Llamamiento de los combonianos tras el asesinato de un misionero en Uganda

Destinatarios: ONU, Unión Africana, Unión Europea, gobiernos de Uganda y Sudán y prensa

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 1 abril 2004 (ZENIT.org).- Los Misioneros Combonianos lanzaron este un llamamiento a la comunidad internacional tras «la trágica muerte del padre Luciano Fulvi», «enésimo episodio de violencia de las regiones septentrionales de Uganda donde trabajan nuestros hermanos y hermanas».

El llamado ha sido formulado a través de una nota conjunta de la madre Adele Brambilla –superiora general de las misioneras combonianas– y del padre Teresino Serra –superior general de los combonianos–.

Originario de Pescia (Italia), el padre Fulvi, misionero de 76 años de edad de dicha congregación, fue hallado muerto el miércoles por algunos hermanos de su comunidad en su habitación de la misión de Layibi, en las afueras de Gulu –norte de Uganda–. Había sido degollado por desconocidos. Dos cuchillos fueron encontrados cerca de un muro que rodea el patio de la misión.

«Por el momento no ha sido confirmada la identidad del asesino del padre Fulvi –afirma la nota de los misioneros difundida por la agencia «Misna»–, pero según las informaciones recibidas desde Uganda sostenemos que se ha tratado de un cruel acto de bandidaje».

Conscientes «de la inseguridad y de la miseria ocasionada por la sangrienta guerra civil en marcha desde finales de los ochenta», los misioneros lanzan «un afligido llamamiento a la comunidad internacional» «para que se movilice a favor de la extenuada población civil, sometida diariamente a inenarrables vejaciones por parte de numerosas bandas armadas».

«Ante todo nos dirigimos a las autoridades de Kampala, a fin de que aclaren este doloroso episodio del que ha sido víctima el padre Fulvi, deseando un mayor compromiso del gobierno en garantizar la integridad de todos aquellos, laicos y religiosos, que viven en los distritos septentrionales del país».

El llamamiento se amplía al gobierno de Jartum (Sudán), al que los religiosos «imploran que impida el abastecimiento de armas y municiones destinados a los rebeldes norugandeses del “Ejército de Resistencia del Señor” (LRA), asegurando a la justicia internacional aquellos que han cometido crímenes contra la humanidad».

El principal de éstos –recuerdan– es «el líder del LRA, Joseph Kony, responsable del secuestro de más de 25 mil niños –reclutados a la fuerza en su formación— y de un inaudito baño de sangre que ha costado la vida a más de 100 mil personas».

«Pedimos además al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, a la Unión Africana y a la Comisión de la Unión Europea que incluyan en sus respectivas agendas este “conflicto olvidado”, estudiando oportunas iniciativas diplomáticas que puedan frenar esta absurda espiral de violencia», prosigue el documento.

Para ello, de acuerdo con los misioneros combonianos, se debe «incluir el tema del conflicto norugandés en el programa de negociaciones entre el gobierno sudanés y el movimiento del “Ejército de Liberación Popular de Sudán” (SPLA), conscientes del desarrollo regional de la guerra en marcha desde 1983 en las zonas meridionales de Sudán».

«Con amargura constatamos –añaden– la gran falta de atención de la prensa internacional sobre las guerras africanas», por lo que invitan a los responsables de la información «a dar voz a los pueblos que sufren en el Continente».

«Estamos seguros de que el sacrificio del padre Fulvi y de otros 14 misioneros pertenecientes a nuestros institutos, consumados en tierra ugandesa en estos últimos treinta años, representan un extraordinario signo de fraternidad universal. ¡Que San Daniel Comboni proteja Uganda!», concluye el llamamiento.

«Ser misionero es dar la vida por Jesús», reconoce el padre Albanese

Hace tan sólo tres semanas, el padre Giulio Albanese, misionero comboniano y director de la agencia «Misna», había estado con el padre Fulvi en su misión.

«El padre Fulvi era un hombre generoso» y consciente de los peligros de su misión –recuerda–, «como todos los misioneros que viven en el norte de Uganda y que saben que arriesgan la vida todos los días».

Para el padre Albanese, este suceso «es la enésima prueba de que ser misionero es dar la vida por Jesucristo. La pasión por la misión llega a un punto tal que se hace martirio».

«Quisiera recordar –prosigue— que en cualquier caso la misión se hace no sólo de gestos, de acciones, sino que significa sobre todo estar con el otro, estar con el hermano. Es una experiencia de compartir mucho».

«El padre Fulvi en estos años ha compartido su experiencia y su bagaje profesional –era profesor– al servicio de las personas pobres», indica. «Lo hizo siempre con enorme gratuidad, siempre con la sonrisa en la cara. Fue verdaderamente un testigo del Dios vivo».

«Creo que el sacrificio del padre Fulvi, como de otros religiosos y religiosas, sacerdotes y laicos, que han caído estos años, es un signo de esperanza para un país y una región, la del norte de Uganda, donde la guerra sigue desgraciadamente matando todos los días», concluye el padre Albanese.

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ZENIT Staff

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