Redescubrir la belleza para redescubrir a Dios, sugiere el Papa

Al meditar en la audiencia general sobre el Salmo 44, «Las nupcias del rey»

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 29 septiembre 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II propuso este miércoles durante la audiencia general redescubrir la belleza para poder redescubrir el rostro de Dios y anunciarle en un mundo marcado por la fealdad.

Para explicar a unos quince mil peregrinos qué es la belleza el pontífice se dejó guiar por el Salmo 44, composición poética del Antiguo Testamento dedicada a las nupcias del rey judío, en la que los cristianos han visto una premoción del Mesías, Jesús.

Es un canto, explicó, que «exalta la belleza y la intensidad del don del amor entre los cónyuges», que el pontífice sintetizó con una expresión del Cantar de los Cantares: «Mi amado es para mí, y yo soy para mi amado».

El salmo destaca en particular, como aclaró el Santo Padre, «la belleza del esposo, signo de un esplendor interior y de la bendición divina», cuando afirma: «Eres el más bello de los hombres».

«Precisamente en virtud de este versículo, la tradición cristiana representó a Cristo en forma de hombre perfecto y fascinante», constató.

«En un mundo, que con frecuencia está marcado por la fealdad y la degradación, esta imagen constituye una invitación a volver a encontrar la «via pulchritudinis» [la vía de la belleza, ndr.] en la fe, en la teología, y en la vida social para elevarse hacia la belleza divina», propuso.

«Ahora bien, la belleza no es un fin en sí misma», advirtió el pontífice en su reflexión. «Hay que armonizar la belleza con la bondad y la santidad de vida para que resplandezca en el mundo el rostro luminoso de Dios bueno, admirable y justo».

De este modo se comprende la paradoja de la vida terrena del mismo Cristo, quien en la Pasión cargó con los pecados de los hombres, experimentando la peor de las maldiciones.

De este modo, constató el Papa citando a san Juan Crisóstomo (347-407), obispo de Constantinopla y doctor de la Iglesia, Cristo «se convirtió en maldición para llenarte de bendiciones».

«¿Qué puedes comparar a esta bendición, que por medio de una maldición te imparte una bendición?», fue la pregunta, tomada prestada del Padre de la Iglesia, con la que concluyó la reflexión Juan Pablo II.

La meditación continuó con la serie de reflexiones que viene ofreciendo en torno a los salmos y cánticos de la Liturgia de las Vísperas, la oración de la Iglesia al anochecer. Es posible leerlas en la sección «Audiencia del miércoles» de la página web de Zenit (www.zenit.org).

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ZENIT Staff

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