

«Quisiera indicar, por último, que en los contextos culturales o sociales de algunos países no es raro escuchar el lamento de que ‘el problema de hoy no es la obediencia, sino la autoridad’. Esta es una expresión que requiere clarificaciones, pero que no se puede ignorar y que ofrece amplia consideración a los que tienen como parte de su misión ayudar a otros a buscar la Voluntad de Dios».

Finalmente, «que la obediencia pueda constituir un supremo acto de libertad me parece totalmente acertado y genuino», confiesa el padre Nicolás. «Naturalmente esto no sucede ni mecánica ni automáticamente. Pero que una persona pueda crecer inmensamente en libertad personal saliendo de sí misma para vivir en apertura total al horizonte de Dios y al camino de Jesús, me parece no sólo una realidad evidente sino también una perspectiva humanamente refrescante y tremendamente esperanzadora. Y esto ya indica la purificación radical a la que tenemos que someter nuestros conceptos de obediencia, con especial cuidado al concepto de sentido común con que nos hemos movido tan despreocupadamente».

El superior de los escolapios

Para el padre Jesús María Lecea, general de los religiosos delas Escuelas Pías, la Instrucción «El servicio de la autoridad y la obediencia» es un texto «sugestivo y positivo para reavivar en la vida de los religiosos el sentido evangélico del voto de obediencia como seguimiento de Cristo obediente».

«Por encima de lo disciplinar, el documento pone el significado teológico y pastoral del servicio de la autoridad y el ejercicio del obedecer. Este es aplicable a todos, tanto superiores como compañeros de comunidad», subraya el sucesor de san José de Calasanz.

«Si en los contenidos no es novedoso ya que sigue la doctrina de recientes documentos como ‘Vida fraterna en comunidad’ (1994), ‘Vida Consagrada’ (1996), ‘Caminar desde Cristo’ (2002), sí resulta nuevo en algunos acentos como el servicio de la autoridad por encima del poder, la búsqueda común (superiores y hermanos) de la voluntad de Dios, la dignidad de la persona en la entrega de su libertad, el trato pastoral a dar en momentos de conflicto».

El padre Lecea se fija en que «la ‘autoridad’ del superior viene cimentada en su experiencia obediencial al evangelio y al proyecto de vida de su Congregación».

«Desde la práctica de la obediencia se adquiere autoridad ante los hermanos. Y éstos ven en sus superiores unas mediaciones necesarias para conjuntar voluntades en la búsqueda de la voluntad de Dios para, así, ejercer mejor la misión apostólica y conseguir mejores frutos de la misma», asume el general de la Orden de los Escolapios.

«Importante, finalmente, la aplicación que se hace tanto en el contexto de la vida de comunidad como en el del ejercicio de la misión específica de la Congregación o Instituto. Un texto que preveo dará nuevo impulso a la vida religiosa en algo que les nuclear: «la búsqueda del rostro de Dios» en nuestra historia humana», concluye el padre Lecea.

Por Miriam Díez i Bosch

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ZENIT Staff

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