La devoción popular a María debe llevar al encuentro con Dios, dice el Papa

En un mensaje enviado a Brasil en el centenario de la coronación de Nuestra Señora Aparecida

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CASTEL GANDOLFO, jueves, 9 de septiembre de 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha alentado a los pastores para que formen a sus fieles de manera que la devoción popular por la Virgen María se convierta en un motivo de encuentro con Dios.

Deja esta consigna en un mensaje enviado a monseñor Raymundo Damasceno Assis, arzobispo del santuario nacional de la Aparecida, y a los demás obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos de Brasil, con ocasión del centenario de la coronación de nuestra Señora Aparecida, Reina y Patrona de Brasil.

El mensaje, publicado este jueves por la Sala de Prensa del Vaticano, fue leído el miércoles durante la solemne misa presidida en el Santuario de Aparecida, por el enviado especial del Santo Padre a esta celebración, el cardenal Eugênio de Araújo Sales, arzobispo emérito de Río de Janeiro.

El Papa se dirige de manera particular a los obispos para subrayar la importancia de «asumir con verdadero espíritu pastoral la antiquísima devoción mariana de vuestro pueblo».

«Para que esta devoción sea un camino para el encuentro, en la fe, con Dios en Jesucristo, depende mucho del ejemplo de los pastores y de los agentes de pastoral», constata..

El Santo Padre invita, por tanto, a ayudar a ayudar a los fieles brasileños «a vivir su devoción mariana como un testimonio claro y valiente de amor a Cristo, que manifieste la identidad personal y comunitaria de los católicos, contra el peligro del secularismo y del consumismo, y al mismo tiempo, favorezca en las familias la práctica de las virtudes cristianas».

«Esta devoción –asegura– ayudará a consolidar los vínculos de comunión con los pastores de la Iglesia de Cristo, afrontando la disgregación de la fe, tantas veces fomentada por el proselitismo de las sectas».

La devoción a esta advocación mariana de los fieles brasileños, país con el mayor número de católicos del mundo, hunde sus raíces en 1717, cuando tres pescadores encontraron entre sus redes una figura rota de terracota de la Virgen de la Concepción, de tan solo 36 centímetros.

La tradición cuenta que la pesca, que hasta ese momento había sido escasa, fue tan abundante, que tuvieron que volver a la costa por el peso que tenían sus pequeñas embarcaciones.

Uno de los pescadores llevó la imagen a su casa y le colocó en un pequeño altar, unos años después crearon un oratorio, lugar que era visitado los lugareños. El 5 de mayo de 1743, se comenzó a construir un templo, que se inauguró el 26 de julio de 1745, en el que se veneraba a la Virgen bajo la advocación de Nuestra Señora Aparecida.

El pueblo de Nuestra Señora Aparecida está a 167 kilómetros de Sao Paulo.

La Virgen es de color moreno y esta vestida con un manto grueso bordado, sus manos se ubican en el pecho en posición de oración.

Como recuerda el Papa en su mensaje, el Papa Pío X, en respuesta a la petición de muchos fieles, la coronó como Reina de Brasil en 1904. El 4 de julio de 1980, el mismo Papa Wojtyla puso en manos de María a Brasil al visitar el santuario.

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ZENIT Staff

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