Las tres peticiones de la Iglesia católica a la futura Constitución europea

Según el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado

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CIUDAD DEL VATICANO, 18 febrero 2003 (ZENIT.org).- La Iglesia católica presenta tres propuestas legislativas fundamentales a la futura Constitución europea con el objetivo de que ésta reconozca su identidad, aclara el brazo derecho de Juan Pablo II en la guía de la Santa Sede.

Ante todo, explica el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado vaticano, la Iglesia pide «el reconocimiento jurídico de las Iglesias y de las comunidades religiosas que, en concreto, comporta el derecho de cada una a organizarse libremente, en conformidad con los propios estatutos y los propios objetivos».

En segundo lugar, añade, los católicos exigen «la salvaguarda de la identidad específica de las Iglesias y de las comunidades religiosas y, en virtud de la contribución que éstas ofrecen a la vida pública, prever un diálogo estructurado entre la Unión y las mismas confesiones».

La última petición, según el cardenal Sodano, es «el respeto por parte del ordenamiento de la Unión del estatuto jurídico del que disfrutan las confesiones religiosas en virtud de las legislaciones nacionales de los Estados miembros».

El purpurado, que ha presentado estas reivindicaciones en una entrevista concedida este martes al diario Avvenire, considera que la posibilidad de incluir la herencia cristiana de Europa en el futuro Tratado constitucional no es «el aspecto de mayor peso de nuestras peticiones».

«Sin embargo –aclara–, lo consideramos importante pues corresponde a un dato histórico innegable: las raíces culturales de los valores europeos son múltiples, pero el cristianismo ha contribuido a forjar estos últimos de manera particular».

El purpurado cita, por último, una investigación que ha examinado, según la cual, el 81% de los ciudadanos de los 15 países miembros de la Unión Europea y de los 10 candidatos a unirse a inicios de 2004 se reconoce en las confesiones cristianas.

«Excluir este factor sería como construir Europa sin tener en debida consideración a los europeos. Contradiría los principios de un auténtico pluralismo y, por tanto, de una sana democracia», concluye.

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ZENIT Staff

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