Benedicto XVI presenta a los jóvenes y enfermos el ejemplo de san Francisco Caracciolo

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CIUDAD DEL VATICANO, 4 de junio de 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI presentó este miércoles el ejemplo de san Francisco Caracciolo, en particular a los jóvenes, enfermos, y recién casados.

En el día en el que se celebraba la memoria litúrgica del santo, el Papa deseó al final de la audiencia a los jóvenes que «su testimonio evangélico heroico os sirva de apoyo en el compromiso de cotidiana fidelidad a Cristo».

Dirigiéndose a los enfermos, deseó que su ejemplo les aliente a «seguir con paciencia al Señor en el camino de la prueba y del sufrimiento».

Por último, se dirigió a los recién casados, algunos de ellos con trajes de bodas en la plaza de San Pedro, para alentarles, siguiendo la enseñanza del santo, «a hacer de vuestra familia un cenáculo de oración y de caridad fraterna».

En la audiencia participaban miembros de la Orden de los Clérigos Regulares Menores, fundada por Francisco Caracciolo (1563-1608), quien es en este día celebraban la clausura del centenario de la muerte de su fundador. Antes habían participado en la celebración eucarística presidida por el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado, en la Basílica Vaticana.

«Para servir bien al prójimo hay que liberarse de todo», explicó el secretario de Estado, subrayando la actualidad del carisma del santo sacerdote.

Los clérigos, unos cien miembros, se encuentran esparcidos en Italia, Alemania, Estados Unidos, República Democrática del Congo, Kenia, la India y Filipinas.

Ascanio (era su nombre de pila) Caracciolo era un militar cuando una enfermedad, diagnosticada por los médicos como lepra, cambió el curso de su vida; por el peligro de contagio quedó aislado. Curado inesperadamente decidió dedicar su vida a Dios y a los enfermos.

Junto a otros tres compañeros fundó la Orden de los Clérigos Menores, cuyos miembros, profesan cuatro votos: además de los ordinarios de pobreza, castidad y obediencia, se comprometen a renunciar a las dignidades eclesiásticas. Con la profesión asumió el nombre de Francisco.

Murió a los 44 años en Nápoles el 4 de junio de 1608. El papa Pío VII lo canonizó en 1807.

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ZENIT Staff

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