Evangelizar hoy exige redescubrir la belleza; según Ivan Rupnik

Autor de la Capilla «Redemptoris Mater» de Juan Pablo II

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MADRID, 5 diciembre 2002 (ZENIT.org).- Para anunciar a Cristo y su mensaje los cristianos deben ser capaces de presentar de nuevo la belleza en su plenitud, afirma uno de los mayores artistas contemporáneos, autor de la capilla «Redemptoris Matter», el oratorio privado de Juan Pablo II.

El padre Marko Iván Rupnik, s.j., artista, teólogo, poeta…, presentó esta obra el pasado 2 de diciembre en la Universidad San Pablo-CEU de Madrid, al publicarse la edición española del libro «La Capilla “Redemptoris Mater” del Papa Juan Pablo II», a cargo de Pablo Cervera, director de Pastoral de la Fundación Universitaria San Pablo-CEU, y editada por Monte Carmelo (Burgos 2002).

El acto fue presidido por el Cardenal Arzobispo de Madrid D. Antonio Mª Rouco Varela, y contó con la presencia del propio mismo padre Rupnik, director del Taller de Arte del Centro Aletti (Roma), quien ofreció una brillante presentación audiovisual de dicha capilla.

La Capilla, lugar de celebración litúrgica, consta de cuatro paredes, una bóveda y un impresionante mobiliario (baptisterio/pila de agua bendita, cátedra papal, ambón central y altar) obra de un broncista checo, Otmar Oliva, que recoge en sus esculturas las angustias y anhelos del hombre del siglo XX.

Una obra de arte en piedra y esmalte, materia dura, de la que emerge energía, vida, dinamismo, vitalidad no desordenada o instintiva sino ritmada, orientada, con sentido, «sonora». Orientada hacia la convergencia de las personas, del cielo y de la tierra, en un encuentro que se transforma en espacio de amor, de comunión. Y todo converge en Cristo, cada pared, cada figura, cada rostro (excepto el pecador obstinado).

Así lo explica el mismo padre Rupnik en esta entrevista realizada por Pablo Cervera.

–Usted es sacerdote jesuita, artista, poeta, teólogo, profesor… ¿Qué unifica estas dimensiones aparentemente poco conciliables?

–Padre Rupnik: Mi persona misma. Nací en los Alpes eslovenos y recuerdo que de pequeño iba detrás de mi padre que, apenas fundía la nieve, iba a recoger piedras para preparar la tierra fértil. Recuerdo que hacía un signo de la cruz sobre el campo antes del trabajo. Sus manos tocaban las piedras y la tierra con una sacralidad litúrgica. Vi que tomaba el vino y el pan para la merienda con la misma liturgia. Y cuando por la tarde dejaba el campo la tierra había cambiado su forma. Entonces entendí la oración que aprendí para la primera comunión: «Manda tu Espíritu y renueva la faz de la tierra». Creo que aquí está el principio de mi vocación sacerdotal y artística y también el principio de la unidad.

Nunca me he sentido dividido. Tengo una clara percepción unitaria de mí mismo. Soy sacerdote y teólogo, en un modo, precisamente porque soy artista, y soy un artista en un determinado modo, precisamente porque soy teólogo.

–Como sacerdote y artista, ¿qué lugar ocupa en la misión de la Iglesia la belleza, las artes plásticas?

–Padre Rupnik: El arte contemporáneo se ha rebelado ciertamente contra una noción romántica, idealista de la belleza. Hoy un pintor contemporáneo se ofendería si uno dijera que su obra es bella. Al mismo tiempo el arte contemporáneo está promoviendo, poco a poco, una visión renovada de la belleza. Con fatiga y a través de muchas trampas. Una de éstas es el psicologismo estético: bello es lo que me hace estar bien en mis sentidos. Pavel Florensky dice que la verdad revelada es el amor y el amor realizado es la belleza. La belleza es, pues, el mundo de la comunión donde las realidades se reclaman recíprocamente y mediante una se abre la otra. Pero la comunión se realiza mediante el sacrificio. El verdadero sacrificio sólo es posible como un acto de renuncia libre a causa de un amor fuerte. Esto es la Pascua. La Pascua es el amor de Dios vivido en la historia y esto es un drama. La belleza verdadera no es cosmética ni romanticismo ni idealismo, sino un drama de la unificación del mundo. El principio de la belleza es, pues, la atracción, la fascinación, no la demostración, no una argumentación aplastante. Para la evangelización del mundo contemporáneo me parece muy importante el principio estético de la Iglesia, es decir, la vida de la Iglesia como la fascinación que atrae, que conmueve a causa del estilo de la vida. Esto crea en torno a la Iglesia una sana simpatía y no temores, miedos y conflictos. Así se afirma el principio de la libre adhesión.

–¿Cómo surgió la idea de realizar la capilla «Redemptoris Mater»? ¿De quién fue la iniciativa?

–Padre Rupnik: Ciertamente han sido un episodio importante los ejercicios espirituales que dio el padre Tomas Spidlik al santo Padre y a la Curia romana en 1995, que es mi maestro y con el que vivo en el Centro Aletti. Él es un grandísimo teólogo espiritual y ciertamente el Papa podía ver un fecundo encuentro entre el Oriente y el Occidente. No un estudio teórico de comparaciones, no una idealización del Oriente, etc., sino un saber sacar de los tesoros espirituales de Oriente y de Occidente para poder vivir hoy mejor la fe, es decir, la vida con Cristo. Una vida nueva como redimidos en un mundo como lo encontramos. La iniciativa fue directamente del Santo Padre y fue una voluntad neta suya de renovar la Capilla «Redemptoris Mater» con un arte capaz de hacer aparecer estos tesoros de la Europa cristiana de Oriente y del Occidente, los «dos pulmones» de que hablaba Ivanov, autor de mi tesis, expresión que el Papa ha usado tan frecuentemente. Quizá también el Santo Padre conocía mi pintura, mi investigación tanto pictórica como teológica en esta línea de «los dos pulmones». La concreción fue que en las bodas de oro sacerdotales del Papa, el Colegio cardenalicio hizo un regalo al Papa para que con esa suma él dispusiera en lo que creyera más conveniente. Y él decidió esta restauración de la Capilla.

–Parece provocador que en un momento de nihilismo y vacío en el campo del pensamiento, del arte, etc. surja con tanta fuerza de materia, color y vida un modo artístico que se confronta con la modernidad. ¿Qué hay detrás de este modo de creatividad?

–Padre Rupnik: Yo pertenecía al arte contemporáneo, primero abstracto, luego de la transvanguardia, y creo que conozco el espíritu de estas corrientes desde dentro. Pero tanto mi encuentro con mi padre espiritual, el pareSpidlik, como el estudio del padre de la poesía simbolista rusa, Ivanov, como el encuentro con el arte paleocristiano han hecho que me diera cada vez más cuenta de que el arte es un servicio y que el artista no puede simplemente expresarse a sí mismo. Comenzó en mí una necesidad de descubrir el arte como servicio a la sabiduría de la vida, por tanto, el arte como comunicación de esos misterios de la vida que ayudan a vivir de modo que nuestra vida no se volatilice, sino que permanezca. Durante una Pascua, hace años, tuve una visión clara de que el principio creativo es la caridad. Y de que, por tanto, debo tener en cuenta a los otros. No afirmar mi voluntad, sino tratar de liberar en el mundo la voluntad del Creador que ya está en todo lo que existe. Cuanto más percibía mi vocación de artista como ascesis, como monaquismo, más se reconocía la gente en mi arte, más fuerte era su adhesión. Yo ayunaba, renunciando a algunos matices y detalles míos, a la exhuberancia en el lenguaje. La gente me hablaba de la fuerza, de la energía de la luz, del aspecto solar de mi arte. Estoy aprendiendo cada vez más a no imponer mi visión, sino a descubrirla en el mundo, en los otros, en la historia. La drama de la modernidad está en la ausencia de la inteligencia contemplativa.

–La revista italiana Panorama, en el número de la semana pasada, en entrevista con el prefecto del Consejo Pontificio para la Cultura, titula: «El arte actual tan inhumano. La nuestra es una época gris, dice el cardenal Paul Poupard. Y hablando
de las nuevas iglesias a la pregunta: ¿Cuál es, según usted, una obra artística contemporánea digna de relieve? Responde el purpurado: «La competición con el pasado es altísima. Esto no quiere decir, si embargo, que haya un olvido o ausencia de atención hacia lo bello, tan ligado a lo verdadero y a lo bueno. Por poner un ejemplo reciente, pienso en la espléndida capilla «Redemptoris Mater» realizada en el Palacio Vaticano con ocasión del jubileo sacerdotal de Juan Pablo II, obra de artistas especialista en mosaico: Alexander Kornooukov y el esloveno Marko Ivan Rupnik… Verdaderamente es la Capilla Sixtina del nuevo milenio, como le he dicho al Santo Padre. Más allá de esto no veo otras grandísimas realizaciones». ¿Cómo llegar a contruir nuevas iglesias bellas?

–Padre Rupnik: Venciendo el manierismo repetitivo, la tentación de las modas, liberándose de los miedos y de los prejuicios y también de las categorías de un arte que se expone en galerías. No pensando que cualquier arte puesto en las iglesias se convierte automáticamente en arte sacro. El arte, el gran arte, como dice Ivanov, nace de la vida, confluye en la vida. Un artista con una fuerte vida de comunidad en la Iglesia, una fuerte vida espiritual, pero que está adentrado bien en el gusto del lenguaje del arte contemporáneo, será capaz de crear un arte fuerte en el que vibrará la vida. Precisamente porque no lo creará en el laboratorio, solo, como un capricho psicológico, o como una compensación económica, sino que lo creará dentro de un tejido de relaciones verdaderas de la vida. Las grandes épocas del pasado nos enseñan que las iglesias se pueden construir sólo juntos. Hay que promover poco a poco este principio eclesial en las construcciones de las iglesias. En caso contrario continuaremos teniendo iglesias que desde el exterior son construcciones interesantes, se parecen a todo menos a una iglesia, y por dentro tendremos un espacio incómodo para lo que debería ser la función litúrgica y las paredes, las vidrieras tendrán aquí y allá alguna decoración más bien anémica, sosa o un puñetazo en el estómago de un arte violento transportado directamente desde la galería a la liturgia. Me parece que el problema toca la fe. La liturgia es el acto más libre y gratuito de nuestro reconocimiento del Señor, el celebrar al Señor, celebrar la salvación propia. Si no hay fe la liturgia es la primera que advierte la crisis porque no se ve su sentido y se empieza a subrayar la dimensión social de la liturgia. Lo mismo sucede con el espacio litúrgico. Las iglesias bellas son necesarias pero nacerán donde la iglesia es viva, donde hay comunidad eclesial, donde hay belleza que es la unidad. La iglesia construida debe expresar esta unidad y por eso será bella y siempre será expresión de los grandes sacrificios de los creyentes pero también de grandes sacrificios de arquitectos y artistas.

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ZENIT Staff

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