CIUDAD DEL VATICANO, 8 nov (ZENIT.org).- «El cristianismo al alba del tercer milenio» este es el título del último libro que acaba de publicar en Italia y Francia el «ministro» de Cultura de Juan Pablo II, el cardenal Paul Poupard.
En el ensayo, publicado en Francia por Plon-Mame y en Italia por Piemme, el presidente del Pontificio Consejo para la Cultura considera que, en la aurora del tercer milenio, el cristianismo es quizá el único punto de referencia para la sociedad global.
Aunque cumpla dos mil años de historia el cristianismo está más vivo y vital que nunca, según el purpurado galo. Por todas partes surgen signos de esperanza y renovación. El patrimonio cultural y espiritual cristiano irrumpe en el arte e inspira el cine, la pintura y la literatura. Esta es la razón del nuevo volumen.
«El hilo conductor del libro –explica el cardenal Poupard en declaraciones a Radio Vaticano— es la esperanza: en este momento de la
historia de la Iglesia, al alba del tercer milenio, escuchamos muchas diagnosis negativas sobre el sentido religioso de nuestra cultura y sobre el futuro de la religión. He tratado verificar que fundamentalmente el hombre es religioso, pero la Iglesia –así como el resto de las Iglesias– tiene grandes dificultades para comunicar este mensaje fundamental. De este modo, ante el inmenso potencial religioso de la humanidad, surgen nuevas formas de religiosidad que rallan en el neopaganismo».
«El gran desafío para la Iglesia –observa el cardenal Poupard– consiste en responder a esta expectativa con valor, sobre todo a través de lo que llamo una gran «paidéia» para el Tercer Mundo, es decir, una nueva forma de educación a la esperanza. En otras palabras, nos encontramos ante un vasto pluralismo cultural que genera a menudo un gran escepticismo».
«Debemos encontrar el camino –explica el purpurado– que nos lleve no sólo a la inteligencia sino al corazón de nuestros contemporáneos, sobre todo de los jóvenes, para comunicar el amor de Cristo. Yo lo hago, naturalmente como presidente del Consejo Pontificio de la Cultura, a través de la complejidad de nuestra cultura contemporánea, a través del arte, el cine, la pintura, la literatura, la filosofía, pero siempre con la afirmación de que el catolicismo es sembrador de alegría, como escribía Paul Claudel, del que he citado en el cierre del libro la hermosa expresión: la alegría es la primera y la última palabra del Evangelio».