CIUDAD DEL VATICANO, 26 oct (ZENIT.org).- Esta mañana, en la Sala de Prensa de la Santa Sede, tuvo lugar la rueda de prensa de presentación de la proclamación por parte de Juan Pablo II de Santo Tomás Moro como patrono de los gobernantes y de los políticos. Estuvieron presentes el cardenal Roger Etchegaray, presidente del Comité Central del Gran Jubileo del Año 2000, el senador Francesco Cossiga, del Senado de la República Italiana; lord David Alton, de la Cámara de los Lores (Gran Bretaña) y la senadora Ombretta Fumagalli Carulli, presidenta del Intergrupo Parlamentarios por el Jubileo.
El cardenal Etchagary, en su intervención, indicó que al aproximarse el Jubileo de cuantos tienen responsabilidades políticas, «es un gran regalo que Juan Pablo II les ofrece, señalando como patrono celeste a Santo Tomás Moro, un patrono de tanta altura, a la medida de todos aquellos que deben gestionar la cosa pública».
Ha recordado que este gesto ha sido sugerido al Papa por hombres y mujeres de todo horizonte político de varios continentes. Entre los motivos que le han hecho asentir a su petición, Juan Pablo II subraya que «fue justamente en la defensa de los derechos de la conciencia donde el ejemplo de Tomás Moro brilló con luz intensa» .Y añade que su iniciativa está «en plena sintonía con el espíritu del Gran Jubileo que nos inserta en el tercer milenio cristiano».
El cardenal Etchegaray ha recordado la biografía del santo del que el Papa Pío XI dijo cuando lo canonizó, en 1935, «¡Qué hombre completo!».
«Todos, los anglicanos y los católicos --añadió el cardenal-- han visto en él, en primer lugar, no sólo un santo sino un héroe de la conciencia y un mártir de la fe. Y los hombres políticos, cualquiera que sea su creencia o increencia, lo han considerado como uno de los más grandes representantes de las tradiciones jurídicas de las que Inglaterra está, con buen derecho, orgullosa».
La proclamación del Papa, indicó el cardenal «quiere recordar (a los políticos y gobernantes) la prioridad absoluta de Dios hasta en medio de los asuntos públicos. En un tiempo de eclipse de la conciencia, el Papa nos muestra a todos nosotros un hombre que ha preferido la muerte a la vida por fidelidad a su conciencia, a una conciencia que no ha cesado de iluminar a la luz de Dios y de los consejos de los sabios, lejos de todo fanatismo y subjetivismo».
«No es fácil --afirmó el cardenal Etchegaray-- hacer el elogio de la conciencia y testimoniar su valor supremo; porque exige cuidados constantes de formación, de maduración para que el hombre descubra “la presencia de una ley que no se ha dado a sí mismo y a la que debe obedecer (Gaudium et Spes", n. 16). Cuando se leen las cartas conmovedoras escritas en prisión por Tomás Moro, comprendemos mejor hasta qué punto la obligación de conciencia, que había puesto frente a todas las autoridades preestablecidas, emergía de su santidad. Al descubrirlo e imitarlo, cada uno de nosotros se sentirá más hombre porque más llamado a la santidad, más libre porque más desprendido de todo, más alegre porque más amoroso hacia todos».
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Oct 26, 2000 00:00