Intervenciones de delegados ecuménicos (II)

En la Duodécima Congregación General del Sínodo de Oriente Medio

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves 21 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos las intervenciones del segundo grupo de delgados fraternos ecuménicos que se presentaron ante la Duodécima Congregación General de la asamblea especial del Sínodo de los Obispos para Oriente Medio, que tuvo lugar en la mañana de este jueves.

 

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AUDICIÓN DE LOS DELEGADOS FRATERNOS (II)

En la Duodécima Congregación General han intervenido los siguientes Delegados fraternos, cuyas intervenciones han llegado tras el cierre del Boletín precedente:

– S. Em. Emmanuel ADAMAKIS, Metropolitano de Francia (FRANCIA)

Su Santidad el Patriarca Ecuménico Bartolomé me ha rogado que les haga llegar, en nombre del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla y hermana Iglesia, sus mejores deseos para esta Sínodo de los Obispos para Oriente Medio que se celebra estos días.
Oriente Medio intriga tanto como fascina. Es propiedad de todos y no es exclusivo de nadie. Tierra sagrada, los es para nosotros cristianos en tanto en cuanto es a esta región del mundo donde Dios vino a ofrecer las más increíble de las promesas: la resurrección. Esta tierra, primer testimonio durante siglos de la obra salvadora de Cristo, participa sin embargo de lo que el pensador Pascal describía como su agonía a través de los siglos. En efecto, la actualidad no cesa de recordarnos las divisiones, las separaciones, los sufrimientos cotidianos a los que están sometidos ciertas franjas de la población, en primer lugar los cristianos de la región.
Sólo podemos felicitarnos por el hecho que se lleve a cabo esta Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos. El mundo espera de esta reunión una mensaje fuerte y actos concretos. No se trata solamente de la responsabilidad de la Iglesia Católica en calidad de organizadora de este Sínodo, sino de cada una de las Iglesias que participan en calidad de «Delegados fraternos», en la transcendencia de nuestras diferencias y a los cuales se pidió explícitamente su participación activa en el debate.Desde ese momento, deseamos apoyar dos ejes que nos parecen esenciales.
El primero concierne la progresiva desaparición del cristianismo en Oriente Medio. ¿Cómo hacer que la presencia de los cristianos en la región sea perenne, en vista de nuestros diálogos bilaterales? Recordemos que el documento de trabajo del Sínodo, el Instrumentum laboris, fue hecho público por el Papa Benedicto XVI en su viaje oficial a Chipre, en junio de 2010. Se trata, pues, de un signo dirigido no solamente a los orientales católicos, sino también a la Iglesia Ortodoxa y a sus fieles. A este respecto, conviene recordar la importancia de la presencia ortodoxa en el interior de las sociedades orientales. Así, el pluralismo deberá hacer avanzar nuestras diferentes iniciativas de diálogo, materializándolas en colaboraciones necesarias y útiles para el bien de un gran número de personas y la transmisión eficaz del testimonio evangélico. De hecho, subrayando las buenas relaciones actuales de nuestras Iglesias, la esperanza tangible de una próxima unión tendría un efecto catalizador. Una unión garantizaría la presencia continua cristiana a nivel local.
En un segundo tiempo, desearíamos dar un enfoque especial sobre nuestra capacidad de diálogo con los otros componentes religiosos de la región, en particular nuestros hermanos musulmanes y judíos. La inflación de iniciativas que el diálogo interreligioso tiene en nuestros días no debe hacernos perder de vista que las iniciativas institucionales son pertinentes sólo si el conjunto de la sociedad otorga importancia a la necesidad de vivir juntos en la paz. En efecto, Oriente Medio debe invalidar la tesis del choque de civilizaciones. Pues sí, vivir juntos es posible, según modalidades que no deben ser dictadas por terceros, sino más bien por los que la viven día a día. Son ellos los que constituyen «la sal de la tierra». Ahora bien, la primera condición inalienable para toda cohabitación es garantizar la libertad religiosa para todos. Solamente en base a esto las relaciones entre las religiones, los pueblos y las culturas estarán en posición de favorecer la emergencia de lo que Lévi-Strauss llamaba: «la coexistencia de culturas ofreciendo entre ellas la máxima diversidad».
Por último, deseamos que este Sínodo fortalezca los vínculos que unen a todos los cristianos de la región con claridad, valentía y amor. Pero también para que nosotros, evitando todo paternalismo exagerado en relación con los cristianos de oriente, aprendamos de su realidad. Por lo tanto, es nuestro deber, por no decir nuestra responsabilidad, que este Sínodo no quede relegado en la larga lista de encuentros sin mañana, al menos por respeto a los que sufren y por compromiso con nuestra fe.
Recemos para que el Señor inspire a todos los participantes de este encuentro y que en la paz Él conceda a «la multitud de creyentes un solo corazón y una sola alma» (Hch 4,32).

[Texto original: francés]
– S. G. Munib YOUNAN, Obispo de la Iglesia Evangélica Luterana de Jordania y Tierra Santa, Presidente de la Federación Mundial Luterana (ISRAEL)

Carta a los Efesios 4, 1- 6: «Yo, que estoy preso por el Señor, los exhorto a comportarse de una manera digna de la vocación que han recibido. Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor. Traten de conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz. Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma esperanza, a la que ustedes han sido llamados, de acuerdo con la vocación recibida. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Hay un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos».
Su Santidad, sus Eminencias, sus Excelencias,
Les traigo saludos desde Jerusalén, la ciudad del sufrimiento y muerte de nuestro Señor, la ciudad de su resurrección y ascensión, la ciudad de Pentecostés y del nacimiento de la Iglesia. El apóstol Pablo nos dice en Efesios 4, 3 «Traten de conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz». Y yo subrayo aquí «con mucha humildad y mansedumbre» al hablar de nuestras preocupaciones comunes por el Cuerpo de Cristo.
El 21 de octubre de 1999, en Augsburg (Alemania), nos reunimos para firmar la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación de la fe- un evento histórico que alivió condenas del pasado y sentó las bases para un futuro común. Es positivo que la relación entre Luteranos y Católicos se haya desarrollado de este modo y que siga progresando. El verano pasado la Federación Luterana Mundial se reunió en una asamblea en Stuttgart (Alemania)bajo el tema «Danos hoy nuestro pan de cada día». Compartimos el mismo pan y compartimos la misma responsabilidad en un mundo hambriento, hambriento de espiritualidad y de justicia. Compartimos la responsabilidad de asegurar el alimento, erradicar la pobreza y combatir las enfermedades mortales.
De modo particular, quisiera mencionar la buena relación entre la Iglesia Evangélica y Luterana en Jordania y Tierra Santa (ELCHJHL) y la Iglesia Católica en Palestina, Israel y Jordania. Me siento bendecido de tener relaciones armoniosas y fraternas con los obispos y prelados católicos en Jerusalén, lo que debe continuar por el bienestar de nuestros pueblos, en aras de dar un testimonio común.
Quisiera también ofrecer una palabra de agradecimiento por su iniciativa y por preocuparse por los cristianos de Oriente Medio a lo largo de este Sínodo. Oriente Medio es la cuna del Cristianismo. Sería trágico que después de dos mil años este testimonio desapareciera. Les pregunto: ¿qué sería de Oriente Medio sin los cristianos?
Compartimos esta preocupación común y aunque no quisiera considerar solo los problemas, mencionaré solo tres y brevemente: la inestable situación política; la falta de trabajo como consecuencia de la situación económica; y el a
umento del extremismo, tanto político como religioso, que desestabiliza la región y da pie a la emigración. Para mí, el futuro del Cristianismo depende de la paz y de la justicia en Oriente Medio. Juntos, ¿cómo podemos ofrecer un testimonio vivo y dinámico? Es esencial que no nos centremos solamente en un testimonio confesional, sino que hablemos con una sola voz en un testimonio común. 
Nuestras comunidades de base esperan que actuemos juntos, demos testimonio juntos, vivamos juntos y amemos juntos. Es por esta razón esencial que fortalezcamos nuestras relaciones ecuménicas tanto en Israel y Palestina, como en todo Oriente Medio.
¿Cómo podemos llevarlo a cabo? En primer lugar, el Consejo de Iglesias de Oriente Medio es el único organismo en el mundo que reúne a las cuatro familias de Iglesias: Católica, Ortodoxa, Oriental y Evangélica. Actualmente no estamos caminando tan decididamente como deberíamos, sino que vamos cojeando a lo largo del camino. Hago un llamado para que nos ayuden a revivir una estructura ecuménica donde todos podamos trabajar juntos.
En segundo lugar, debemos actuar juntos para generar empleo, proporcionar una vivienda segura y con costos accesibles, mejorar las escuelas y fortalecer las instituciones cristianas, que sirven a todos, independientemente del género, etnia, creencias políticas o religiosas. Nuestras escuelas Luteranas, por ejemplo, educan a un número igual de Cristianos y Musulmanes, niños y niñas, uno al lado del otro, creando un ambiente de respeto mutuo; es esta nuestra fortaleza. Debemos continuar nuestros esfuerzos para que los cristianos permanezcan imperturbables en nuestros países, como parte integral del tejido de las sociedades mismas, trabajando por el bien de todos.En tercer lugar, los testigos comunes de la Iglesia, a pesar de su disminución, son esenciales para construir una sociedad civil moderna, que sea democrática, respetuosa de los derechos humanos, que promueva la libertad de religión, una conciencia para todo Oriente Medio, para el mundo árabe y musulmán, para Israel y Palestina. A lo largo de estos dos mil años, el Cristianismo no ha desempeñado un papel predominante en el gobierno de la región, pero siempre hemos presentado un testimonio vivo, al ser como la levadura en la masa de nuestras sociedades. Nuestra Iglesia no es tímida ni se esconde temerosa de su propia supervivencia, sino que se siente segura de la fortaleza que le da el Espíritu para que sea profética, para que diga la verdad a los poderosos, para que promueva la justicia, la reconciliación y el perdón. 
En cuarto lugar, nuestro testimonio ecuménico se hace presente en el activo diálogo interreligioso, que debería manifestarse en varios ámbitos, uno de los cuales es la promoción de mejores relaciones entre musulmanes y cristianos. Apreciamos considerablemente la carta abierta de los líderes musulmanes de 2007, «Una Palabra Común», que describe la esencia de la religión como «amar a Dios y amar al prójimo». Como refleja el mensaje de Amman de 2005 del Rey Abdullah II de Jordania, debemos apoyar a aquellos que representan al Islam verdadero y que combaten el extremismo. Yo apoyé esta propuesta el mes pasado ante las Naciones Unidas para la Semana Mundial de Armonía Interreligiosa. Dónde mejor que en Jerusalén pueden los cristianos presentar un paradigma de como vivir y dialogar con el Islam.
Un segundo aspecto del diálogo interreligioso es la promoción entre la relación Musulmanes – Cristianos y Judíos. El Consejo de las Instituciones Religiosas en Tierra Santa une a los líderes de los tres credos par promover juntos la coexistencia, combatir el extremismo y buscar soluciones a los problemas sociales. Los actuales consejeros académicos están estudiando cientos de libros de escuelas Israelíes y Palestinas, en un esfuerzo por cubrir y eliminar fragmentos discriminatorios o despectivos de los mismos. Este proyecto constituye un camino privilegiado para la justicia, la paz y la reconciliación.
El Consejo también está escribiendo documentos que sirvan de base para los futuros diálogos inter-religiosos, una sencilla declaración sobre el hogar espiritual común de las tres religiones. La pregunta es la siguiente: ¿por qué Jerusalén es sagrada para los musulmanes, los judíos y los cristianos? Nuestro desafío es amar a nuestros hermanos como a nosotros mismos. Muchos confiesan amar a Dios, pero ¿cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve? (1Jn 4, 20).
Nosotros, Luteranos, estamos comprometidos a trabajar juntos con ustedes, católicos, al igual que con las Iglesias Ortodoxas y con las principales Iglesias Evangélicas, por el bien de nuestro testimonio común en Oriente Medio.
Nos comprometemos entonces a «Tratar de conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz».

[Texto original: inglés]

 

 
– Archimandrita Chrysostomos KYKKOTIS (CHIPRE)

Texto pronunciado por el Rev. Dr. Demosthenis Demostenous (Chipre) 

Agradecemos vivamente a Su Santidad, el Papa de Roma, Benedicto XVI, nuestro amadísimo hermano en Cristo, que nos ha invitado generosamente a participar en el Sínodo de las Iglesias Católicas de Oriente Medio.
Estamos plenamente convencidos de que este Sínodo se desarrolla en un momento decididamente crítico para el mundo entero pero, sobre todo, para la sensible región de Oriente Medio. Ciertamente, el Verbo Encarnado, el Salvador del mundo, Jesucristo, ha traído a todos los hombres un mensaje de paz, de libertad y justicia, enseñándonos con su ejemplo y con su predicación a vivir en paz con nuestro prójimo y con todos los pueblos.
Cuando, sin embargo, la paz se encuentra en peligro como, lamentablemente, ocurre en Chipre desde hace ya treinta y seis años, a causa de la invasión ininterrumpida y la ocupación turcas de la parte septentrional de nuestra isla, es deber de todos nosotros defenderla de aquellos que tienen intención de turbarla.
Estoy particularmente feliz porque este mensaje de paz guía y une nuestras Iglesias. Haciendo una llamada a Vuestra bondad, no podemos dejar de notar que Chipre es la única nación de la Unión Europea donde gran parte del propio territorio se encuentra bajo ocupación, donde casi la mitad de la población, expulsados con violencia de las casas paternas, está prófuga, mientras quinientos veinte (520) iglesias y otros venerables lugares sagrados y metas de ferviente devoción, son destruidos, saqueados y transformados en centros de entretenimiento y hasta en establos para los animales.
Por todos estos motivos, los Cristianos de Chipre piden y esperan tener Vuestra ayuda y vuestro apoyo para la justa lucha por el retiro de nuestra isla del ejército invasor turco y de los colonos que se han instalado en ella, y por la libertad, la paz, la justicia y, en general, todos los derechos humanos a favor de los legítimos autóctonos habitantes de la isla.
Le deseamos todo el éxito a los trabajos del Sínodo, para el bien de los pueblos y de los hombres de Oriente Medio. Deseamos, además, que el Señor Jesucristo conceda a Su Santidad, el Papa Benedicto XVI salud y serenidad por muchos años, para el bien de la grey que le ha sido confiada. La gracia y la bendición del Señor estén con todos vosotros. De nuevo gracias. Con fervientes deseos y con gran afecto.
El Obispo de Chipre Chrysostomos II.

[Texto original: italiano]

– S. E. Barnaba EL SORYANY, Obispo de la Diócesis Copta-Ortodoxa de San Giorgio Roma (ITALIA)

Su Santidad el Papa Shenouda III, Patriarca de Alejandría y Patriarca del Episcopado de San Marcos, me confió la misión de participar en el Sínodo como su representante, y de expresar su caluroso agradecimiento al Santo Padre por extendernos su invitación a participar en estos trabajos Sinodales.Me confió a mí la misión de entregar un homenaje de amor fraterno a Su Santidad y a todos los miembros del Sínodo, en el nombre del Señor Jesucristo, rezando y esperando que Dio
s conceda a este Sínodo los frutos deseados por el bien y la consideración de los cristianos de Oriente Medio.
Permitánme decir que este Sínodo llega muy tarde, pues los conflictos y las persecuciones que sufre nuestra región se han multiplicado, convirtiéndose en lamentos y sufrimiento que han llevado a la emigración de un gran número de nuestros mejores jóvenes cristianos, que abandonan su tierra natal. Con ello quiero decir que dejan atrás sus corazones, su historia, su auténtica cultura y tradición, para vivir y refugiarse en otro país cuyas tradiciones y modo de vida les es extraño, en desacuerdo con su naturaleza pero que, comparado con lo que han tenido que pasar, les aporta, a ellos y a sus hijos, mayor seguridad y un futuro mejor.
El título de este Sínodo sobre la comunión y el testimonio asume un nuevo significado con relación al sufrimiento y los desafíos a los que tienen que enfrentarse los cristianos de Oriente Medio, a causa de los precarios y complejos conflictos políticos, en particular el conflicto árabe-israelí, como también de las guerras que esta región ha visto, y que aún perduran. Guerras que han causado un aumento de los problemas medio-orientales pues, como reacción, surgen movimientos salafíes anti-judíos y anti-cristianos, mientras el espíritu del odio, el rechazo del otro y el aislamiento son sentidos, en la otra parte, como respuesta a la presión psicológica y la persecución. Hasta llegar al martirio, la marginación y el sentimiento de ser ciudadanos «no nativos» que soportan la discriminación en el trabajo y en las instituciones políticas, parlamentarias y en las juntas locales. 
En este sentido tarea de la Iglesia, en cuanto realidad que tiene que vivir y convivir, es sobre todo administrar su ministerio a aquellas comunidades que han dejado su patria y están esparcidas por todo el mundo – así como a las comunidades que han permanecido en el país, animándolas a no abandonar su tierra natal e intentando resolver sus problemas, en la medida de lo posible, mediante la intercesión de funcionarios.
Desde mi experiencia personal, puedo afirmar que hemos tenido que sufrir la realidad de la emigración. Sin embargo, la Iglesia copta se ha dado cuenta de los peligros de la emigración y la inmigración, del abandono del país sea cual sea la razón para el exilio. En consecuencia, el Papa Shenouda II, con su aguda inteligencia y sensibilidad espiritual, reconoció la necesidad de nuestras comunidades coptas emigrantes (unos dos millones de cristianos coptos), residentes en el extranjero, de vivir según sus tradiciones, en el mismo ambiente espiritual eclesiástico oriental en el cual crecieron. Por este motivo, el Papa Shenouda III ha enviado a la Iglesia tras sus comunidades de fieles para ocuparse de ellos para que no se perdieran y para que no perdieran su identidad copta, ante el temor de verlos desparecer en comunidades extranjeras. Ha fundado iglesias y monasterios, y establecido escuelas coptas en los países de emigración, a saber:
– en los Estados Unidos: unas 160 iglesias coptas egipcias, dos monasterios y cinco obispos;
– en Canadá: 20 iglesias coptas;
– en Bolivia: varias iglesias y un obispo;
– en Brasil: varias iglesias y un obispo;
– en Australia: 20 iglesias coptas, un monasterio y tres obispos;
– en Europa: iglesias en casi todos los países europeos, tres monasterios y tres obispos;
– en Sudán: dos parroquias, dos monasterios y dos obispos;
– en Sudáfrica: iglesias en Kenya, Zimbabwe y demás países – un monasterio y dos obispos.
También ha fundado escuelas coptas en los Estados Unidos, Canadá y Australia.
Me gustaría afirmar que tenemos muchas esperanzas en este Sínodo, gracias a los esfuerzos de Su Santidad y de los miembros del Sínodo. ¡Qué sea el rayo de esperanza que lleva las mejores soluciones para los problemas de los cristianos de Oriente Medio!
Mi agradecimiento va a los miembros sinodales que, mediante sus intervenciones, han conseguido tratar todos los aspectos que han vivido y de los que son testigos, dimensiones estas que han tenido una influencia directa o indirecta en el movimiento migratorio de Oriente Medio.

[Texto original: árabe]

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ZENIT Staff

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