La peregrinación más grande de la Historia

La fe de los jóvenes conquista la Ciudad Eterna

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CIUDAD DEL VATICANO, 17 agosto (ZENIT.org).- Roma ofrecía hoy un espectáculo impensable hace tan sólo veinte años: miles y miles de jóvenes comenzaron a atravesar a las 7:30 de la mañana la Puerta Santa de la Basílica del Vaticano. Un río humano que arrastra su caudal hasta las 23:00.

En esta jornada llegaron al Vaticano unos 200 mil jóvenes. Como no podían pasar todos por la Puerta Santa, se utilizaron también el resto de las puertas de la basílica, un gesto que quiere expresar la voluntad de conversión y de amor incondicional a Cristo.

Las palabras de las Bienaventuranzas resuenan en el ambiente, gracias a la potencia de los altavoces; mientras que los chicos y chicas, con sus banderas, gorras y pañuelos salen en procesión, de 20 mil en 20 mil cada hora, de la plaza Cavour (a unos setecientos metros de distancia, más o menos), meditando precisamente en esas palabras de Jesús: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios», «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos obtendrán misericordia»… Frases que se encuentran escritas en grandes carteles colocados en las columnas de la Vía de la Conciliación, que desemboca en la gran plaza vaticana. Frases que hace dos mil años cambiaron el rostro del mundo.

La procesión de los jóvenes de «toda lengua, tribu y nación» pasa, entonces, la Puerta Santa y se dirige en oración a la tumba de Pedro. Se trata de un auténtico espectáculo de esperanza, que plantea serios interrogantes, especialmente a los que ya están entrados en años. Los jóvenes que no vinieron a San Pedro del Vaticano, esta mañana, acudieron a recibir el perdón de Dios, en el sacramento de la reconciliación que se administra en el Circo Máximo, o a participar en las catequesis en 32 idiomas, que se concluyen al final de la mañana con una eucaristía juvenil muy animada.

Entre las 160 catequesis que se ofrecieron hoy, en el marco de estos tres días de meditación y oración que preparan el gran encuentro con el Papa en la explanada de Tor Vergata, hemos podido seguir la del cardenal arzobispo de Génova, Dionigi Tettamanzi, en la Basílica de san Juan de Letrán, catedral del Papa.

El tema que afrontó el purpurado ante un auditorio que llenaba el histórico templo fue «Cristo se entregó así mismo por nosotros». Tettamanzi recordó el amor único de Jesús por cada persona, tal y como aparece en el Evangelio, y explicó que los cristianos están llamados a vivir una vida audaz, caracterizada por la valentía para acoger este amor en la propia existencia concreta. En ocasiones, sufriendo incluso injustamente a causa del mal, siguiendo las huellas de Cristo crucificado, «escándalo para los judíos y locura para los gentiles» y; sin embargo, signo de victoria, pues «la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres».

«No hay nada que sea más valioso y necesario para el mundo que la cruz de Cristo –concluyó–, pues de su acto de amor mana la salvación de todos y de cada uno. Queridos jóvenes, si queremos salvarnos, ahora sabemos a dónde tenemos que ir: ¡tenemos que ir, es más, tenemos que estar a los pies de la cruz de Cristo!».

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ZENIT Staff

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