Bielorrusia cicatrizará heridas con el diálogo entre ortodoxos y católicos

Visita del cardenal Bertone al país

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MINSK, viernes, 20 junio 2008 (ZENIT.org).- De visita a Bielorrusia, el cardenal Tarcisio Bertone ha presentado el diálogo ecuménico como el camino para resolver conflictos históricos que han marcado la historia pasada y reciente de ese país.

El secretario de Estado, que visita oficialmente la nación desde el pasado miércoles, se reunió en la mañana de este viernes con el episcopado bielorruso y con el jefe de Estado, Aleksandr Lukashenko.

Según informa «Radio Vaticano»,  en su encuentro con el episcopado católico, en este país de algo menos de diez millones de habitantes, de mayoría ortodoxa, reconoció las dificultades que experimenta hoy la Iglesia católica, tras las décadas de comunismo, a causa del exiguo número de sacerdotes, diáconos y otros colaboradores pastorales.

Asimismo, el cardenal, que es la mano derecha del Papa en la guía de la Santa Sede, subrayó la importancia de las relaciones con los ortodoxos y pidió dejar a un lado los prejuicios.

«El diálogo ecuménico –afirmó–, es el instrumento más adapto para entablar  un intercambio fraterno dirigido a resolver el contencioso con espíritu de justicia, caridad y perdón».

Las relaciones ecuménicas no han sido fáciles en estas tierras desde el resurgimiento de las comunidades católicas con el derrumbe de la Unión Soviética: no sólo habían sido perseguidas sino que además carecían de personalidad jurídica.

De hecho, reconoció el cardenal, «la situación se complica aún más por el hecho de que estáis esperando la restitución de los bienes eclesiásticos confiscados por la legislación soviética, en particular por lo que respecta a las iglesias y lugares de culto».

Algunos de estos bienes fueron entregados a comunidades ortodoxas de manera que su devolución provoca ahora la oposición entre éstas.

Este jueves, en la tarde, el cardenal tuvo un encuentro con la comunidad greco-católica del país, que mantiene la liturgia oriental, como los ortodoxos, pero profesa una fidelidad a Roma que le valió en ocasiones la persecución y la muerte.

«La unidad de los distintos ritos –destacó el cardenal italiano– es una gran riqueza para la Iglesia católica; la comunión eclesial es un tesoro que debemos conservar celosamente defendiéndola de cualquier riesgo o peligro».

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ZENIT Staff

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