Así comenzó a celebrarse la Semana Santa

Entrevista a Zenit del padre Juan Javier Flores Arcas, osb,

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 6 abril 2006 (ZENIT.org).- ¿Desde cuándo se celebra la Semana Santa? A ésta y otras preguntas responde en esta entrevista el benedictino Juan Javier Flores Arcas, presidente del Instituto Pontificio Litúrgico de Roma.

–La Semana Santa como tal, ¿se celebra desde los inicios del cristianismo?

–P. Flores: El núcleo original más antiguo de la Semana Santa es la Vigilia Pascual de la que tenemos rastros ya en el siglo II de la era cristiana. Fue siempre una noche de vigilia en recuerdo y espera de la resurrección de Jesucristo.

A ello se añadió muy pronto la recepción de los sacramentos de la iniciación cristiana: bautismo, confirmación y eucaristía, por lo que se convirtió a su vez en la gran noche sacramental de la Iglesia.

Posteriormente la Vigilia Pascual se desarrolló extendiéndose en el tiempo y se transformó en el triduo de la pasión, muerte y resurrección del Señor del que ya habla San Agustín como una celebración muy generalizada.

Este triduo añadió a la Vigilia ya existente otros momentos importantes de la celebración, en concreto, la memoria de la Muerte del Señor el Viernes Santo y el Jueves Santo. Este último contemplaba nada menos que tres celebraciones eucarísticas muy diversas.

Según las diversas fuentes de distintas liturgias se celebraba una misa para reconciliar a los pecadores, una misa crismal y la misa que recuerda la institución de la Eucaristía en la tarde.

En la liturgia actual, el Triduo Pascual empieza en la tarde del Jueves Santo con la Misa de la Cena del Señor y se une al primer día del triduo que es, en sí, el Viernes Santo de la Pasión del Señor. El segundo día es el Sábado Santo de la sepultura del Señor, un día de silencio, ayuno y espera. No hay Eucaristía este día en señal de espera.

La Iglesia se detiene ante el Sepulcro del Señor crucificado y espera su Resurrección. Con la Vigilia Pascual, en la noche del Sábado Santo, comienza el tercer día del triduo pascual: el Domingo de la Resurrección del Señor.

–¿Por qué se dice que la noche de Pascua es el día más importante del año?

–P. Flores: El domingo de Resurrección es el día más importante del año litúrgico. Su centro es precisamente la Vigilia Pascual, en la noche del Sábado Santo al domingo de Resurrección, pero pertenece íntegramente al domingo.

Es la celebración más importante del año, centro de todo el ciclo litúrgico. Es la gran noche sacramental de la Iglesia.

Lo fue durante siglos y gracias a la reforma litúrgica promovida por el concilio Vaticano II lo ha vuelto a ser. Los cristianos renuevan sus promesas bautismales mientras contemplan cómo nuevos cristianos se incorporan a sus filas. Constituye el origen de toda celebración litúrgica y en ella culminan todas.

Por ello, la importancia que se dio durante los últimos siglos al Jueves Santo ha sido transferida ahora a la Vigilia Pascual con la reciente renovación de los libros litúrgicos, lo que se traduce también en el modo de celebrar.

–La misa crismal, ¿debe tener lugar en el Jueves Santo o puede variar?

–P. Flores: La misa crismal es antiquísima en toda la Iglesia. En ella, el obispo consagra los tres oleos que se necesitan para la administración de los sacramentos: el santo crisma, el óleo de los catecúmenos y el óleo de los enfermos. Las fuentes litúrgicas nos hablan de su importancia y antigüedad.

En Roma adquiría una especial importancia y estaba llena de simbología. Hoy cada obispo en su iglesia catedral bendice y consagra los tres tipos de óleos en el Jueves Santo por la mañana –lugar y momento tradicionales en la liturgia romana ya desde el siglo V-VI– o bien en algún otro día cercano, según conveniencia pastoral.

En la liturgia que sigue al Concilio Vaticano II se añadió en esta misa crismal un rito significativo: la renovación de las promesas sacerdotales. Sin embargo, es muy importante que el centro de la celebración sea precisamente la consagración de los tres óleos que sirven para la administración de los sacramentos y no la renovación da las promesas sacerdotales.

–¿Cómo surge la adoración de la cruz en el Viernes Santo?

–P. Flores: La adoración de la Cruz era un rito peculiar de la Iglesia de Jerusalén, puesto que contaba entre sus reliquias más preciosas la cruz en la que Cristo fue crucificado. El Viernes Santo tenía lugar una ceremonia muy popular y sentida: la adoración de la Cruz. Los relatos del siglo IV con conmovedores. San Cirilo de Jerusalén nos los narra con profusión de detalles.

En un cierto momento, este rito pasa a Roma que, por su parte, celebraba la Pasión del Señor con la lectura de la Pasión, según San Juan y las conocidas oraciones solemnes del Viernes Santo.

A ello se añade entonces la adoración de la Cruz, que se ha mantenido hasta hoy, pero no es el rito más importante del Viernes Santo. La acción litúrgica sigue centrada en la Liturgia de la Palabra, cuyo momento culminante es la lectura de la Pasión del Señor, relato, memorial y actualización de la redención con el que adquiere la celebración toda su fuerza.

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ZENIT Staff

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