'La última palabra la tiene siempre el amor y la ternura'

Niños de la calle en República Democrática del Congo reconstruyen sus vidas

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Por Nieves San Martín

KINSHASA, domingo 23 septiembre 2012 (ZENIT.org).- Llegan noticias del comienzo de curso escolar en el proyecto Bana ya Poveda, que impulsan en la República Democrática del Congo la Institución Teresiana y una serie de organizaciones no gubernamentales y benefactores locales e internacionales.

En una carta dirigida a los benefactores y patrocinadores del proyecto, la dirección de este centro para niños de la calle, explica que «a pesar de la crisis, aquí continuamos gracias a vuestra ayuda solidaria».

Este año 2012, han podido resistir los recortes presupuestarios a la Cooperación Internacional que han hecho los gobiernos a nivel internacional, gracias a la solidaridad de algunos sectores privados. «A todos quiero daros las gracias en nombre de los niños y jóvenes», informa la directora del centro Bana ya Poveda.

Como se sabe, este es un trabajo delicado –de ahí que no haya nombres en esta información- que trata de reintegrar a estos niños que viven en la calle a sus familias, si es posible, o en caso contrario, darles una educación y enseñarles un oficio que les ayude a ganarse la vida y crear una nueva familia.

Como todos los años, al comienzo del curso escolar, incluye las principales noticias de la marcha del Proyecto.

El año anterior, indican los responsables del centro, «hemos reunificado a 39 niños, es decir a casi la totalidad de los alojados».

«Este trabajo –añaden- ha sido posible gracias al buen hacer profesional del equipo de educadores que, con gran dedicación y sacrificio, se entrega a la búsqueda de miembros de familias o de familias de acogida para trabajar la mediación familiar. Gracias a la intervención del jurista, a todos los niños reunificados se les ha conseguido el Acta de nacimiento que les da el derecho a la ciudadanía. Salvo un niño, los demás no figuraban en ningún registro ni censo».

Cada semana el equipo estudia la situación, niño por niño, y se dan pautas para preparar al menor para su vuelta a la familia. «Es un trabajo delicado que exige tiempo y el apoyo del psicólogo que orienta el trabajo de los educadores para reforzar la resiliencia en el menor», explica el equipo.

En el mes de julio, tuvieron la alegría de que siete jóvenes agricultores, dos costureros y tres zapateros, obtuvieran el diploma de aptitud profesional, otorgado por el Ministerio de Asuntos Sociales a los jóvenes que han seguido la formación en el centro.

En este mes de septiembre, han escolarizado a cuarenta nuevos niños alojados en el centro y a 23 de los que han reunificado con sus familias y necesitan todavía apoyo del proyecto para poder seguir estudiando. Le garantizan, una vez reunificados, que puedan terminar al menos la escuela primaria. Cada día cuando vuelven del colegio reciben también apoyo escolar.

Concluye el mensaje enviado a ZENIT con un ejemplo de lo que consideran «el milagro de cada día», la historia de J.H.

«J.H. fue abandonado a la edad de tres años por su madre violada que nunca quiso al menor; enrolado por fuerza en el ejército a la edad de diez años; como niño soldado, víctima de las peores prácticas de lavado de cerebro para hacerle robot del crimen institucionalizado, y así podría seguir relatando una larga cadena de sufrimiento y violación de sus derechos de niño, pero no», señala la responsable del centro.

Pero la historia tiene un final sorprendente: «Hoy J.H. es padre de familia rehabilitado gracias a su entrada en el Proyecto, y no sólo eso, sino que ha acogido en su casa a tres niños, además de los dos que ya tiene, en gratitud a lo que por él hemos hecho».

Según su autobiografía y los pronósticos psicosociales, estaba abocado a ser un criminal o padre violento. Pero según su propio testimonio esta transformación ha sido posible por una serie de encuentros positivos con personas que han tenido hacia él una mirada de bondad y de esperanza de manera que él ha recuperado la confianza en sí mismo.

«Este es nuestro trabajo al lado de estos jóvenes y al que contribuís, buscar con cada uno los puntos positivos que les ayudará a reconstruir sus vidas. J.H. es la mejor prueba para no excluir a nadie de una posible rehabilitación. La última palabra la tiene siempre el amor y la ternura».

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ZENIT Staff

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