La posibilidad de la eutanasia induce al suicidio

Testimonio de Magaly Llaguno, enferma de cáncer

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MIAMI, 22 junio 2001 (ZENIT.org).- Ofrecer la eutanasia como opción lleva al enfermo a sentirse como un peso para sus seres queridos. Esta es la conclusión a la que llega el conmocionante testimonio de Magaly Llaguno, enferma de un doloroso cáncer, que ha dedicado su vida a promover la belleza y el respeto de la vida humana.

Llaguno, refugiada cubana en Estados Unidos desde 1959, fundó en 1972 el Comité Pro Vida Internacional y es en estos momentos directora de Vida Humana Internacional para Hispanoamérica.

«Estoy en las ultimas etapas de un tipo de cáncer muy doloroso, llamado Myeloma Múltiple, que se ha hecho refractario (es decir, que no responde a la quimoterapia)», revela en un artículo publicado en diversos medios.

«A juzgar por mis sentimientos y los de aquellos que me rodean, puedo decirles que la depresión es una situación común en estas circunstancias. Pero lo que un paciente necesita no es que alguien le «ayude» a suicidarse lo que, dicho sea de paso, lleva a la persona que «ayuda» a cometer un asesinato. Creo sinceramente que cualquiera a quien se le ofrezca esta «solución rápida, barata y fácil» va a comenzar a sentirse como una pesada carga sobre sus seres queridos y sobre la sociedad».

Según Magaly, una persona en etapa terminal «puede inclusive sentirse empujada u obligada a elegir el suicidio».

«Dado que lo que necesitamos es una actitud positiva para que nuestro sistema inmunológico trabaje apropiadamante, y para que nuestro cuerpo en general sane o al menos mejore en su salud, una actitud negativa, pro-muerte en aquellos que nos rodean no hace sino hacer mas difíciles las cosas», constata.

Y por ello, plantea que lo que los pacientes terminales necesitan es «una compasión real» y no aparente, como la que «nos ofrecen los que promueven el suicidio asistido y la eutanasia».

«Necesitamos un oído amigo, una palabra amable de vez en cuando, pero mas que nada, necesitamos el amor con compasión de quienes nos rodean», concluye Magaly Llaguno.

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ZENIT Staff

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