La voz de Camboya en el Foro Internacional de los Jóvenes

Recta final de las sesiones de los 300 delegados de 128 países

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CIUDAD DEL VATICANO, 14 agosto (ZENIT.org).- Mañana concluye en Roma el Foro Internacional de los Jóvenes que se ha precedido las Jornadas Mundiales de la Juventud, en las que participarán más de un millón de chicos y chicas del mundo entero (15 al 20 de agosto).

Como conclusión del Foro, los 300 participantes que representan a 128 países están redactando un memorándum final que será leído ante Juan Pablo II en la noche del 19 de agosto.

El tema de la tercera jornada de este encuentro ha sido «Seréis mis testigos». El argumento ha sido desarrollado por Timothy O’Donnell, presidente del Christendom College de Estados Unidos, quien ha subrayado la fuerza de la alegría de la vida cristiana, incluso en los momentos de sufrimiento.

A continuación, intervino el responsable de los servicios para el Catecumenado en Francia, el padre Dominique Sentucq. En este país, la Iglesia está experimentando el extraordinario fenómeno de adultos que piden el bautismo. En años anteriores, su número fue de casi 4 mil al año, y se trata de una tendencia en aumento.

Más tarde tuvo lugar la mesa redonda con el título «Llevar el Evangelio al nuevo milenio». Se analizó el testimonio cristiano en los diferentes ambientes: familia, mundo del trabajo, cultura, compromiso en la Iglesia, etc.

Como los jóvenes son los auténticos protagonistas del Foro, hoy en la tarde se han reunido para poner en común sus ideas, testimonios y experiencias.

Entre los presentes, se encuentra por primera vez, un joven representante de Camboya, Nget Viney. Estos días se han convertido para él en una oportunidad para testimoniar ante los chicos y chicas estadounidenses, europeos, latinoamericanos o africanos… lo difícil que ha sido llamarse cristiano en su país. «Durante la guerra –explica– los cristianos tuvieron mucho miedo, pues muchos religiosos y religiosas fueron asesinados. La oración era sobre todo una oración escondida, una oración en lo íntimo del corazón».

«No había sacerdotes, no había Iglesia, pero rezábamos juntos en familia –continúa revelando–. Por ejemplo, con motivo de Pascua o de Navidad, dos o tres familias que se conocían bien se reunían para poder rezar juntas».

Después de los años de miedo, Nget Viney llega ahora a Roma, pues «hoy la situación ha cambiado». «Tenemos libertad para profesar nuestra fe –reconoce–, de participar en la eucaristía según nuestros deseos».

«Estoy muy contento de encontrarme aquí con los demás jóvenes de todo el mundo para poder enriquecer mi experiencia de fe. En Camboya sólo hay 7 mil creyentes. Tenemos necesidad de ayuda, en especial de religiosos y religiosas, pues muchos jóvenes desean conocer a Cristo, pero no hay personas que les puedan formar y ayudar».

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ZENIT Staff

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