Un actor de Hollywood, un primer ministro ugandés, Dios y el sida

Habla el actor Dean Jones de Estados Unidos

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NUEVA YORK, 21 junio 2001 (ZENIT.org).- Un encuentro casual en un avión puede ser una verdadera sorpresa. Esto es lo que sucedió al actor estadounidense Dean Jones, presidente del «Christian Rescue Committee», que ayuda a personas perseguidas por su fe en el mundo.

Jones se sintió interpelado por un elegante señor negro que estaba sentado en el asiento contiguo, al despegar el avión en Nairobi (Kenia) a las 11 de la mañana hacia Londres. El amable señor era el primer ministro de Uganda. Y la conversación acabó en Dios y en el sida.

Así lo cuenta el mismo actor estadounidense.

–¿Cómo se llama?

–Dean Jones.

–¿A qué se dedica?

–Soy actor. ¿Y le puedo preguntar su nombre?

–Apolo Nsibambi, dijo dándome la mano.

–¿Y usted qué hace?, le pregunté.

–Soy el primer ministro de Uganda, respondió.

–Aunque dejó de hablar, –siguió mirándome expresivamente a los ojos como si esperara una adecuada respuesta. Y yo tenía una–. Es interesante haber coincidido, señor primer ministro, dije. He rezado por su país durante más de veinte años.

–¿Por qué ha rezado usted por Uganda?, preguntó.

–Mi mujer y yo somos miembros de una iglesia en Los Angeles que anima a su congregación a rezar por Estados Unidos, Israel y otra nación de propia elección. Mi mujer y yo elegimos Uganda.

«Durante el viaje –relata Dean Jones–, dialogamos sobre la masacre de medio millón de cristianos en Uganda por parte de Idi Amin, sobre la esclavitud en Sudán y la devastadora epidemia de sida que ha dado muerte a millones de africanos. Una azafata se acercó al primer ministro y le dijo: «Tenemos dos asientos vacíos si quiere estar un poco más cómodo».

–No, quiero hablar con este señor, respondió.

«Eran las dos de la madrugada cuando apagamos las luces y tratamos de dormir un poco –recuerda Jones–. Pero yo no me podía quitar de la cabeza la esclavitud y el sida. Aunque nuestro grupo sin afán de lucro está apoyando la redención de esclavos en Sudán, yo estaba más al corriente del tema del sida. Perdí a muchos creativos colaboradores a causa del sida en Estados Unidos. Con mi mente visité a Roger moribundo, con quien mi mujer, Lory, y yo habíamos trabajado. Perdió el oído y gran parte de la vista. Con gran dolor y cubriendo con paños calientes sus terribles forúnculos, trataba de sonreír cuando le hacíamos la pregunta escrita en un cartelón con grandes letras: «¿Estás OK con Jesús?» Respirando con dificultad, explicó cómo había llegado a la «casa» del Señor y cómo su vida pasada había perdido el poder de afectar a su eternidad gloriosa con Dios. Lory estaba llorando. Su madre lloraba también. Yo lloraba. Si hubiera pasado alguien por allí habría visto que el único que sonreía era Roger. Dos semanas después, murió».

«Yo miraba al primer ministro de Uganda que dormía. ¿Habría alguien que pudiera hacer la pregunta sobre Jesús a los millones de personas que en su país tienen una cita con la muerte? «Señor Dios, fortalece a quienes sirven a los enfermos y moribundos en Uganda –recé–. Encuentra una cura, Dios misericordioso, para esta plaga infernal».

«Cuando amaneció y nos sirvieron el desayuno, le expliqué al primer ministro el trabajo que realiza el «Christian Rescue Committee», cómo trasladamos a judíos, cristianos y otros perseguidos a lugares en los que estén a salvo. «Un miembro de nuestro equipo asesor –le dije– está en este vuelo. Él estará en mejores condiciones de ayudar a Uganda que un actor de Hollywood».

–¿Quién es?, preguntó el primer ministro.

–Un respetable senador de Kansas, Sam Brownback. Me encantaría dejarle el asiento a su lado si a usted le interesa hablar con él.

–Sí, mucho, dijo el primer ministro.

«Tras el desayuno, el senador Brownback y el doctor Apolo Nsibambi hablaron mientras yo sopesaba lo extraño de tal encuentro –concluye el actor Dean Jones–. Yo había presentado un líder de mi país, alguien que se preocupa por el pueblo perseguido, a otro líder del país por el que he rezado durante veinte años. Sabía sólo una cosa sobre este encuentro: Yo no lo había preparado. Pero la agenda de Dios es perfecta. El secretario de Estado Colin Powell acaba de anunciar una ayuda de 50 millones de dólares para luchar contra el sida en Uganda. ¿Este encuentro a 39.000 pies de altura tuvo algo que ver en ello? ¿Recibirán ayuda los sudaneses que escapan a la persecución? ¿Serán liberados los esclavos? No lo sé, pero puedo decirles esto: aquellos dos hombres no se encontraron por casualidad».

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ZENIT Staff

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