Claves de la crisis en los Grandes Lagos africanos y del genocidio en Ruanda

Entrevista al experto italiano Rodolfo Casadei

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ROMA, miércoles, 7 abril 2004 (ZENIT.org).- El pasado 28 de marzo, después de rezar el (Ángelus), Juan Pablo II pidió que no se repitan tragedias como la que hace justamente diez años ensangrentó Ruanda y exhortó a los líderes religiosos y civiles, y a los miembros de la comunidad internacional «comprometidos generosamente para llevar la paz en la amada Región de los Grandes Lagos» a construir la civilización del amor.

Un millón de personas perdieron la vida durante el genocidio que durante 100 días asoló Ruanda (Cf. Zenit, 6 abril 2004). Fue el 6 de abril de 2004 cuando un misil tierra-aire derribó del cielo de Kigali el avión en el que viajaban el presidente de Ruanda, Juvénal Habyarimana, de etnia hutu, y el de Burundi, Cyprien Ntaryamira, dando inicio a una serie de masacres sin precedentes.

Rodolfo Casadei, periodista experto en cuestiones de África para el diario católico «Avvenire», ha accedido a compartir con ZENIT las claves de lectura de aquella catástrofe y de la convulsión que no parece abandonar la región de los Grandes Lagos.

–El Santo Padre invocó a María por la Paz en Ruanda y en la región de los Grandes Lagos. Usted conoce bien la situación en esas zonas y ha escrito un libro al respecto. ¿Podría aportar su parecer y explicar las causas de los problemas tanto en Ruanda como en la región de los Grandes Lagos?

–Rodolfo Casadei: Los Grandes Lagos africanos son una región en la que se entrelaza un verdadero sistema de conflictos diferentes entre sí por naturaleza: conflictos fundados en la politización de la identidad étnica, en la oposición entre ganaderos y campesinos, entre élites urbanas y agrarias por el poder territorial y finalmente de nivel internacional por el reparto de los restos del Congo (ex Zaire).

Mucho se ha debatido y escrito sobre la naturaleza de las identidades hutu y tutsi y sobre el papel que el colonialismo belga tuvo en su determinación, pero lo que cuenta verdaderamente es que la lucha por el poder en Ruanda y en Burundi se desarrolla en torno a estas dos categorías, incluso cuando son negadas o encubiertas.

La memoria histórica, manipulada por intenciones opuestas, interpreta la historia de Ruanda y Burundi como la de dos países donde los tutsis han ejercido el dominio absoluto sobre los hutus a través de una monarquía feudal. Los grupos que practican la lucha armada afirman que ésta es la situación que prevalece hoy.

Los conflictos territoriales se refieren sobre todo a la región congoleña de Kivu, en el margen izquierdo de los Grandes Lagos; mientras que el saqueo de los recursos del Congo por parte de élites político-militares de países vecinos (no olvidemos que en suelo congoleño se han enfrentado tropas de Ruanda, Burundi, Uganda, Namibia, Angola y Zimbabwe) o de milicias locales se explican con el colapso de las instituciones estatales, que tuvo lugar durante la presidencia de Mobutu (1965-1997) y fue una de las causas que desencadenaron la guerra en ese país.

–Ruanda es un país que no ha conocido el esclavismo y donde los cristianos están en amplia mayoría. ¿Por qué tanta violencia y tantas víctimas? ¿Cuáles son las verdaderas causas de estas masacres?

–Rodolfo Casadei: El genocidio fue preparado desde el gobierno del presidente Habyarimana en los tres años y medio que van desde el ataque de los guerrilleros del «Frente Patriótico Ruandés» (FPR) –octubre de 1990— al derribo del avión presidencial –abril 1994–. La oposición interna había obligado al presidente a conceder el multipartidismo y a convocar elecciones, cuando el FPR, compuesto principalmente por prófugos tutsis de los años sesenta, atacó el territorio ruandés.

Para el presidente ésta fue la gran ocasión para recuperar consenso: su partido comenzó a señalar en la minoría tutsi (14% de la población) al cómplice colectivo de la agresión que el FPR había llevado al país. Los extremistas hutus, dentro del partido del presidente y en formaciones menores, comenzaron a sembrar la idea de que, para impedir a los tutsis volver al poder que habían ejercido cuando Ruanda era una monarquía, era necesario «aplastar a los escarabajos», esto es los tutsis en su conjunto. Mientras se llevaba a cabo una propaganda capilar en el territorio, y a través de las radios privadas, se organizaban las milicias y las secciones del ejército que, en el momento más oportuno, habrían cometido las masacres.

Tras la muerte violenta, nunca esclarecida, del presidente Habyarimana, el proyecto pasó de la preparación a los hechos. El fanatismo, la convicción de que el FPR habría masacrado a todos los hutus si hubiera tomado el poder, la intimidación y las amenazas de muerte contra el que se negaba a participar en la masacres hicieron que decenas de miles de personas tomara parte en la destrucción. Muchas de ellas, sin embargo, no lo olvidemos, lo rechazaron con riesgo de su vida. Muchos hutus fueron asesinados porque se negaron a matar a sus vecinos tutsis; muchos tutsis se salvaron gracias a la valiente acción de hutus que les escondieron en los días del genocidio.

–Desde su punto de vista, ¿de qué forma evolucionará la situación?

–Rodolfo Casadei: Es difícil hacer previsiones. El régimen de Habyarimana se prolongó 17 años antes de entrar en crisis. El actual gobierno refleja un predominio tutsi que plantea problemas. Nadie cree en la veracidad de los resultados de las elecciones presidenciales, que arrojaron la victoria de Paul Kagamé con el 95% de los votos. Aunque algunos grupos combatientes hutus han depuesto las armas, en la selva del Congo hay todavía formaciones listas a reanudar la guerrilla para poner en crisis al gobierno actual. Éste condena el «divisionismo» de quien hace referencia a la etnia en política, pero no es capaz de demostrar que tiene las manos limpias en materia de favoritismo étnico.

–¿Qué papel ha tenido la Santa Sede?

–Rodolfo Casadei: El Papa desde el principio condenó la violencia en Ruanda y al perpetrarse el genocidio invocó justicia y perdón como los dos fundamentos para construir la reconciliación. Cuando se supo que en las masacres también estaban involucrados miembros del clero y del laicado, el Papa invitó a todos los culpables a entregarse y a confesar sus culpas. Pero no hay que olvidar que los cristianos que dieron testimonio de amor hacia el prójimo hasta el sacrificio heroico, que por lo tanto arriesgaron o perdieron la vida por salvar a los tutsis amenazados de muerte, fueron mucho más numerosos que los cristianos que se dejaron llevar de la violencia. La Iglesia siempre ha aclarado que las responsabilidades, tanto en lo relativo a actos culpables como a actos heroicos, son personales, y no pueden extenderse a la institución eclesiástica en cuanto tal. No todos aceptan este juicio: algunos, por intereses políticos, tienden a acusar a la Iglesia en cuanto tal por los errores o los delitos de individuos.

–La región de los Grandes Lagos es la menos sensible a la influencia del Islam. ¿Podría ser también éste un motivo de desestabilización?

–Rodolfo Casadei: Las causas de los conflictos en la región de los Grandes Lagos son internas. De los países musulmanes, el que más ha intentado interferir en los sucesos de la región ha sido en el pasado Libia, pero con poco éxito. Existen pequeñas comunidades musulmanas que no están políticamente radicalizadas, salvo en algunos grupos con sede en Uganda.

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ZENIT Staff

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