NUEVA YORK, 1 nov (ZENIT.org).- El representante de Juan Pablo II ante las Naciones Unidas exigió ayer la aplicación de las decisiones en materia de desarrollo social prometidas por la comunidad internacional y por los Estados en repetidas ocasiones.
La reivindicación del observador permanente ante la ONU, el arzobispo Renato Martino, resonó ayer con energía ante la sesión de la 55a. sesión de la Asamblea General que analizaba precisamente el tema del desarrollo social. Sus palabras querían evitar que estas reuniones acaben en palabrería.
«Los ciudadanos quieren ver resultados»
En 1995, la Conferencia mundial sobre el desarrollo organizada por Naciones Unidas en Copenhague ya había asumido compromisos concretos en este sentido. Compromisos que han sido reafirmados en el Palacio de Cristal de Nueva York en una Conferencia que hizo un balance del camino andado desde entonces y en la Cumbre del Milenio que reunió a los líderes del mundo. El riesgo, sin embargo, es que todo termine en papel, constató Martino.
«Los ciudadanos del mundo quieren ver resultados –dijo el «embajador» vaticano ante la sede de la ONU en la ciudad estadounidense–. Quieren ver que los compromisos se convierten en realidad. Ya no hay tiempo para complacencias o dudas. La comunidad mundial tiene el deber, ante quienes viven en la pobreza y ante las futuras generaciones de asegurar que en el nuevo siglo se tomen acciones concretas de solidaridad».
«En el mundo del nuevo siglo –añadió–, superando la exclusión y la marginación, cada persona humana tendrá que poder realizar sus propias capacidades y, más allá de abusos inaceptables, cada individuo y familia y comunidad tendrá que poder vivir en dignidad y seguridad».
El papel del Gobierno
En este sentido, el arzobispo recordó la necesidad de adoptar oportunas intervenciones gubernamentales pues el mercado por «sí sólo no es capaz de armonizar adecuadamente el desarrollo económico-social».
«Se requiere que el Gobierno asegure que este mercado actúe en un contexto ético y jurídico apropiado –insistió–. Se requiere que el Gobierno colabore en la promoción de la estabilidad y la equidad y que cree un ambiente en el que la iniciativa económica y la libertad estén acompañadas por medidas de protección social para los más débiles»
Trabajo y desarrollo
De este modo, reafirmó el papel central del trabajo en todo programa de desarrollo social; trabajo, que «nunca puede ser considerado como simple mercancía o como un factor más» de un proyecto económico, sino que debe estar siempre en relación con la dignidad del trabajador, en el pleno respeto de sus derechos, con medidas de protección social para sí mismo y para su familia.
De aquí surge el desafío para la comunidad de naciones de «encontrar modelos de desarrollo capaces de crear empleo productivo, que permitan a hombres y mujeres ofrecer la contribución de sus esfuerzos al bien común de la sociedad».
Por eso, y en línea con los principios enunciados hace cinco años en la Conferencia Mundial de Copenhague, el arzobispo Martino confirmó que «la lucha contra la pobreza no debe llevar nunca a nuevas formas de dependencia».
Por el contrario, «el trabajo es la clave del progreso social», siguió insistiendo al concluir su intervención el representante vaticano. «El acceso al empleo productivo es la condición indispensable para crear comunidades realmente participativas, en las que cada uno pueda realizar sus más profundas aspiraciones para sí mismo y para sus familias».