Islamólogo: “Arabia Saudí no permite ningún lugar de culto no musulmán”

Entrevista al rector emérito del PISAI, Justo Lacunza Balda

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BARCELONA, jueves 20 de enero de 2011 (ZENIT.org).- “La reciprocidad es una cuestión importante que no hay que dejar de lado; un Estado no puede exigir a los demás Estados la libertad religiosa cuando no está dispuesto a ofrecerla”.

Lo afirma el rector emérito del Instituto Pontificio de Estudios Árabes e Islámicos (PISAI), el padre blanco Justo Lacunza Balda, en la siguiente entrevista concedida a ZENIT con motivo de su intervención en la presentación del Informe sobre libertad religiosa en el mundo de Ayuda a la Iglesia Necesitada, este viernes a las 20 horas en la sede del Colegio de Abogados de Barcelona.

Filósofo, arabista, africanista, islamólogo y doctor en lenguas y culturas africanas, el sacerdote español señala que los Estados son los responsables de garantizar la libertad religiosa y se refiere a ejemplos como Arabia Saudí, “donde no se permite ningún signo religioso o lugar de culto de otra religión” que no sea el islam.

 

-¿Cómo ve usted la tendencia que experimenta la situación general de la libertad religiosa en el mundo?

Justo Lacunza Balda: En muchos ambientes políticos, se quiere arrinconar la religión y hacer que las sociedades desarraiguen por completo el factor religioso.

Esto no es de ahora y la secularización lleva años entre nosotros. Por eso hay tanta apatía, indiferencia, y quizás persecución solapada, cuando se trata de la libertad religiosa.

Por una parte hay una efervescencia de la religión (con todas sus variantes de extremismo, integrismo, etc.) y por otra, la indiferencia religiosa (con todas sus variantes y sus voces de laicismo y Estados aconfesionales).

Pero una cosa debe quedar clara: la libertad religiosa es un derecho humano y por lo tanto inalienable. Aunque no le guste a un determinado Estado, la tiene que defender.

Nunca jamás he encontrado una persona en el mundo a la que no le guste que le respeten en su fe, su religión y sus creencias. Y los cristianos no son una excepción. Piden garantías y respeto a sus derechos como creyentes.

– ¿Cuáles son los países donde en estos momentos se está respetando menos esa libertad?

Justo Lacunza Balda: El país donde no se permite ningún signo religioso o lugar de culto de otra religión es Arabia Saudí. El régimen de la dinastía Saud, que comenzó el año 1932, considera todo el territorio nacional como la tierra santa del islam.

Los cristianos sufren también la falta de libertad religiosa en otros muchos países como Argelia, Bangladesh, China, Corea del Norte, Egipto, Filipinas, India, Indonesia, Irán, Marruecos, Nigeria, Pakistán, Sudán, Turquía, etc.

Hay una gran diferencia entre la teoría y la práctica. Antes se podían ocultar los hechos de toda índole, hoy es prácticamente imposible hacerlo debido al avance tecnológico en las comunicaciones.

– ¿De qué manera en las democracias occidentales se está atentando también contra esta libertad?

Justo Lacunza Balda: Un hecho sumamente grave ha ocurrido recientemente en la Unión Europea: han impreso tres millones de agendas escolares en las que no figuran las fiestas cristianas y no se menciona la Navidad. ¿Error de impresión, descuido de media tarde, olvido por cansancio? Nadie está dispuesto a creerlo.

A es hecho injusto, grave e intolerable se le llama discriminar y pisotear los derechos de los ciudadanos europeos de fe cristiana.

Espero que los responsables de la preparación y confección de la agenda escolar en la UE den la cara, expliquen los hechos y sean expedientados por el daño incalculable que han hecho, no solamente a los cristianos, sino también a todos los que viven en Europa: ciudadanos, ciudadanas y emigrantes, de todo origen, lengua y religión.

La justicia no está reñida con el derecho. Separar la política de la religión es una cosa muy saludable. Pero de ahí a querer desarraigar la religión, a considerarla como algo apolillado y un legado del pasado, hay una gran diferencia.

Hay un fenómeno que es la cristianofobia y del que no se quiere hablar. A nadie se le obliga a creer, pero los Estados occidentales deben garantizar la libertad de culto.

El cristianismo no es solo fe y creencia. Es también sistema de valores, defensa de la dignidad humana, de la justicia, de los derechos por encima de cualquier distinción.

Además, es difícil concebir la historia y evolución de las democracias occidentales sin el cristianismo.

Hacerlo demuestra un alto grado de ignorancia de la evolución histórica, humana e institucional de Europa.

Eso no significa que no se hayan cometido grandes errores, pero por lo menos se ha tenido la decencia de admitirlos y de intentar cambiar de visión de las cosas.

– ¿Qué avances constata usted en el diálogo entre el cristianismo y el islam? ¿Cuál es hoy el principal escollo (o principales, si ve varios)?

Justo Lacunza Balda: El diálogo lo hacen los musulmanes y los cristianos allí donde viven, se codean, comparten la vida en sociedad, trabajan, buscan una vida de respeto y dignidad. La vida es la auténtica escuela del diálogo, del entendimiento, del respeto, de la libertad.

¿Se ha avanzado mucho? Pues sí, se ha avanzado. Difícil cuantificarlo. Cuando las cosas van mal, se habla por todas partes.

Pero del día a día en el que cristianos y musulmanes hacen frente a los mismos problemas, a las mismas dificultades y afrontan los mismos retos con coraje, tesón y empeño, de todo eso no se habla, no se debate, no se publica.

Hoy en día hay más conciencia de la necesidad de dialogar, de entenderse para vivir mejor. Es verdad que debemos hacer frente al mal, como es el de los atentados contra los cristianos. Pero esos acontecimientos dolorosos hacen daño también a los musulmanes, a la convivencia, a la seguridad, a la vida en sociedad.

¿A quién no le gusta que le respeten en su condición de persona humana con todo el bagaje de su cultura, lengua, origen y religión?  Ahí no hay excepciones y ese denominador común lo tenemos todos.

– En su opinión, ¿cómo el islam y el cristianismo están influyendo en las culturas y sociedades de las distintas regiones del mundo actualmente?

Justo Lacunza Balda: No cabe la menor duda que las religiones influyen en las culturas, en las lenguas, en las civilizaciones. Lo hacen a través de las personas que forman parte de una determinada religión como puede ser el cristianismo y el islam.

Una de las grandes dificultades está en el hecho de que algunos Estados consideran o bien que la religión hay que trasmocharla, controlarla, o mejor borrarla.

Otros consideran a una determinada religión, la religión del Estado. Por lo tanto, todas las demás son consideradas a un nivel inferior, o se les puede permitir practicarla.

Dentro del islam hay muchas corrientes de pensamiento, diferentes interpretaciones y muchas formas de practicarlo.

Por otro lado, política y religión forman un binomio en gran parte de los Estados de mayoría musulmana, de difícil gestión. Se habla del “islam politizado”.

Ése es un problema que lo señalan con frecuencia los expertos, analistas y observadores del islam y de las sociedades musulmanas.

Es evidente que los diferentes regímenes y gobiernos imprimen un sello al islam, sobre todo en la manera de concebirlo, interpretarlo y aplicarlo.

Del cristianismo podríamos decir brevemente que también tiene sus variantes, sus interpretaciones y sus modos de vivirlo.

Las sociedades del mundo no son fotocopias de un modelo universal. Tienen su propia identidad territorial, sus lenguas, sus referencias culturales, sus formas de gobierno, de administración.

Es verdad que el cristianismo subraya constantemente la dignidad de la persona como centro principal de la sociedad, de los derechos y de los deberes.

Esto refleja los principios de la fe que an
iman la visión cristiana de la sociedad, del mundo y de las cosas.

Si en algo están contribuyendo el islam y el cristianismo, a pesar de sus profundas diferencias, es en recrear, renovar y refrescar el sentido divino de las cosas y la dimensión espiritual de la vida humana.

– ¿Puede avanzarnos algo del testimonio que ofrecerá este viernes en Barcelona, durante la presentación del Informe sobre libertad religiosa en el mundo de Ayuda a la Iglesia Necesitada?

Justo Lacunza Balda: En primer lugar, me gustaría subrayar la importancia de la libertad religiosa a todos los niveles, ya que significa traducir los derechos humanos en un campo específico.

Los Fstados son los responsables que tienen que garantizar la libertad religiosa. Muchos Estados continúan cerrando los ojos como si nada ocurriera.

En segundo lugar, es un hecho real que los cristianos son perseguidos, torturados, encarcelados y asesinados. Su libertad de culto es recortada si no suprimida, sus lugares de culto, destruidos.

En tercer lugar, debemos analizar las causas que llevan a un estrangulamiento de la libertad religiosa en los diferentes Estados del mundo.

– ¿En qué temas va a incidir especialmente?

Justo Lacunza Balda: El tema de la responsabilidad de los Estados me parece de primordial importancia ya que la libertad religiosa es uno de los derechos humanos promulgados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU del 1948.

El segundo tema es la evolución y el desarrollo de sociedades con una variedad de lenguas, culturas y religiones. La emigración y la globalización son fenómenos que hay que analizar para después sacar las conclusiones.

En tercer lugar, la reciprocidad es una cuestión importante que no hay que dejar de lado. Un Estado no puede exigir a los demás Estados la libertad religiosa cuando no está dispuesto a ofrecerla.

– También ofrecerá una conferencia sobre Cristianos en tierras del islam. ¿Puede resumir un poco la situación que viven los cristianos en países de mayoría musulmana? ¿Cuáles son hoy sus principales problemas?

Justo Lacunza Balda: Hay que examinar, bajo el punto de vista legislativo, jurídico y constitucional, cómo funciona un determinado Estado donde la mayoría son musulmanes. No es lo mismo Egipto y Arabia Saudí, Turquía y Marruecos, Catar e Indonesia, Sudan y Argelia, Indonesia y Kazajstán.

Los principales problemas de los cristianos son tres: la inseguridad y el miedo, la discriminación y la intolerancia, sentirse ciudadanos o creyentes cristianos de segunda clase.

El sentimiento generalizado es el de no sentirse libres para ser cristianos y practicar la propia religión con toda libertad.

– ¿Cuál es su interpretación sobre atentados especialmente graves como los perpetrados en octubre en Bagdad y en diciembre en Alejandría de Egipto?

Justo Lacunza Balda: La geopolítica de la región ha cambiado en los últimos diez años y en particular después de los atentados del 11-S (2001), la guerra en Afganistán (2001) y la guerra en Irak (2003).

Con frecuencia, se identifica a los cristianos con Occidente y se piensa que golpeando a los cristianos se hace daño a Occidente. Hemos olvidado que uno de los principales actores de los cambios radicales, al-Qaeda, declaró hace años la guerra a los americanos, judíos y cristianos.

Esa política no ha cambiado. Al contrario se va extendiendo, minando las instituciones y las relaciones internacionales, infiltrándose en muchos de los Estados de mayoría musulmana.

Es verdad que no es de ahora que la posición de los cristianos en Egipto es precaria. Lo dicen los mismos cristianos coptos, que sufren, desde hace años, discriminación, presión para que se conviertan al islam, demoras interminables en la concesión de permisos para lugares de culto.

Desde el comienzo de la guerra en Irak, los cristianos han sido atacados, sus propiedades confiscadas y sus lugares de culto destruidos. La pregunta de rigor: ¿quién se preocupa por su suerte?, ¿quién defiende sus derechos a nivel internacional?, ¿dónde están los paladines de los derechos humanos?

Pero hay que decir también que desgraciadamente elementos comunes unen a cristianos y musulmanes: pobreza, miseria, injusticias de todo tipo, paro laboral, desocupación.

– ¿Quiere transmitir alguna cosa más, especialmente?

Justo Lacunza Balda: El camino del diálogo es difícil, la senda de la libertad, y de la libertad religiosa religiosa en particular, muy ardua.

Por otra parte, las vías del entendimiento y de la comunicación son igualmente penosas y con frecuencia intransitables.

Sin embargo, es parte de la aventura y de la historia humana buscar incesantemente progresar y no pararse, explorar lo que el otro piensa, adentrarse en su visión de las cosas. En definitiva, cada ser humano representa un misterio que no se puede ver ni documentar a simple vista.

Por eso la libertad religiosa no es poner trabas, alambrados y cercos. Al contrario, es crear ese espacio de humanidad y traducir en el tiempo lo que el ser humano sueña y espera. A nadie se le puede imputar el hecho de que sea soñador. Sin sueños no hay vida.

Por Patricia Navas

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ZENIT Staff

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