La lección ética de la gripe aviaria

El doctor Kevin M. Cahill pide cooperación internacional a través de la agencia «Fides»

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 20 febrero 2006 (ZENIT.org).- Ayudar a los países pobres a afrontar las epidemias de gripe sería un tipo de cooperación que beneficiaría a toda la humanidad, alerta el doctor Kevin M. Cahill, entre los mayores expertos mundiales que siguen de cerca la oleada de gripe aviaria, ante la cual ni pánico ni egoísmo tienen utilidad.

El especialista ha analizado en exclusiva para el organismo informativo «Fides» –de la Congregación vaticana para la evangelización de los Pueblos– el riesgo de una epidemia global de H5N1, recalcando los esfuerzos que son inútiles para su contención así como las vías reales para atajar la amenaza, algo que incumbe especialmente a los países ricos.

Tanto el diario vaticano «L’Osservatore Romano» como la emisora pontificia se hacían eco, a finales de la semana pasada, de la alarma y preocupación por nuevos casos de difusión del virus, que está llegando ya a varias naciones europeas.

Y es que la transmisión de la gripe aviar a los hombres –y el contagio de éstos a otros– está bien documentada, explica el doctor Cahill, asesor sanitario responsable para la defensa en caso de ataque bacteriológico de la ciudad de Nueva York, en la cual también dirige el Centro de Enfermedades Tropicales del Lenox Hill Hospital, el Center for International Health and Cooperation –que igualmente preside–; también es profesor de Medicina Tropical y Parasitología Molecular en la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva york, así como profesor y presidente del Departamento Sanitario Internacional en el Royal College de Cirujanos en Irlanda y asesor del Servicio Sanitario de las Naciones Unidas, entre otras actividades profesionales.

Hace más de un siglo que la gripe aviaria «está reconocida como un problema veterinario significativo»; «las aves migratorias, especialmente los gansos, son reservas ideales para la infección porque manifiestan pocos síntomas, mientras que la volatería doméstica es muy vulnerable y muere un número elevado cuando una cepa del virus altamente patógeno de gripe infecta el criadero», explica.

«La gripe aviaria está causada por un organismo viral del tipo A»; investigaciones científicas han permitido especificar que «todas las epidemias graves han sido ocasionadas por subespecies de virus H5 y H7», y «es sabido –prosigue– que estos virus gripales tienen capacidad de mutar, cambiando su estructura genética y cobertura proteínica para anular la protección normal del huésped gracias a los anticuerpos que se hubieran formado precedentemente».

«Finalmente –confirma– la transmisión de la gripe aviaria a los hombres está bien documentada, y los hombres pueden, en consecuencia, infectar a otros hombres».

Apunta el doctor Cahill la importancia de entender estos hechos básicos «para comprender la actual preocupación por una pandemia de gripe aviaria».

«El estallido global de una gripe aviaria humana expone a un peligro fatal a millones de personas en el mundo, y sería particularmente peligroso para la gran mayoría que vive en países donde los programas de sanidad, las estructuras médicas, el personal médico, las vacunas y las medicinas son del todo inadecuadas», denuncia.

El inicio de la amenaza actual

«En 2003 un tipo mortal de gripe H5N1 fue hallado en pájaros y animales domésticos en el sudeste asiático. Éste fue el momento de mayor difusión epidémica jamás registrado, con 150 millones de aves muertas por la enfermedad o eliminadas en el desesperado intento de controlar su difusión», recuerda el doctor Cahill.

«Esta particular forma de gripe aviaria, que se desplaza con los recorridos de las aves migratorias –subraya–, ha sido hallada recientemente en un amplio territorio geográfico desde Asia a Rusia, Turquía, Grecia y en muchas partes de China».

Este análisis del doctor Cahill fue publicado por «Fides» el pasado 13 de febrero; el número de países ha aumentado durante la semana. En cualquier caso, el día de su publicación, la agencia del dicasterio misionero ya daba cuentas de la extensión del virus H5N1 a África y apuntaba en el mundo 161 casos registrados y 86 personas muertas por esta causa.

«El virus culpable es un organismo resistente que se transmite con la saliva y las heces de los animales infectados; los repletos mercados tradicionales de Asia sudoriental ofrecen un criadero perfecto para su transmisión. La consecuencia económica para la industria de la volatería es obviamente grave; la atención naturalmente está centrada en un eventual estallido de una variante humana que sería casi catastrófica», describe.

Apunta el doctor Cahill que ya en 1918 una gripe aviaria se transformó en una epidemia humana con elevada mortalidad: 50 millones de personas perecieron en un año, más «que en las dos guerras mundiales».

Aparte de los ingentes gastos que ocasionaría un nuevo estallido de gripe aviaria, el especialista se hace eco de estimaciones según las cuales «si hubiera una epidemia global –una pandemia– las medidas a adoptar deberían incluir cuarentenas obligatorias que trastornarían por completo los intercambios comerciales normales, los viajes y el turismo, con perjuicios incalculables para la economía global y también para la estabilidad política, especialmente en la naciones más vulnerables y menos desarrolladas del mundo».

Los esfuerzos necesarios y los vanos ante el virus H5N1
A la luz de todos estos datos, «la amenaza planteada por el virus H5N1 tanto a la salud humana como a la veterinaria es por lo tanto muy real», reconoce el doctor Cahill.

Ciertamente recalca que una amenaza no es una certeza, y que tanto la naturaleza como el hombre pueden influir, modificando un potencial desastre; de hecho «algunos virus cuando mutan se debilitan y lo que es letal para los pájaros podría, se espera, ser menos perjudicial para los hombres», «pero el mundo no puede sencillamente esperar».

De ahí la urgencia de «reforzar las medidas de control», «observando atentamente la difusión de las aves infectadas, vacunando la volatería doméstica, aislando inmediatamente las zonas afectadas, mejorando la supervisión, desarrollando incentivos innovadores para reembolsar a los agricultores pobres la pérdida de sus criaderos», enumera.

En su opinión, «estos sistemas, unidos a la educación pública, pueden enseñar a las personas cómo reconocer el virus H5N1 mientras sea todavía un problema sobre todo aviario, y alentar a los criadores locales a informar de los animales enfermos a las autoridades, en lugar de esconderlos temiendo una pérdida económica».

En cuanto a la perspectiva de hacer frente a una pandemia humana, existen respuestas clínicas individuales y de salud pública, y de nuevo la educación en un componente crítico en este terreno, añade el doctor Cahill.

A los gobiernos les señala el deber de que inviertan para desarrollar y almacenar vacunas y medicinas antivirales que se empleen durante una emergencia.

Pero añade que «deben mejorara la vigilancia internacional por la gripe y entender que las enfermedades infecciosas no respetan las fronteras».

Por eso puntualiza que «las naciones ricas deben aprender que ayudar a los países pobres a afrontar las epidemias de gripe no es una forma de caridad», sino que «este tipo de cooperación puede permitir controlar en su brote una epidemia lo más rápidamente posible y por lo tanto beneficiar a toda la humanidad, sin distinción de raza, religión, riquezas o nacionalidad».

«Sencillamente no hay lugar para el localismo ante una pandemia», sintetiza.

En cuanto a «los individuos que buscan seguridad acumulando provisiones personales de medicinas» les explica que «estos tipos de esfuerzos egocéntricos son probablemente una locura en este momento».

Y es que «hay problemas muy concretos que deben id
entificarse –aclara–; las vacunas y medicinas que se venden ahora podrían no ser adecuadas si hay una mutación viral, podrían verificarse resistencias a medicinas o efectos secundarios de toxicidad, muy probables si se observan las precedentes experiencias de epidemias».

«Afrontar una epidemia requiere conocimiento, calma profesional y mayores inversiones para preparar todo el sistema de infraestructuras de la salud pública. El pánico y el egoísmo no servirán para un buen fin», concluye el especialista.

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ZENIT Staff

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