CIUDAD DEL VATICANO, 29 sep (ZENIT.org).- Mujeres de Dios, audaces a la hora de responder a los desafíos del tercer milenio: este es el perfil que trazó Juan Pablo II de las Hermanas Carmelistas Misioneras, a quienes recibió esta mañana con motivo de su Capítulo General.
Fundadas en España, en el siglo pasado, por el beato Francisco Palau y Quer (elevado a la gloria de los altares por el mismo Juan Pablo II, en 1988), estas religiosas son hoy día casi dos mil y desempeñan su apostolado misionero en 35 países de cuatro continentes.
Comenzaron su capítulo general, en Ibiza, en las Baleares, regresando así a las fuentes originarias de su fundación. El encuentro lo han concluido en Roma con la elección de la nueva superiora general, la madre María Esperanza Izco.
El capítulo se ha convertido en una oportunidad histórica para renovar los cimientos de su identidad religiosa, indicados por el obispo de Roma en la dimensión contemplativa y en el empuje misionero, cuya armoniosa fusión constituye «una necesidad particularmente sentida en una época amenazada tantas veces por la fragmentación o la superficialidad de la existencia humana».
Por eso, el Papa les recordó que «el Cristo descubierto en la contemplación es el mismo que vive y sufre en los pobres». En efecto, añadió, «cuanto más se vive de Cristo, tanto mejor se le puede servir en los demás, llegando hasta las avanzadillas de la misión y aceptando los mayores riesgos».
En los momentos de dificultad y desaliento, Juan Pablo II pidió a las religiosas que recuerden las palabras que les dejó su mismo fundador: «Estando como estamos bien dispuestos a secundar los designios de Dios, no nos dejará sin luz y dirección».