El pueblo es la fuerza y la riqueza de Ucrania

El sacerdote ucraniano don Oleksandr Khalayim cuenta a AIN la dramática situación que ha encontrado en su país

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«He celebrado muchos funerales, pero no los había visto así. Ríos de flores, multitudes inmensas de personas y el pésame de toda una nación». Al volver de Ucrania, don Oleksandr Khalayim describe a Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) la dramática situación en la que ha encontrado su país.

El momento más trágico fue la noche entre el 20 y el 21 de febrero, cuando murieron más de cien manifestantes. «En los días siguientes -cuenta el sacerdote ucraniano que desde hace años colabora con AIN llevando el testimonio de la iglesia que sufre en las parroquias italianas- no he visto más que dolor. Se estaba constituyendo el nuevo gobierno, se inauguraba una nueva fase pero nadie sentía haber ganado».

Don Oleksandr cuenta la historia de un chico de su ciudad -un pequeño lugar cerca de Hodorok- que fue asesinado al intentar salvar la vida de su novia. Los nombres y las fotografías de las víctimas han sido publicadas en Internet bajo el nombre de «НЕБЕСНА СОТНЯ» [cientos en el cielo], pero probablemente la lista está destinada a crecer porque los desaparecidos son más de 200. «Muchos dicen que el movimiento de la plaza Maidan está compuesto por nacionalistas y nazis. En realidad se trata de chicos que han crecido con la idea de una Ucrania independiente, que buscan cambiar su país sin recurrir a las armas. Porque había corrupción en todas partes, todo tenía un precio y la gente estaba realmente cansada».

Don Oleksandr estuvo también en Kiev en el lugar símbolo de las protestas, plaza Maida, y explica cómo las distintas Iglesias del país, al inicio cautas, han comprendido pronto la importancia de enviar sacerdotes entre los manifestantes. En la plaza se instaló una carpa grande donde se celebraban las distintas liturgias las 24 horas. «Lo que ha sucedido ha servido para sanar las diferencias entre las distintas confesiones cristianas -explica- ahora los fieles rezan unidos y las Iglesias ortodoxas de Ucrania han expresado el deseo de unirse juntas». A los manifestantes nunca les ha faltado el apoyo espiritual. «Bastaba caminar entre la multitud con el hábito talar para que alguno pidiera confesarse o simplemente hablar. Mis amigos sacerdotes y yo no parábamos un minuto de llorar: hemos escuchado historias conmovedoras, de hombres exhaustos que comenzaron a luchar en el 2004, durante la revolución naranja, y habían perdido toda esperanza».  

Sobre el referéndum del próximo domingo para la separación de Crimea, el pensamiento de don Oleksandr va a los ocho sacerdotes que trabajan en la península de contención. «No ha sido posible enviarles nada, ni siquiera medicinas. Por la calle se encuentran muchísimos controles y los vuelos de Kiev a Simferópol o Sebastopol han sido cancelados. Solo se puede llegar a las dos ciudades desde Moscú». Además, la comunidad local musulmana, los tártaros, amenazan con iniciar una guerra santa si Crimea se hace rusa.

En caso de conflicto los pocos recursos del ejército ucraniano no podrían hacer frente al ruso. «Solos no podemos, necesitamos apoyo de la comunidad internacional».

A pesar del delicadísimo momento, don Oleksandr no pierde la confianza en el futuro. «Lo que ha sucedido ha unido a nuestro pueblo y he visto en mis connacionales un gran sentido de responsabilidad en lo relacionado con nuestro país. Ahora le toca a la nueva clase política evitar apagar la esperanza. Porque también si somos débiles económica y políticamente, somos ricos gracias a la fuerza de voluntad de los ciudadnos y de los muchos jóvenes que han salido a las calles».

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ZENIT Staff

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