La ''Lumen Gentium'' puso al pueblo antes de la jerarquía e iluminó todo el Concilio

Entrevista al obispo emérito de Melo y padre conciliar, monseñor Roberto Cáceres (I)

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El año que termina ha estado marcado por la celebración de los 50 años del inicio del Concilio Ecuménico Vaticano II, a cuyo acontecimiento el papa Benedicto XVI le viene dando un realce especial en la Iglesia. Recordemos que él mismo participó como perito y consejero del entonces arzobispo de Colonia, cardenal Joseph Frings.

Otro que también participó muy joven, fue monseñor Roberto Cáceres, hoy obispo emérito de Melo en Uruguay, quien le contó a ZENIT algunos detalles de este verdadero “evento del milenio”, según el entender de algunos analistas del siglo XX.

¿Cómo llegaban ustedes al Concilio? ¿Qué era lo más “pesado” para la pastoral entonces?

–Monseñor Cáceres: Había como un anquilosamiento, como una rutina. Se tenía la percepción de que no llegábamos a la gente, sobre todo en Sudamérica y en Uruguay de donde provengo. Uno veía que había una separación, no buscada, sino un poco creada por nuestra forma de encarar el mensaje cristiano, el mensaje de Jesús.

Faltaba simplicidad, ¿quizás?

–Monseñor Cáceres: Se era demasiado intelectualista, lo que no estaba al alcance de la gente para que entendiera. Porque si bien el mensaje de Jesús no cambia, la gente sí cambia, las culturas, porque los tiempos van cambiando a los pueblos. Así, con nuestras actitudes, nuestros ritos, nuestra forma de hablar, el mismo latín en las formas litúrgicas, en la eucaristía, se daba a entender que estábamos hablando en dos momentos distintos.

¿Desde qué sesión se empezaron a vislumbrar ideas nuevas en el Concilio?

–Monseñor Cáceres: Nosotros ya teníamos el pensamiento de Juan XXIII, con su aggiornamento. Yo ubico un cambio que pareciera secundario y sin sentido, hasta banal, que fue en la Lumen Gentium. En el esquema de ese documento, que habla de la “Luz de las gentes”, de Jesús en la Iglesia, de la Iglesia como prolongadora de Jesús, había un primer capítulo con generalidades. Luego el segundo, sobre la jerarquía y en el tercero estaba el pueblo, después llegan otros hasta que se ubica a María.

Un paréntesis, ¿es cierto que ese capítulo sobre María casi se pierde?

–Monseñor Cáceres: Algunos querían hacer un tratado solo sobre María, pero otros dijeron que de este modo la íbamos a sacar de la Iglesia, por lo que se decidió dejarla dentro del documento sobre la Iglesia, porque ¡ella es la Iglesia!

Volvemos entonces al orden que tuvo inicialmente el esquema de la Lumen Gentium

–Monseñor Cáceres: Decíamos que el segundo capítulo hablaba de la jerarquía, y el tercero del pueblo. Pero entonces se invierte…, proponen invertirlo y que primero vaya el pueblo y después la jerarquía, que está al servicio del pueblo. Eso que parece algo tan trivial, puso como objetivo de la Lumen Gentium, a Jesús mismo que vino a servir y no a ser servido. Entonces se definió que primero iría el pueblo, la gente, toda persona humana, de cualquier cultura, raza o nación. Porque basta que sea gente para que sea objeto de redención, se buscaba el bien integral de las personas. Eso lo cambió todo, iluminó todos los 16 documentos que emitió el Concilio.

¿Qué otro documento cambió las cosas, digamos como “del día a la noche”?

–Monseñor Cáceres: Diría toda la discusión sobre el comienzo de Gaudium et Spes, donde se habla de la Iglesia dentro del mundo, la Iglesia impregnando a la sociedad, dándole tonalidades cristianas a los acontecimientos, que es su tarea en el mundo. Sabrá usted que se discutió si se comenzaba con “las calamidades, las angustias, los dolores, los sufrimientos del mundo”… O mejor comenzar positivamente, “con las alegrías y las esperanzas”. Entonces se votó y se optó para empezar por lo positivo.

Eso fue fundamental, si se analiza hoy en día…

–Monseñor Cáceres: Fíjese cómo esta constitución dogmática comienza con “Gaudium” –las alegrías–, y “Spes” –las esperanzas–, o sea toda la esencia del cristianismo que es la alegría de vivir. Por que si algo no valoramos lo suficiente es la vida, tan distinta del resto de la creación, a imagen de Dios, creada por Dios. Tan importante que cuando el hijo de Dios viene al mundo se hace vida humana.

La Dei Verbum también trajo un gran cambio, ¿no?

–Monseñor Cáceres: Sí, pero temo que se pudo quedar en un después demasiado teórico. Es cierto que se lee más la Biblia en la liturgia, pero me temo que todavía no hayamos entusiasmado a la gente con la Palabra de Dios. Es verdad que se ha insistido en tenerla, en leerla pero no sabría decir si se ha insistido en incorporarla… Porque para eso está, eso es como incorporarnos a Jesús.

No le veo tan entusiasta como con las anteriores…

–Monseñor Cáceres: Es que diría que el cambio fue formal. Si bien se añadió una lectura más en la eucaristía, se hicieron nuevas ediciones de la Biblia, del Nuevo Testamento, hay más distribución. Pero cómo me gustaría, por ejemplo, que la gente se fuera de la misa dándole más importancia, y sepan que la misa misma sale de la Biblia.

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José Antonio Varela Vidal

Lima, 1967. Periodista colegiado con ejercicio de la profesión desde 1989. Titulado en periodismo por la Universidad Jaime Bausate y Meza, de Lima. Estudios complementarios en filosofía, teología, periodismo religioso, new media y en comunicación pastoral e intercultural-misionera; así como en pastoral urbana, doctrina social de la Iglesia y comunicación institucional y estratégica, desarrollados indistintamente en Lima, Quito, Bogotá, Roma, Miami, y Washington DC. Ex jefe de oficinas de comunicación institucional en el sector público y eclesial. Asimismo, fue gerente de televisión de un canal y director de dos revistas impresas. Es articulista en publicaciones católicas de su país y del extranjero, entre ellas zenit. Actualmente colabora con los padres palotinos, presentes en el Perú desde el 2014.

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