Francisco improvisa su mensaje a los jóvenes de Filipinas

Texto completo. El Papa invita a la juventud a aprender a amar y dejarse amar

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Este domingo, un poco antes de las 10 hora local, el papa Francisco se ha reunido con los jóvenes filipinos en el campo de deportes de la Universidad de Santo Tomás de Manila. El encuentro, que ha sido una Liturgia de la Palabra, ha sido introducido por el presidente de la Comisión Episcopal para los jóvenes y obispo de Bangued, Mons. Leopoldo C. Jaucian, SVD, y el saludo de una familia.

Después de la entronización de la Santa Cruz, han tenido lugar los testimonios de tres jóvenes –que han planteado también sus preguntas al Pontífice– y las lecturas bíblicas. A continuación, el Santo Padre ha pronunciado un discurso improvisado.

El Pontífice ha empezado diciendo en inglés:  

«Queridos jóvenes amigos,

Cuando hablo espontáneamente, lo hago en español. ¿No? Porque no sé la lengua inglesa. ¿Puedo hacerlo? ¡Muchas gracias! Aquí, el padre Marc, es un buen traductor».

Y ha proseguido en español:

«Primero de todo, una noticia triste: ayer, mientras estaba por empezar la misa, se cayó una de las torres, como esa, y al caer hirió una muchacha que estaba trabajando, y murió. Su nombre es Kristel. Ella trabajó en la organización de esa misa. Tenía 27 años. Era joven como ustedes. Trabajaba para una asociación que se llama «Catholic Relief Services». Era una voluntaria.

Yo quisiera que nosotos, todos juntos, y ustedes jóvenes como ella, rezáramos en silencio un minuto y después invocáramos a nuestra madre del cielo.

Let us pray (oremos).

[Todos juntos rezan un Ave María en inglés]

Y también hagamos una oración por su papá y su mamá. Era única hija. Su mamá está llegando de Hong Kong. Su papá ha venido a Manila a esperar a su mamá».

[Todos juntos rezan un Padre Nuestro en inglés]

El Papa ha retomado el inglés y ha leído unas frases del texto que había preparado para la ocasión. Así, ha dicho:

«Me alegro de estar con vosotros esta mañana. Mi saludo afectuoso a cada uno, y mi agradecimiento a todos los que han hecho posible este encuentro. En mi visita a Filipinas, he querido reunirme especialmente con vosotros los jóvenes, para escucharos y hablar con vosotros. Quiero transmitiros el amor y las esperanzas que la Iglesia tiene puestas en vosotros. Y quiero animaros, como cristianos ciudadanos de este país, a que os entreguéis con pasión y sinceridad a la gran tarea de la renovación de vuestra sociedad y ayudéis a construir un mundo mejor.

Doy las gracias de modo especial a los jóvenes que me han dirigido las palabras de bienvenida».

Y ha añadido:

«Jun Chura, Leandro Santos II, Rikki Macolor, muchas gracias».

De nuevo en español, Francisco ha continuado diciendo:

«Y la pequeña representación de las mujeres… ¡demasiado poco! ¿eh? Las mujeres tienen mucho que decirnos en la sociedad de hoy. A veces somos demasiado machistas, y no dejamos lugar a la mujer, pero la mujer es capaz de ver las cosas con ojos distintos de los hombres. La mujer es capaz de hacer preguntas que los hombres no terminamos de entender. Presten ustedes atención: ella, hoy, ha hecho la única pregunta que no tiene respuesta. Y no le alcanzaron las palabras, necesitó decirlas con lágrimas. Así que, cuando venga el próximo Papa a Manila, que haya más mujeres.

Yo te agradezco Jun, que hayas expresado tan valientemente tu experiencia. Como dije recién, el núcleo de tu pregunta casi no tiene respuesta. Solamente cuando somos capaces de llorar sobre las cosas que vos viviste, podemos entender algo y responder algo. La gran pregunta para todos: ¿por qué sufren los niños? ¿Por qué sufren los niños? 

Recién cuando el corazón alcanza a hacerse la pregunta, y a llorar, podemos entender algo. Existe una compasión mundana, que no nos sirve para nada. Vos hablaste algo de eso… Una compasión que a lo más nos lleva a meter la mano en el bolsillo y dar una moneda. Si Cristo hubiera tenido esa compasión, hubiera pasado, curado a tres o cuatro, y se hubiera vuelto al Padre. Solamente cuando Cristo lloró y fue capaz de llorar, entendió nuestros dramas.

Queridos chicos y chicas, al mundo de hoy le falta llorar. Lloran los marginados, lloran aquellos que son dejados de lado, lloran los despreciados… pero aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades, no sabemos llorar. Solamente ciertas realidades de la vida se ven con los ojos limpios por las lágrimas.

Os invito a que cada uno se pregunte: ‘¿Yo aprendí a llorar?’ ‘¿Yo aprendí a llorar cuando veo un niño con hambre, un niño drogado en la calle, un niño que no tiene casa, un niño abandonado, un niño abusado, un niño usado por una sociedad como esclavo?’ ¿O mi llanto es el llanto caprichoso de aquel que llora porque le gustaría tener algo más? Y esto es lo primero que yo quisiera decirles. Aprendamos a llorar como ella nos enseñó hoy.

No olvidemos este testimonio. La gran pregunta, ¿por qué sufren los niños?, la hizo llorando. Y la gran respuesta que podemos hacer todos nosotros es aprender a llorar. Jesús, en el Evangelio, lloró. Lloró por el amigo muerto, lloró en su corazón por esa familia que había perdido a su hija, lloró en su corazón cuando vio esa pobre madre viuda que llevaba a enterrar a su hijo, se conmovió y lloró en su corazón cuando vio a la multitud como ovejas sin pastor. ¡Si vos no aprendés a llorar, no sos un buen cristiano!

Y este es un desafío. Jun Chura y su compañera que habló hoy, nos han planteado este desafío. Y cuando nos hagan la pregunta, ‘¿por qué sufren los niños? ‘¿por qué sucede esto, esto otro o esto otro de trágico en la vida?, que nuestra respuesta sea o el silencio, o la palabra que nace de las lágrimas. Sean valientes, no tengan miedo a llorar.

Y después vino Leandro Santos II. También hizo preguntas. El mundo de la información. Hoy, con tantos medios, estamos informados, hiperinformados. ‘¿Y eso es malo?’ No. Eso es bueno y ayuda. Pero corremos el peligro de vivir acumulando información. Y tenemos mucha información, pero quizás no sabemos qué hacer con ella. Corremos el riesgo de convertirnos en ‘jóvenes museo’, que tienen de todo, pero no saben qué hacer. No necesitamos jóvenes museos, sino jóvenes sabios.

Me pueden preguntar, ‘padre, ¿cómo se llega a ser sabio?’ Y este es otro desafío, el desafío del amor. ¿Cuál es la materia más importante que tienen que aprender en la Universidad? ¿Cuál es la materia más importante que hay que aprender en la vida? Aprender a amar. Y este es el desafío que la vida te pone a vos hoy: aprendé a amar. No sólo acumular información, porque hay un momento en que no sabés qué hacer con ella, es un museo, sino a través del amor que esa información sea fecunda.

Para esto el Evangelio nos propone un camino sereno, tranquilo: usar los tres lenguajes. El lenguaje de la mente, el lenguaje del corazón y el lenguaje de las manos. Y los tres lenguajes armoniosamente. Lo que pensás, lo sentís y lo realizás. Tu información baja al corazón, lo conmueve y lo realiza. Y esto, armoniosamente. Pensar lo que se siente y lo que se hace, sentir lo que pienso y lo que hago, hacer lo que pienso y lo que siento. Los tres lenguajes. ¿Se animan a repetir los tres lenguajes? ¿Eh? Pensar, sentir y hacer. ¡En voz alta!

[Todos lo repiten tres veces en inglés]

And all that harmoniously. (Y todo eso, armoniosamente)

El verdadero amor es amar y dejarme amar. Es más difícil dejarse amar que amar. Por eso es tan difícil llegar al amor perfecto de Dios. Porque podemos amarlo, pero lo importante es dejarnos amar por él. El verdadero amor es abrirse a ese amor que está primero, y que nos provoca una sorpresa.

Si vos tenés solo toda la información, estás cerrado a la sorpresa. El amor te abre a la sorpresa. El amor siempre es una sorpresa, porque supone un diálogo entre dos: entre el que ama y el que es amado. Y a Dios decimos que es el Dios de l
as sorpresas, porque él siempre nos amó primero, y nos espera con una sorpresa. Dios nos sorprende. dejémonos sorprender por Dios. Y no tengamos la ‘psicología del computer’ de creer saberlo todo. -‘¿Cómo es esto?’ -‘Wait a moment’ (espera un momento). [Francisco hace que consulta en el ordenador] El computer, todas las respuestas. Ninguna sorpresa.

En el desafío del amor, Dios se manifiesta con sorpresas. Pensemos en san Mateo. Era un buen comerciante. Además traicionaba a su patria, porque le cobraba los impuestos a los judíos para pagárselo a los romanos. Estaba lleno de plata y cobraba los impuestos. Pasa Jesús, lo mira y le dice: ‘Vení, seguíme’. No lo podía creer. Si después tienen tiempo, vayan a ver el cuadro que Caravaggio pintó sobre esta escena. Jesús lo llama, le hace así, los que estaban con él dicen: ‘¿A éste, que es un traidor, un sinvergüenza?’ Y él se agarra a la plata, y no la quiere dejar. Pero la sorpresa de ser amado lo vence. Y sigue a Jesús.

Esa mañana cuando Mateo fue al trabajo y se despidió de su mujer, nunca pensó que iba a volver sin el dinero y apurado para decirle a su mujer que preparara un banquete. El banquete para aquel que lo había amado primero, que lo había sorprendido con algo muy importante, más importante que toda la plata que tenía.

Dejaté sorprender por Dios, no le tengas miedo a las sorpresas. Que te mueven el piso, ¿eh? Nos ponen inseguros, pero nos meten en camino. El verdadero amor te lleva a quemar la vida, aun a riesgo de quedarte con las manos vacías.

Pensemos en san Francisco. Dejó todo. Murió con las manos vacías, pero con el corazón lleno. ¿De acuerdo? No jóvenes de museo, sino jóvenes sabios. Y para ser sabios, usad los tres lenguajes: pensar bien, sentir bien y hacer bien. Y para ser sabios, dejarse sorprender por el amor de Dios. Y andá y quemá la vida. Gracias por tu aporte de hoy.

Y el que vino con un buen plan para ayudarnos a ver cómo poder andar por la vida fue Rikki. Contó todas las actividades, todo lo que hace, todo lo que hacen los jóvenes, todo lo que pueden hacer… Gracias Rikki, gracias por lo que hacés vos y tus compañeros. Pero yo te voy a hacer una pregunta. Vos y tus amigos van a dar. Dan, dan, ayudan… ¿pero vos dejás que te den? Contestate en el corazón.

En el Evangelio que escuchamos recién hay una frase que para mí es la más importante de todas. Dice el Evangelio que Jesús a ese joven lo miró, y lo amó. Y cuando uno ve el grupo de compañeros de Rikki, Rikki, uno los quiere mucho, porque hacen cosas muy buenas. Pero la frase más importante que dice Jesús es: ‘Solo te falta una cosa’. Cada uno de nosotros escuchemos esta palabra de Jesús, en silencio. ‘Solo te falta una cosa’. ¿Qué cosa me falta? Para todos los que Jesús ama tanto porque dan tanto a los demás, les pregunto: ¿Vos dejás que los otros te den de esa otra riqueza que no tenés?

Los saduceos, los doctores de la ley de la época de Jesús daban mucho al pueblo, le daban la ley, le enseñaban… pero nunca dejaron que el pueblo les diera algo. Tuvo que venir Jesús para dejarse conmover por el pueblo. ¡Cuántos jóvenes, no lo digo de vos, pero cuántos como vos que hay aquí, saben dar pero todavía no aprendieron a recibir! Sólo te falta una cosa: become a beggar, become a beggar (conviértete en un mendigo, conviértete en un mendigo). Esto es lo que nos falta: aprender a mendigar de aquellos a quienes damos. Esto no es fácil de entender. Aprender a mendigar.

Aprender a recibir de la humildad de los que ayudamos. Aprender a ser evangelizados por los pobres. Las personas a quienes ayudamos, pobres, enfermos, huérfanos, tienen mucho que darnos. ¿Me hago mendigo y pido también eso? ¿O soy suficiente y solamente voy a dar? Vos que vivís dando siempre, y creés que no tenés necesidad de nada, ¿sabés que sos un pobre tipo? ¿Sabés que tenés mucha pobreza y necesitás que te den? ¿Te dejás evangelizar por los pobres, por los enfermos, por aquellos que ayudás?

Y esto es lo que ayuda a madurar a todos aquellos comprometidos como Rikki en el trabajo de dar a los demás. Aprender a tender la mano desde la propia miseria.

Había algunos puntos que yo había preparado… Primero, que ya lo dije, aprender a amar y aprender a dejarse amar. Hay un desafío además, que es el desafío por la integridad».

A este punto, el Santo Padre ha dicho en inglés:

«Y esto no sólo porque vuestro país esté probablemente más afectado que otros por el cambio climático.

Existe el desafío que concierne al medio ambiente. Y, finalmente, el desafío de los pobres».

Y el Pontífice ha concluido en español:

«Amar a los pobres. Vuestros obispos quieren que miren a los pobres de manera especial este año. ¿Vos pensás en los pobres? ¿Vos sentís con los pobres? ¿Vos hacés algo por los pobres? Y ¿vos pedís a los pobres que te den esa sabiduría que tienen? Esto es lo que hoy quisiera decirles a ustedes. Perdónenme porque no leí casi nada de lo que tenía preparado, pero hay una frase que me consuela un poquito: ‘La realidad es superior a la idea’. Y la realidad que ellos plantearon, la realidad de ustedes, es superior a todas las ideas que yo había preparado. Gracias, muchas gracias y recen por mí».

(Transcripción desde el audio realizada por ZENIT)

© Copyright – Libreria Editrice Vaticana

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ZENIT Staff

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