“Si Cristo no ha resucitado, el cristianismo es absurdo”, afirma el Papa

Benedicto XVI propone al Apóstol san Pablo como ejemplo de teólogo

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 5 de noviembre de 2008 (ZENIT.org).- «Por sí sola la Cruz no podría explicar la fe cristiana, al contrario, sería una tragedia, señal de la absurdidad del ser. Para Pablo, la resurrección es el dato fundamental». Así explicó Benedicto XVI el contenido del anuncio evangélico –kerigma- paulino, que «hoy después de dos mil años, es también determinante para nosotros».

«Sin el hecho de la resurrección, la vida cristiana sería simplemente absurda», aseveró el Papa durante la audiencia general de este miércoles celebrada en la plaza de San Pedro del Vaticano.

Benedicto XVI continuó el ciclo de catequesis sobre la figura del apóstol Pablo, centrándose en este caso en el kerigma que él predicaba, proponiéndolo como modelo de predicación y de saber hacer teológico también hoy.

En la muerte y resurrección de Cristo, explicó el pontífice, está el «centro gravitacional» de toda la enseñanza de san Pablo: «Aquel que ha sido crucificado, y que ha manifestado así el inmenso amor de Dios por el hombre, ha resucitado y está vivo en medio de nosotros».

Este anuncio, por otro lado, aunque enriquecido y reelaborado por el Apóstol, pertenecía a la tradición apostólica anterior a él, subrayó, quien en esta catequesis, como en otras anteriores, puso de relieve la fidelidad de Pablo a la tradición y la comunión con el resto de la Iglesia.

Así, añadió, «san Pablo ofrece un modelo para todos los tiempos sobre cómo hacer teología y cómo predicar. El teólogo, el predicador no crean nuevas visiones del mundo y de la vida, sino que están al servicio de la verdad transmitida, al servicio del hecho real de Cristo, de la Cruz, de la resurrección».

Por otro lado, este anuncio de la muerte y resurrección de Cristo «sigue siendo central y determinante» para los cristianos hoy. «Todo esto está cargado de importantes consecuencias para nuestra vida de fe: estamos llamados a participar hasta en lo más profundo de nuestro ser en todo el acontecimiento de la muerte y resurrección de Cristo».

«La primera consecuencia, o el primer modo de expresar este testimonio, es predicar la resurrección de Cristo como síntesis del anuncio evangélico y como punto culminante de un itinerario salvífico», explicó el Papa.

Otra consecuencia es que con la elevación de Cristo por la resurrección «comienza el anuncio del Evangelio de Cristo a todos los pueblos – comienza el reinado de Cristo, este nuevo reino que no conoce otro poder que el de la verdad y del amor».

Por tanto, añadió, «la teología de la Cruz no es una teoría – es la realidad de la vida cristiana. Vivir en la fe en Jesucristo, vivir la verdad y el amor implica renuncias todos los días, implica sufrimientos. El cristianismo no es el camino de la comodidad, es más bien una escalada exigente, pero iluminada por la luz de Cristo y por la gran esperanza que nace de Él».

El obispo de Roma, citando a san Agustín, afirmó que a los cristianos «no se les ahorra el sufrimiento, al contrario, a ellos les toca un poco más, porque vivir la fe expresa el valor de afrontar la vida y la historia más en profundidad».

«Con todo sólo así, experimentando el sufrimiento, conocemos la vida en su profundidad, en su belleza, en la gran esperanza suscitada por Cristo crucificado y resucitado».

Además, concluyó, «no basta llevar en el corazón la fe, debemos confesarla y testimoniarla con la boca, con nuestra vida, haciendo así presente la verdad de la cruz y de la resurrección en nuestra historia».

Por Inma Álvarez

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ZENIT Staff

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