JAPÓN: Las dificultades por la falta de niños

Varios artículos publicados el mes pasado señalan los problemas experimentados en Japón debido al bajo nivel de crecimiento demográfico desde hace muchos años. En el «New York Times» (30/5/00), se informó cómo una empresa, «Bandai», está ofreciendo a sus empleados el equivalente a diez mil dólares por cada niño que tengan después del segundo hijo. La empresa, que produce juguetes para niños, explicó que su incentivo es para compensar por el alto costo de mantener a los hijos y para aumentar el número de posibles consumidores de sus propios productos.

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Otra empresas están animando a sus empleados a tener más hijos por medio de ofrecer horarios más flexibles. Además entrará en vigor este mes una ley que aumentará el número de familias que pueden obtener subsidios del gobierno para afrontar el costo de los niños que todavía no asistan a la escuela. Hasta ahora los subsidios se daban durante los primeros tres años de vida del niño, pero ahora seguirán hasta los seis años. Oficiales calculan que el 70% de los niños podrán recibir esos pagos. También el gobierno tiene previsto aumentar el número de lugares disponibles donde las madres que trabajan puedan dejar a sus niños.
Sin embargo, queda por ver cuánto éxito tendrán esas iniciativas. El artículo cita a un investigador, Toshinari Ogino, según el cual en el pasado otras medidas del mismo estilo no han logrado aumentar la tasa de nacimientos. En 1998 el promedio de nacimientos por mujer durante su vida era de 1,38, mucho menos de lo que se necesita para evitar un eventual declive en la población. Actualmente hay 126 millones de personas en el país, pero los expertos calculan que hacia el año 2050 esa cifra habrá bajado a 105 millones, mientras que el número de personas ancianas aumentará fuertemente.
Mientras tanto en la revista «Newsweek» (5/6/00) se apunta que Japón ha tenido que permitir la inmigración de más trabajadores del extranjero, un cambio sustancial en un país que en el pasado siempre ha sido reacio a dejar entrar personas de fuera. Actualmente hay alrededor de un millón y medio de trabajadores del extranjero en Japón. Ellos se concentran sobre todo en los trabajos sucios y duros. Además, hay otro medio millón, aproximadamente, de inmigrantes ilegales en el país.
Uno de los más númerosos grupos de inmigrantes son los descendientes de japoneses que salieron del país en el pasado, buscando lugares donde había más espacio y oportunidades de trabajo. Los que emigraron fueron sobre todo a América Latina y hoy en día sus descendientes están volviendo a Japón. A finales de 1998 había en Japón unos 222.000 de Brasil y otros 41.000 de Perú. Aunque al principio se pensaba que podrían asimilarse más fácilmente a la cultura japonesa, resulta que si bien por las apariencias exteriores son japoneses, en lo que respecta a la cultura son iguales de extranjeros que otras personas.
Un estudio de las Naciones Unidos calcula que el país tendría que permitir la inmigración anual de unos 600.000 de trabajadores para mantener los niveles de producción actuales. Aunque el país está dando los primeros pasos a abrirse a la presencia de más extranjeros, no será un proceso fácil.
Mientras tanto el bajo número de hijos está afectando a las relaciones familiares en Japón, como informa un artículo de «Asiaweek» (2/6/00). En una sociedad donde muchas familias tienen sólo un hijo y donde se casan muy tarde, existe el peligro de que los niños, y los no tan jóvenes, no asuman las responsabilidades que normalmente aceptarían si las familias fueran más numerosas. Para empezar, en Japón es frecuente que los jóvenes permanezcan en casa después de haber terminado sus estudios y estar trabajando.
Según la revista algunos están preocupados porque, al quedarse en casa con sus padres y posponer el matrimonio y la responsabilidad de tener una familia, la nueva generación se concentra en sus propias necesidades e ignoran a los demás. Así, tienen poco interés por el bien de la sociedad o lo que sucede en el resto del mundo.
Los jóvenes se interesan por gastar su dinero en productos para sí mismos, viajar y pasar bien la vida. Ese estilo de vida, orientado hacia la satisfacción de los propios deseos, y el alto consumo de bienes comerciales, no es una buena preparación para el matrimonio y las responsabilidades de ser futuros padres de familia, observan algunos japoneses preocupados por el futuro de su sociedad.
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Contenido provisto por SEMANA INTERNACIONAL
(c) Innovative Media, Inc.

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ZENIT Staff

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