ROMA, 14 nov (ZENIT.org).- La Iglesia como comitente de obras de arte fue el tema del IX Congreso de estudio sobre el arte para la liturgia, celebrado ayer en Roma, en el marco de la 36 Semana de la Vida Comunitaria que está teniendo lugar en el recinto ferial de esta capital.
En esta semana, que se inauguró el pasado 10 de noviembre, con la presencia de la ministra italiana para las Relaciones con el Parlamento, Patrizia Toia y monseñor Piersilvano Nesti, secretario de la Congregación vaticana para los Religiosos, exponen más de 500 entidades y empresas italianas y extranjeras que proporcionan servicios sociales y comunitarios. En la semana ocupa un lugar relevante la Iglesia, con sus estructuras para el culto, de acogida y de solidaridad.
Ayer, en el Congreso sobre el arte para la liturgia, se constató la necesidad de crear sinergias entre liturgistas y artistas de manera que puedan aflorar lenguajes comprensibles para el mundo de hoy.
«Ya no son los papas y los cardenales quienes realizan el encargo de arte en la Iglesia; por tanto es la misma comunidad de fieles quien debe desempeñar este papel», dijo el profesor Mario Bergamo, miembro del Centro para el Arte SIGNUM de Roma y del Centro de Acción Litúrgica, en la apertura del Congreso.
«No basta pensar en construir una iglesia sólo para realizar una obra, dado que en ella la comunidad cristiana deberá encontrar expresión de la propia identidad. Por tanto el fiel deberá vivir un propio proceso de reflexión que acompañe todas las fases de la realización del lugar de culto», añadió el profesor Bergamo.
Por lo tanto, concluyó, «hay que prestar gran atención a proponer presencias arquitectónicas y para el culto que sean perceptibles por la comunidad porque a veces se tiende a realizar quizá algo expresivamente excesivo, en cuanto es querido así por quien encarga la obra para distinguirse». La gente, sin embargo, no entiende en ocasiones esas expresiones artísticas.
Por su parte monseñor Carlo Chenis, secretario de la Pontificia Comisión para los Bienes Culturales de la Iglesia, subrayó que para hacer proyectos «nunca se debe perder de vista la historia de los bienes culturales como continuidad de la historia de la comunidad cristiana: el valor de la memoria de los propios bienes culturales debe vivir en el tiempo así como el de la profecía debe inspirar los proyectos actuales, de manera que el respeto del sentido de la historia inspire una mirada hacia el futuro. El encargo eclesiástico debe mediar entre los cambios de la cultura y la necesidad de renovación litúrgica».
La crisis de las estéticas es innegable. Por tanto ¿cual ha de ser el punto de referencia para proyectar un edificio de culto? La respuesta indicada es la de referirse a «lo que no es efímero para reencontrar el esplendor de los valores espirituales que deben constituir la sustancia de la inspiración; valores presentados con belleza para que indiquen la esencia del mensaje cristiano», añadió monseñor Chenis.
Estas consideraciones deben además inspirar la tarea de tutela, conservación, valorización del lugar de culto a la que es llamada la Iglesia, prestando atención a los riesgos de lo que monseñor Chenis ha definido «un pragmatismo eficientista que deja a menudo insatisfechos».
Si hoy estamos cada vez más inmersos en la diversidad cultural y religiosa --añadió monseñor Chenis-- refiriéndose también a las recientes polémicas que han tenido lugar en Italia sobre la realización de lugares de culto islámicos, indudablemente una búsqueda de verdad es sin duda más compleja y es por esto que los proyectos «deben confiarse a equipos de expertos, evitando así también una cierta tendencia que se está abriendo camino de realizar ambientes de culto para muchos usos. No se puede tener algo que vaya bien para todos. El pluralismo es necesario, pero si la comunidad cristiana es la más representada, tendrá inevitablemente más edificios».
En este Congreso, se ha subrayado que hay que declarar muertas la superficialidad y la ligereza que han llevado realizar opciones minimalistas tanto en las nuevas construcciones como en la restauración y en la producción del equipamiento.
Se ha señalado la necesidad de una relación renovada con los arquitectos y artistas para que las obras puedan traducir la genialidad y el trabajo artístico al servicio del mensaje cristiano y de una coordinación entre los datos teológico, dogmático y artístico.
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Nov 14, 2000 00:00