El Papa beatificará el domingo a un joven que se encontró con Cristo en la Trapa

El sacerdote de 25 años, Joseph-Marie Cassant

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CIUDAD DEL VATICANO, martes, 28 septiembre 2004 (ZENIT.org).- Un testimonio para los jóvenes que buscan un sentido a la propia vida ofrecerá Juan Pablo II al proponer a la Iglesia universal la figura de Joseph-Marie Cassant (1878-1903), sacerdote y monje trapense francés de 25 años a quien beatificará el próximo domingo en la Plaza de San Pedro (en el Vaticano).

Un «encuentro impresionante con Jesús» marcó decisivamente la vida del futuro beato, según se desprende de la biografía difundida por la Santa Sede.

Joseph-Marie Cassant fue el segundo hijo de una familia de agricultores de Casseneuil, en el Lot-et-Garonne (diócesis de Agen, Francia), donde nació el 6 de marzo de 1878. Estudió en el internado de los hermanos de San Juan Bautista de la Salle de Casseneuil.

Poco a poco, creció en él el deseo profundo de ser sacerdote, así que su párroco le ayudó en sus estudios, pero la falta de memoria del joven –un problema que había experimentado ya en el internado– se convirtió en un obstáculo para su ingreso en el seminario menor. Mientras tanto, el adolescente fue introduciéndose en el silencio, el recogimiento y la oración

El párroco sugirió a Joseph-Marie que se dirigiera a la Trapa, y él aceptó sin dudarlo. Entró en la abadía cisterciense de Santa María del Desierto (diócesis de Toulouse) el 5 de diciembre de 1894 con 16 años.

El maestro de novicios, el padre André Mallet, «sabía captar las necesidades de las almas y responder a ellas con humanidad» –apunta la Santa Sede en su biografía–. «¡Confía! Yo te ayudaré a amar a Jesús», le dijo al recién llegado.

Contemplando frecuentemente a Jesús en su pasión y en la cruz, el joven monje se impregnó del amor a Cristo. El «camino del Corazón de Jesús», que le enseñó el padre Mallet, era una llamada incesante a vivir el instante presente con paciencia, esperanza y amor.

Consciente de sus carencias, el hermano Joseph-Marie se fió cada vez más de Jesús, «que es su fuerza». Quería entregarse totalmente a Cristo. «Todo por Jesús, todo por María» era su lema. Fue admitido a pronunciar sus votos definitivos el 24 de mayo del 1900, en la fiesta de la Ascensión.

Entonces comenzó su preparación al sacerdocio, algo que el futuro beato deseaba sobre todo en función de la Eucaristía. «Ésta es para él la realidad presente y viviente de Jesús: el Salvador entregado totalmente a los hombres, cuyo corazón traspasado en la cruz acoge con ternura a los que acuden a Él con confianza», prosigue el relato de su vida.

En todas las contradicciones el hermano Joseph-Marie se apoyaba en Cristo presente en la Eucaristía, «la única felicidad en la tierra», y confiaba su sufrimiento al padre Mallet, quien le reconfortaba. Tras aprobar los exámenes correspondientes, el joven monje recibió la ordenación sacerdotal el 12 de octubre de 1902.

Enseguida se le diagnosticó tuberculosis en estado avanzado. A pesar de su estancia de siete semanas con su familia, a petición del abad, sus fuerzas caían cada vez más. A su regreso al monasterio, fue enviado a la enfermería, donde tuvo una nueva ocasión de ofrecer por Cristo y la Iglesia sus sufrimientos físicos –cada vez más intolerables–, agravados por las negligencias de su enfermero.

Más que nunca, el padre Mallet le escuchaba, aconsejaba y sostenía. El padre Joseph-Marie dijo: «Cuando no pueda celebrar más la Misa, Jesús podrá retirarme de este mundo». El 17 de junio de 1903, después de comulgar, falleció.

El 9 de junio de 1984, el Santo Padre reconoció la heroicidad de sus virtudes. El 7 de julio de 2003 el reconocimiento de un milagro atribuido a su intercesión abrió las puertas a la beatificación del joven trapense.

La actualidad de Joseph-Marie Cassant

«A veces se ha subrayado la banalidad de esta corta existencia: dieciséis años discretos pasados en Casseneuil y nueve años en la clausura de un monasterio, haciendo cosas sencillas: oración, estudios, trabajo», reconoce la Santa Sede.

«Cosas simples, sí, pero [el padre Joseph-Marie] supo vivirlas de forma extraordinaria; pequeñas acciones, pero realizadas con una generosidad sin límites –añade–. Cristo puso en su espíritu, limpio como agua de manantial, la convicción de que sólo Dios es la suprema felicidad, que su Reino es semejante a un tesoro escondido y a una perla preciosa».

De hecho, «el mensaje del padre Joseph-Marie es muy actual: en un mundo de desconfianza, a menudo víctima de la desesperación, pero sediento de amor y de ternura, su vida puede ser una respuesta, sobre todo para los jóvenes que buscan un sentido a la propia vida».

Y es que «Joseph-Marie fue un adolescente sin relieve ni valor a los ojos de los hombres», pero «debe el acierto de su vida al encuentro impresionante con Jesús. Supo seguirle en una comunidad de hermanos, con el apoyo de un padre espiritual que fue al mismo tiempo testimonio de Cristo y capaz de acoger y comprender».

«Él es para los pequeños y humildes un magnífico modelo. Les enseña cómo vivir, día tras día, para Cristo, con amor, energía y fidelidad, aceptando ser ayudados por un hermano o una hermana experimentados, capaces de conducirlos tras las huellas de Jesús», concluye la Santa Sede.

[En una entrevista concedida a Zenit, que se publica este martes, el abad de Santa María del Desierto recuerda la figura del padre Joseph-Marie Cassant ]

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ZENIT Staff

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