Juan Pablo II presenta a Cristo como defensor de los oprimidos

En una audiencia general con ambiente navideño

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 15 diciembre 2004 (ZENIT.org).- En una audiencia general en la que ya se respiraba el aire navideño, Juan Pablo II meditó este miércoles en la figura de Cristo como defensor de los oprimidos y de los derechos fundamentales de toda persona humana.

La reflexión del pontífice se inspiró en el comentario a la segunda parte del Salmo 71 (versículos 12-19), canto al «Reino de paz y bendición», con el que el pueblo de Israel presagiaba la venida del rey y Mesías, figura que los cristianos reconocen en Cristo.

«El Señor es el «rescatador-redentor» primario que actúa visiblemente a través del rey-Mesías, defendiendo «la vida» y «la sangre» de los pobres, sus protegidos», afirmó el Papa al dirigirse a unos nueve mil peregrinos congregados en el Aula Pablo VI del Vaticano.

«»La vida» y «la sangre» son la realidad fundamental de la persona –subrayó–, son la representación de los derechos y de la dignidad de cada uno de los seres humanos, derechos con frecuencia violados por los potentes y por los prepotentes de este mundo».

La transformación que debía traer el Mesías del Antiguo Testamento y que se hizo realidad –para los cristianos– en Jesús, tiene también una fuerza de cambio social, explicó el pontífice al continuar con su comentario sobre el pasaje bíblico de carácter poético.

«El trigo de la mies será tan abundante que se convertirá como en un mar de espigas cuyas olas llegan hasta las cumbres de los montes», afirma el Salmo, según recordó el obispo de Roma.

«Es el signo de la bendición divina que se difunde en plenitud sobre una tierra pacificada y serena –aclaró–. Es más, toda la humanidad, dejando caer y cancelando toda división, convergirá hacia este soberano de justicia».

El Santo Padre concluyó tomando prestadas unas palabras a san Agustín (354-430), quien explicaba que «los indigentes y los pobres a los que Cristo sale en su ayuda son el pueblo de los creyentes en Él».

Entre éstos, aclaraba el doctor de la Iglesia, se encuentran incluso aquellos reyes que «no han desdeñado hacerse indigentes y pobres, es decir, confesar humildemente sus pecados y reconocerse necesitados de la gloria y de la gracia de Dios».

«No había nadie que fuera capaz de salvarnos; por eso vino Él, en persona, y nos salvó», afirmaba el obispo de Hipona.

El Papa, que el miércoles anterior había comentado la primera parte del Salmo 71, está ofreciendo una serie de meditaciones semanales sobre los cánticos y salmos que forman parte de la Liturgia de las Vísperas, la oración de la Iglesia al anochecer. Se pueden consultar en la sección «Audiencia del miércoles» de la página web de Zenit (www.zenit.org).

El Aula de las audiencias tenía un aire navideño, con dos grandes abetos regalados por la región norteña italiana de Trentino, que también ha regalado el gran abeto de 35 metros de altos y 110 años de antigüedad que ha sido colocado en la plaza de San Pedro del Vaticano junto al tradicional Portal de Belén y que fue iluminado en la tarde de este miércoles.

Algunos de los grupos de peregrinos presentes entonaron durante la audiencia cantos festivos. Entre ellos se encontraba la Estudiantina de la Universidad Autónoma de Querétaro, que homenajeó al Santo Padre con una de las canciones que tanto le recuerdan sus viajes apostólicos a México, «Cielito lindo».

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ZENIT Staff

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