El «Viernes Santo de Bratislava», un grito de libertad

Los obispos eslovacos recuerdan los sucesos de hace quince años

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BRATISLAVA, 26 marzo 2003 (ZENIT.org).- El martes, la Iglesia católica en Eslovaquia recordó el día en la que numerosas personas se echaron a las calles a favor de la libertad religiosa. Para los eslovacos, el 25 de marzo de 1988 fue el «Viernes Santo de Bratislava».

Con ocasión del aniversario, el episcopado eslovaco difundió un mensaje en el que se refirió a los esfuerzos del régimen comunista de Checoslovaquia para que la sociedad fuera completamente atea, según recoge Radio Vaticana .

La libertad religiosa estaba garantizada entonces por la Constitución y por las leyes, era apreciada por los medios de comunicación, se enseñaba en los colegios y era afirmada por los sindicatos y por las asociaciones sociales.

Sin embargo, la realidad era bien distinta y cada cristiano constataba la dura batalla que se libraba contra el cristianismo.

«A finales de 1987 –relataron los obispos–, algunos cristianos comenzaron a recoger firmas a favor de la libertad religiosa y en pocos meses se decidió organizar una manifestación pacífica: el régimen sería enfrentado con la fuerza de la oración».

Las autoridades no permitieron la manifestación y adoptaron una serie de medidas orientadas a mantener a los trabajadores en sus puestos, a la gente del campo lejos de la capital y a los estudiantes controlados.

Las fuerzas del orden ocuparon la ciudad. Pero a pesar de estas actuaciones, acudió un gran número de personas. La policía intervino con dureza para dispersar a los manifestantes y hubo muchos heridos y detenidos.

Los obispos de Eslovaquia subrayaron el deseo de libertad que protagonizó aquella jornada: «El creyente cristiano encuentra la fuente de la propia dignidad en Dios, y el signo principal de la dignidad humana es la libertad».

«Quien tiene sus raíces en Dios –escribieron–, no puede ser manipulado. Estas personas son incómodas para aquel que tenga intenciones totalitarias».

«Debemos darnos cuenta de que la verdadera libertad humana tiene sus raíces en Dios. Que nos abracemos a Él para que sea Él mismo quien guíe y proteja nuestra dignidad humana», exhortaron.

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ZENIT Staff

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