Benedicto XVI aboga por una «teología de rodillas»

«No puede ser sólo una reflexión humana sobre Dios»

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VIENA, lunes, 10 septiembre 2007 (ZENIT.org).- La teología auténtica se hace «de rodillas», con fe, explicó Benedicto XVI en uno de los últimos actos públicos que vivió este fin de semana en Austria.

En la tarde de este domingo, visitó la abadía cisterciense de Heiligenkreuz, situada a unos treinta kilómetros de Viena, y sede de una Academia Teológica que desde el mes de febrero lleva el nombre de Benedicto XVI.

Unas 15 mil personas esperaban entre el exterior y el interior del gran claustro la llegada del Papa, quien tras haber saludado a los presentes, pasó entre los muros desnudos del templo que se remonta al siglo XII, acompañado por el canto de los monjes.

La teología cristiana, explicó, «no puede ser sólo una reflexión humana sobre Dios, sino que tiene en cuenta siempre, al mismo tiempo, el “Logos” y la lógica con la que Dios se revela».

«Por este motivo, la intelectualidad científica y la devoción vivida son dos elementos propios del estudio que, según una complementariedad irrenunciable, dependen mutuamente».

Recordando al padre del Císter, san Bernardo de Claraval (1090-1153), explicó que luchó en su época «contra una racionalidad» desapegada de «la espiritualidad eclesial».

«Nuestra situación hoy, si bien es diferente, tiene sin embargo notables semejanzas –reconoció–. Con la obsesión de obtener el reconocimiento de riguroso carácter científico en el sentido moderno, la teología puede perder su dimensión de fe».

«Una teología que deja de respirar la atmósfera de la fe deja de ser teología; acaba reduciéndose a una serie de disciplinas más o menos ligadas entre sí», denunció el Papa teólogo.

«Donde, por el contrario, se practica una “teología de rodillas”, como decía Hans Urs von Balthasar, no faltará fecundidad para la Iglesia», aseguró.

El obispo de Roma promovió en el monasterio una vida de seguimiento de Cristo que involucre a toda la personalidad del creyente.

«Donde se descuida la dimensión intelectual, nace demasiado fácilmente una forma pía de infatuación, nutrida exclusivamente de emociones y estados de ánimo que no pueden mantenerse en pie durante toda una vida».

«Y si se descuida la dimensión espiritual se crea un racionalismo rarefacto que, sobre la base de su frialdad y su distancia, no desemboca nunca en una entrega entusiasta de sí mismo a Dios».

«No se puede cimentar una vida al seguimiento de Cristo sobre estos criterios unilaterales. Cuando se vive a medias, uno se queda personalmente insatisfecho y, por tanto, quizá espiritualmente estéril», dijo a los monjes.

Antes de dejar la abadía Benedicto XVI pudo saludar a un anciano monje que logró sobrevivir a la persecución nazi.

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ZENIT Staff

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