El Papa reclama una “sana laicidad” que valore tradición cultural y religiosa

En su discurso al nuevo embajador de San Marino

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves 13 de noviembre de 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI abogó este jueves por el establecimiento en Europa de una «laicidad sana», basada en la «colaboración mutua, cada una con su ámbito específico, en respeto recíproco y diálogo constante», durante su discurso al nuevo embajador de la República de San Marino, Sante Canducci.

«Sólo en estas condiciones de laicidad sana e puede construir una sociedad en la que convivan pacíficamente tradiciones, culturas y religiones diversas, afirmó el Papa.

Advirtió también que «separar totalmente la vida pública de todo valor de las tradiciones, significaría meterse en un camino cerrado y sin salida».

El obispo de Roma explicó que esta pequeña república enclavada en territorio italiano puede, «mediante la valoración de su heredad greco-romana enriquecida por su encuentro con el cristianismo» ayudar a convertir a Europa «en tierra de diálogo y ‘casa común’ de naciones con sus peculiaridades específicas y religiosas».

Por otro lado, añadió, la «sana laicidad» comporta que «cada realidad temporal se rija por sus propias normas, las cuales sin embargo no deben olvidar las instancias éticas fundamentales, cuyo fundamento reside en la propia naturaleza del hombre».

«Cuando la Iglesia católica, a través de sus legítimos pastores, apela al valor que estos principios éticos fundamentales, enraizados en la heredad cristiana de Europa, tienen en la vida privada y aún más en la pública, se mueve únicamente por el deseo de garantizar y promover la dignidad inviolable de la persona y el auténtico bien de la sociedad».

Benedicto XVI expresó su simpatía por este pequeño estado europeo, que según la tradición fue fundado alrededor del monte Titano, en el año 301 d.C., por Marinus, un cantero cristiano huido de las persecuciones de Diocleciano.

El pontífice alabó la riqueza de «las tradiciones culturales y religiosas» que San Marino ha sabido mantener a lo largo del tiempo, así como su tradicional defensa de la familia.

«Cada nación e institución , grande o pequeña, está llamada a cooperar activamente en la construcción de una comunidad internacional apoyada en valores humanos y espirituales compartidos», tarea a la que San Marino «también debe contribuir», añadió.

La Serenísima República de San Marino, miembro de la ONU, es la república más pequeña y antigua de Europa. Cuenta con algo menos de 30 mil habitantes, en gran mayoría católicos.

Por Inma Álvarez

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ZENIT Staff

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