MILAN, 29 nov (ZENIT.org-AVVENIRE).- El cardenal Ersilio Tonini, un observador atento de la evolución de la sociedad holandesa que ha llevado a la admisión legal de la eutanasia, analiza en esta entrevista las consecuencias de esta medida.

«Me lo esperaba --responde el arzobispo emérito de Rávena nada más conocer la noticia--. Holanda es el país donde el radicalismo se ha afirmado sin encontrar ningún límite. Y sin embargo, cualquier persona, creyente o atea, debería darse cuenta que estamos ante el trastorno completo de la misma razón humana y por supuesto de los principios de la ley natural».

«Ya hace veinticinco años --añade el cardenal Tonini-- el Gobierno se vio obligado a tomar nota de la expansión de una práctica introducida con el silencio de los tribunales. Se dan más de dos mil casos al año».

--¿La nueva ley, por tanto, no hace otra cosa que fotografiar y legitimar una situación de hecho?

--Cardenal Tonini: El procedimiento en sí constituye el ejemplo evidente de cómo se ha pasado de una civilización que se basaba sobre el valor de la vida, un bien que precede a la voluntad humana, a un contexto cultural en el que el hombre pretende decidir todo y disponer incluso de la vida. Pienso que el legislador ha eliminado ahora también el primer apartado de la legislación precedente.

--¿Qué prescribía aquél artículo?

--Cardenal Tonini: Más que prescribir aclaraba la cuestión, poniendo de manifiesto que la eutanasia era de todos modos un reato, aunque luego hipócritamente se consentía practicarla, tras haber informado a la autoridad judicial, los fiscales. Ultimamente, la eutanasia podía ser autorizada también en niños de 12 años. Ahora estamos en el triunfo del positivismo extremo.

--Quienes son de esa opinión replican que la ley tiene que tener en cuenta la libertad del individuo.

--Cardenal Tonini: ¿Y qué quiere decir? Una publicación como «The Economist» nos recuerda que o se toma como norma la voluntad del Omnipotente, o se mira a la cabina electoral. Pero atención: también Hitler salió de la cabina electoral. En cuanto a la libertad del individuo, ¿Cómo puede decidir un niño de 12 años? Aquí estamos en el equívoco más grande: el médico actúa autorizado por el Estado, el Estado interviene para autorizar la eliminación de una vida. Estado dictador y patrón, lo contrario exactamente del Estado democrático. En democracia, nadie puede disponer de la vida de otro.

--¿Teme que en el futuro próximo el proceso desencadenado por la decisión holandesa pueda contagiar a otras legislaciones europeas?

--Cardenal Tonini: Temo que sí. Desde hace 30 años, los movimientos favorables a la eutanasia actúan con estrategias cada vez más refinadas. En Francia, hay quien ha propuesto realizar hospitales con este objetivo. Hospitales en los que practicar la eutanasia. Hospitales para la muerte, no para la vida. El médico mismo se convierte en instrumento de muerte. Temo también, y esto debería preocupar a cualquiera que se preocupe por el sentido más alto de la existencia humana, que se tratará de hacer pasar estas aberraciones en la legislación de la Unión Europea. Bastará usar la ganzúa holandesa, haciendo referencia a un precedente jurídico. Y sin embargo existe un tratado firmado en Roma, en 1954, que compromete a todos los países signatarios a no abrir la puerta a la eutanasia.

--En una situación como ésta, ¿cuáles son las nuevas responsabilidades que tiene que afrontar el creyente?

--Cardenal Tonini: Nuestras comunidades tienen una tarea enorme, están llamadas a redescubrir el valor de la vida como bien supremo. El respeto total de la vida ha nacido y se ha afirmado justamente gracias a la difusión del mensaje cristiano, precedido del bíblico.