La Iglesia católica en Rusia quince años después de su restablecimiento

Entrevista con el arzobispo Tadeusz Kondrusiewicz

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MOSCÚ, jueves, 27 abril 2006 (ZENIT.org).- Un 13 de abril de 1991, Juan Pablo II firmaba un documento por medio del cual se restablecía la estructura de la Iglesia católica en Rusia tras la caída de la Unión Soviética. Desde aquel entonces, muchos cambios han sucedido en la nuevamente conformada Iglesia.

Zenit conversó con el arzobispo de la arquidiócesis de la Madre de Dios en Moscú, monseñor Tadeusz Kondrusiewicz, sobre el desarrollo de la Iglesia católica en Rusia, sus logros y sus retos.

–¿Cómo ha ido transformándose la Iglesia católica en Rusia tras el restablecimiento de su estructura hace quince años?

— Monseñor Kondrusiewicz: Aquí creo necesario hablar de estadísticas. A finales de los años treinta del siglo pasado, en Rusia quedaban sólo dos iglesias católicas junto con dos sacerdotes. Para 1991 crecimos «un poco» pues, oficialmente, estaban registradas diez parroquias. Registrarse significa presentarse ante el Ministerio de Justicia ruso para poder tener un status jurídico y de persona física. También trabajaban siete sacerdotes de los cuales dos eran mayores de 80 años, había cuatro capillas y dos iglesias. ¡Eso era todo! ¡No había nada más! Actualmente, después de 15 años, tenemos ya una Conferencia Episcopal, no muy grande porque sólo hay tres obispos, cuatro arquidiócesis (Moscú, Saratov, Novosibirsk e Irkutsk), cerca de 225 parroquias y alrededor de 25 organismos como el Seminario, Cáritas, que se ha desarrollado muy fuerte en las distintas arquidiócesis, Radio «María» en San Petersburgo y Radio «Don» en Moscú, entre otros. Contamos también con más o menos 270 sacerdotes y 250 religiosas, en ambos casos en su mayoría extranjeros provenientes de 22 países diferentes.

Poco a poco vamos forjando sacerdotes y por ejemplo, un 10% de ellos son ya de origen ruso. En cuanto al número de católicos, aproximadamente hay 600.000 en el territorio de la Federación Rusia, aunque algunos estudios señalan que conforman el 1% de la población, es decir, poco menos de un millón y medio de católicos. Sin embargo, muchos se encuentran en diásporas o aún tienen miedo de declarar su fe y hay que buscarlos, reunirlos.

Continuando con las estadísticas, de las 225 parroquias cerca del 25% de ellas no cuentan con su propio templo, no tienen un lugar donde rezar por lo que tienen que buscar un sitio alternativo. Contamos también con un seminario en San Petersburgo, «María, Reina de los Apóstoles», donde estudian aproximadamente 50 seminaristas. El primer sacerdote fue ordenado en 1999. ¡Ochenta años después de que en Rusia no se ordenara ningún sacerdote católico! En la arquidiócesis de Moscú existen siete casas editoriales que, en estos 15 años, han publicado cerca de 600 diferentes publicaciones en ruso. Así que imagínese, si cada párroco cuenta con al menos un ejemplar de cada uno de ellas, tendrá entonces una ¡biblioteca!

–Y en cuanto a la comunidad católica en Rusia ¿cómo ha cambiado?

–Monseñor Kondrusiewicz: Yo nací en la Unión Soviética, concretamente en Bielorusia, pero frecuentemente me encontraba en Rusia y recuerdo que había algunas parroquias, aquí en Moscú y en San Petersburgo, entonces Leningrado, que se constituían principalmente de «abuelitas». Actualmente, como puede observar, en las comunidades hay mucha gente joven y de mediana edad. Estamos muy agradecidos con estas «abuelitas» porque gracias a ellas se conservó la fe pero, hay que mencionar que la composición ha cambiado. Si a principios de los años noventa la mayoría de quienes se bautizaban eran adultos, hoy en día casi la mitad de nuevos bautizados son recién nacidos. Es decir, que los católicos ya vienen con sus familias.

En la Pascua de este año observamos, precisamente, cuánta gente se bautizó en Moscú: más de 40 personas entre adultos y jóvenes. Además cada día se celebran más matrimonios entre católicos, lo cual nos habla de que conscientemente se están formando nuevas familias en la fe. Y la misma gente que viene a misa, sabe bien a dónde va. Por ejemplo, la adoración de la Santa Cruz el Viernes Santo duró 50 minutos y la gente aguantó, no se fue, siguió la adoración. Ésto, más que cualquier otra cosa, me agrada mucho. Me gusta también el entusiasmo de los jóvenes y ver cómo va cambiando su acercamiento a la religión.

Recuerdo que los primeros jóvenes soviéticos que fueron a Czestochova para ver a Juan Pablo II (1991), al regresar las preguntas eran muy básicas, como por ejemplo: ¿cómo se llega a ser obispo, sacerdote? Interesantes claro, pero actualmente no nos alcanza el tiempo para platicar con ellos. Son ahora más conscientes y eso me alegra. Claro, aún hay mucho que trabajar con la comunidad, los estudiantes, los intelectuales, desarrollar más medios de comunicación, de beneficencia. Me parece que por un lado podemos decir que en estos 15 años la estructura de la Iglesia ha venido desarrollándose y al mismo tiempo, la gente es más espiritual, más activa y sabe qué quiere de la Iglesia. La Iglesia no es para ellos un teatro al que les guste asistir, ni un lugar donde cayeron por casualidad. A la Iglesia vienen a buscar a Dios.

— Usted ha estado en muchos países del mundo. Si comparáramos la comunidad católica rusa con la de otras naciones, ¿cuáles serían sus características particulares?

–Monseñor Kondrusiewicz: Por un lado veo que en nuestra comunidad se fortalece la fe y que los jóvenes van a la Iglesia. Pero al mismo tiempo nos llega el proceso del liberalismo y la secularización. Ante esto, por supuesto que no hay que «cerrar los ojos». Por otro lado, a excepción de las parroquias de Moscú, San Petersburgo, Kaliningrad y tal vez de algunas en Siberia, las demás son muy pequeñas y están muy lejos unas de otras. Los sacerdotes deben tener una preparación espiritual muy fuerte porque se encuentran solos y vive a cientos, a veces a miles de kilómetros, lejos de la comunidad. Por ello el obispo tiene que realizar visitas pastorales contínuas para que los sacerdotes puedan hablar con nosotros, con el vicario general. También es difícil para la comunidad mantenerse cuando se está tan apartada.

–Dentro de lo sucedido en estos quince años no podemos dejar a un lado el tema de la relación con la Iglesia ortodoxa rusa. A su parecer, ¿en qué estado se encuentra dicha relación?

–Monseñor Kondrusiewicz: Por supuesto hay dificultades y no se puede hablar de que no las haya o de que todo va muy bien. Creo que el tema hay que verlo desde una perspectiva más real. Tanto la Iglesia católica como la ortodoxa fueron perseguidas en Rusia. No obstante, la Iglesia católica está prácticamente en todo el mundo, mientras que las actividades de la Iglesia ortodoxa rusa se limitaron a los muros de los templos. Hoy en día, observamos cómo empieza a desarrollar sus actividades con la comunidad, su doctrina social, empieza de nuevo a ampliarse. Este proceso de evolución tiene que pasar. Digamos que en ese «túnel» en el que estuvimos mucho tiempo, por fin vemos «una luz que empieza a brillar». Puede ser que la falta de información o la falta de costumbre de convivir juntas, hayan influenciado. Cuando se dio la apertura en 1991, a Rusia llegaron muchas sectas, sectas destructivas. Nosotros no teníamos templos y empezamos rezando también en apartamentos. Y claro, tal vez en la gente común surgió desconfianza: «¿quiénes son éstos? ¿Son una secta o es gente normal?». Imagínese la situación. Con el tiempo ésto ha mejorado. Ahora para la Pascua tuvimos a un representante de la Iglesia ortodoxa rusa que felicitó a los creyentes y, si seguimos la prensa, tiempo atrás, por ejemplo, el obispo ortodoxo Ilarion dijo en Viena que la Iglesia ortodoxa rusa está dispuesta a hacer una alianza con la Iglesia católica para afrontar los retos de nuestro tiempo. Es una demanda práctica porque juntos
necesitamos hacer frente a los problemas actuales del secularismo, del relativismo, del liberalismo. Sobre ésto habla nuestro Papa Benedicto XVI y el Patricarca Alejo II, ambas Iglesias. Tenemos que trabajar en conjunto. En fin, creo que se dan las condiciones para mejorar el diálogo y soy optimista al respecto.

–Momentos inolvidables ha de haber muchos en estos años de trabajo. ¿Podría compartirnos alguno que recuerde especialmente?

–Monseñor Kondrusiewicz: Por supuesto que la apertura de nuestro Seminario en 1993. Difícil describir la gran emoción de esa ocasión. Aunque también podría decir que la iluminación de la Catedral moscovita fue un gran evento, el festejo del Jubileo y más adelante la muerte de Juan Pablo II que mostró el gran amor de la comunidad rusa hacia el Papa. También podría mencionar la ordenación de nuestro primer sacerdote, en fin, momentos hay muchos.

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ZENIT Staff

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