«Alegría y alivio» ante el nombramiento del nuevo arzobispo de Varsovia

Monseñor Kazimierz Nycz sustituye a monseñor Wielgus, tras su renuncia

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 4 marzo 2007 (ZENIT.org).- «Alegría y alivio». Este es el sentimiento con el que la Iglesia católica en Polonia ha acogido el nombramiento del nuevo arzobispo de Varsovia, según ha recogido «Radio Vaticano».

Benedicto XVI ha nombrado arzobispo de la capital polaca a monseñor Kazimierz Nycz, hasta ahora obispo de Koszalin-Kolobrzeg, según informó este sábado la Oficina de Información de la Santa Sede.

Sustituye a monseñor Stanislaw Wielgus, quien presentó su renuncia al Papa en enero pasado, tras haber admitido que colaboró con los servicios secretos del régimen comunista.

Monseñor Kazimierz Nycz nació el 1 de febrero de 1950 en Stara Wies, diócesis de Bielsko-Zywiec, y fue ordenado el 20 de mayo de 1973 en la archidiócesis de Cracovia, entonces regida por el cardenal Karol Wojtyla.

Doctorado en la Universidad Católica de Lublín, en 1987 fue nombrado vicerrector del Seminario Mayor de Cracovia. En 1988 fue nombrado obispo auxiliar de Cracovia por Juan Pablo II.

El 9 de junio de 2004 el mismo año Papa le nombró obispo de Koszalin-Kolobrzeg. Desde 1999 es presidente de la Comisión de la Conferencia Episcopal para la Educación Católica. Desde diciembre de 2004 es miembro del Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal Polaca.

En una entrevista concedida a «Radio Vaticano» este domingo, monseñor Nycz ha explicado que desde que era obispo de Koszalin, «estaba convencido de que era necesario afrontar todo el pasado, tanto el mío como el de los sacerdotes, el de toda la Iglesia».

«Pues el pasado de la Iglesia polaca es heroico –afirma–. No se puede cancelar esta verdad, aunque en tiempos del terror comunista, del control policial, de la eliminación de hombres realizada por el régimen, hubiera un cierto número de sacerdotes que no lograra estar a la altura del desafío»

«Mi convicción es sencilla: es una lección que tiene que ser superada con serenidad», concluye.

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ZENIT Staff

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