Vaticano a la ONU: El verdadero desarrollo abarca todos los aspectos de la persona

Intervención del arzobispo Celestino Migliore en las Naciones Unidas

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NUEVA YORK, lunes, 18 octubre 2004 (ZENIT.org).- El verdadero desarrollo debe abarcar todas las dimensiones de la persona humana y no limitarse a niveles de riqueza, bienes y servicios, advirtió el jueves el observador permanente de la Santa Sede ante la ONU.

La plenaria de la 59ª Asamblea General de la organización internacional que afrontaba el décimo aniversario de la Conferencia Internacional de El Cairo sobre Población y Desarrollo (ICPD) fue el contexto en el que el arzobispo Celestino Migliore constató la amenaza que representa para la paz «que la humanidad anhela» el hecho de que la «brecha entre ricos y pobres» se esté «ensanchando».

Ya el propio tema de la ICPD hacía «hincapié en la realidad de que toda verdadera preocupación sobre la población humana está inseparablemente conectada con el desarrollo y el crecimiento de todo ser humano», reconoció el prelado.

Pero «todo desarrollo digno de este nombre debe ser integral –advirtió– y no puede consistir en la simple acumulación de riqueza y en una mayor disponibilidad de bienes y servicios, sino que debe perseguirse con la debida consideración a las dimensiones sociales, culturales y espirituales de todo ser humano».

«Es un hecho –expresó– que el crecimiento de población ha descendido apreciablemente en muchas de las naciones desarrolladas, y que este declive plantea una seria amenaza a su futuro».

De ahí que la Santa Sede «siga estas cuestiones cuidadosamente, alentando valoraciones precisas y objetivas en temas de población y solidaridad global respecto a estrategias de desarrollo, sobre todo en cuanto afectan a las naciones del mundo en vías de desarrollo», apuntó.

Sin embargo, el prelado se hizo también portavoz de la preocupación de la Santa Sede por el hecho de que «no siempre se preste atención adecuada al conjunto de principios –también éticos– esenciales para la respuesta correcta a los análisis» «de los datos sobre tendencias de población».

«Es esencial que todo debate de políticas de población considere simultáneamente el desarrollo actual y proyectado de la raza humana», alertó.

Subrayando que el desarrollo debe abarcar todos los aspectos del ser humano, monseñor Migliore explicó que «los programas de desarrollo deben respetar la herencia cultural de los pueblos y naciones, impulsar estructuras de participación y responsabilidad compartida, y fortalecer nuestra capacidad humana, de forma que cada uno de nosotros pueda llegar a ser la persona» según aquello para lo que ha sido creada.

En este sentido consideró que sería «más prudente si se pusiera el foco de atención en la formulación de políticas de población que promovieran una tipo de libertad personal responsable, en lugar de uno que ha sido definido de forma demasiado restringida».

De aquí se deriva, «entre otros aspectos, que el deber de salvaguardar la familia demanda que se preste especial atención a asegurar al marido y a la mujer la libertad de decidir responsablemente, libres de toda coerción social o legal, el número de hijos que desean tener y el espaciamiento de sus nacimientos», observó.

«Debería ser el propósito de los gobiernos y otras agencias –dijo el arzobispo Migliore– ayudar a crear las condiciones sociales que permitieran a las propias parejas tomar decisiones adecuadas a la luz de sus responsabilidades».

«Sabemos que la paternidad responsable no es una cuestión de procreación ilimitada o pérdida de conciencia de lo que implica criar hijos, pero también implica el derecho de los padres a usar su libertad prudentemente –afirmó–. Más aún, las parejas que elijan tener familias numerosas merecen respaldo».

El arzobispo Migliore calificó además como un «importante hito» de la ICPD el haber encontrado el nexo entre migración y desarrollo, que en estos años ha dado lugar a una «mayor sensibilidad, investigación, cooperación y políticas efectivas en este campo».

De hecho, actualmente la migración se reconoce como el «mayor desafío para todos, relacionado con el desarrollo y la pobreza, y la estabilidad financiera y sanitaria», y los «migrantes son percibidos como agentes proactivos de desarrollo».

A la vez que reconoció estos logros, el prelado alertó finalmente de la necesidad de que los Estados se centren «mucho más en crear trabajos donde la gente vive» y de una «voluntad política y firme determinación» por parte de los Gobiernos y la sociedad civil para «supera el persistente fenómeno de la discriminación, la violencia, el tráfico de personas y la xenofobia».

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ZENIT Staff

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