Estas fueron las palabras del obispo de Roma.
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1. Roma vivió, la semana pasada, un acontecimiento inolvidable: la Jornada Mundial de la Juventud, que ha suscitado en todos una impresión intensa y profunda. Ha sido una peregrinación caracterizada por la alegría, la oración y la reflexión.
Surge de manera espontánea del corazón, como primer sentimiento, el deseo de dar gracias al Señor por este don, verdaderamente grande, no sólo para nuestra ciudad y la Iglesia que está en Italia, sino para el mundo entero. Agradezco también a cuantos han cooperado de diferentes maneras en la realización de este encuentro que se ha celebrado con serenidad y con gran orden. A todos renuevo mi reconocimiento: desde el Consejo Pontificio para los Laicos, hasta el Comité Central del Jubileo, la Conferencia Episcopal Italiana, la Diócesis de Roma, las autoridades civiles y administrativas, las fuerzas de seguridad, los servicios sanitarios, la Universidad de Tor Vergata, las diferentes organizaciones de voluntariado.
Más allá de toda expectativa
2. Mi mente regresa a este encuentro verdaderamente extraordinario, que ha ido más allá de todas las expectativas y, diría incluso, más allá de toda expectativa humana. Siento un deseo muy grande de repetir a estos muchachos y muchachas mi alegría por haber podido acogerles, en la tarde de la solemnidad de la Asunción, tanto en la plaza de San Juan de Letrán como en la plaza de San Pedro.
Siento todavía la profunda emoción con la que participé en Tor Vergata en la vigilia del sábado por la noche y con la que presidí, al día siguiente, la solemne celebración conclusiva.
El espectáculo de Tor Vergata
Al sobrevolar aquella área en helicóptero, pude admirar desde lo alto un espectáculo único e impresionante: una enorme alfombra humana de gente en fiesta, felices al poder estar juntos. Nunca podré olvidar el entusiasmo de esos jóvenes. Habría querido abrazarles a todos y expresar a cada uno el cariño que me une a la juventud de nuestro tiempo, a la que el Señor confía una gran misión al servicio de la civilización del Amor.
Un encuentro con Cristo
¿Qué es lo que han venido a buscar estos jóvenes si no es a Jesucristo? ¿Qué es la Jornada Mundial de la Juventud si no es un encuentro personal y comunitario con el Señor, que dan auténtico sentido a la existencia humana? En realidad, ha sido él mismo el primero que los ha buscado y llamado, como busca y llama a todo ser humano para conducirlo a la salvación y a la felicidad plena. Y al final del encuentro, fue él quien confió a los jóvenes la singular misión de ser sus testigos en cada rincón de la tierra. Han sido días marcados por el descubrimiento de una presencia amiga y fiel, la de Jesucristo, de quien celebramos los dos mil años de su nacimiento.
Pueblo de Dios en camino
3. Los jóvenes, con el entusiasmo típico de su edad, han respondido que quieren seguir a Jesús. Quieren hacerlo, pues se sienten parte viva de la Iglesia. Lo quieren hacer caminando juntos, porque se sienten Pueblo de Dios en camino.
Encender el mundo con el amor de Dios
No tienen miedo de su fragilidad, pues cuentan con el amor y la misericordia del Padre celeste, que les sostiene en la vida de cada día. Más allá de toda raza y cultura, se sienten hermanos unidos por una misma fe, una misma esperanza, y una misma misión: encender el mundo con el amor de Dios. Los jóvenes han puesto de manifiesto que en ellos existe una exigencia de buscar un sentido. Buscan razones para esperar y tienen hambre de auténticas experiencias espirituales. ¡Que el mensaje de la Jornada Mundial de la Juventud pueda ser acogido y profundizado por quienes han participado, así como por todos sus coetáneos, que han seguido las diferentes fases y encuentros a través de los periódicos, la radio y loa televisión!
Es necesario que el clima evangélico, respirado en estos días, no se disperse, sino que por el contrario continúe siendo el clima de las comunidades juveniles y de las asociaciones, de las parroquias y de las diócesis especialmente en el curso de este año jubilar, que invita a todos los creyentes a encontrarse con Cristo, muerto y resucitado por nosotros.
A todos los jóvenes quisiera repetir: tenéis que sentiros orgullosos con la misión que el Señor os ha confiado y llevarla adelante con humilde y generosa perseverancia. Que os sostenga la ayuda maternal de María, quien vigiló por vosotros durante los días de vuestro Jubileo. ¡Cristo y su Iglesia cuenta con vosotros!
Traducción realizada por Zenit.