ROMA, 20 nov (ZENIT.org).- ¿Es posible llevar a la gran pantalla las historias de la Biblia? La respuesta a esta pregunta parecería obvia: claro que sí. Sin embargo, sus implicaciones son inesperadas. Así lo demostró un congreso de expertos en cine y teología celebrado este fin de semana en Roma.
La Biblia, en este siglo, ha experimentado en ocasiones grandes éxitos cinematográficos. «Un filme religioso no fracasa nunca», decía Cecil B. De Mille, mítico director de «Los Diez Mandamientos» (1923) The Ten Commandments , uno de los más grandes éxitos del cine mudo.
Pero si De Mille no perdía de vista la taquilla (y hacía bien porque la producción había costado 1,2 millones de dólares, el doble de lo previsto), no se puede decir lo mismo de David W. Griffith,, su «Intolerance», en 1916, fue un auténtico fiasco compensado luego por la revalorización de la crítica y de cuantos sucesivamente, desde Pasolini a Buñuel, desde Bresson a Kieslowski, han hecho de los temas y episodios bíblicos momentos de confrontación ineludibles en el cine de autor.
Para comprender mejor cuál es la clave del éxito o fracaso, no sólo taquillero, sino sobre todo del respeto al original, de las adaptaciones cinematográficas del Nuevo y del Antiguo Testamento, la Universidad Pontificia Salesiana convocó un original congreso que llevaba por título «Visiones de la Palabra», organizado en colaboración con la Asociación Católica de Profesionales del Cine, la Oficina de Medios de Comunicación Social de la Iglesia italiana y otras organizaciones y sindicatos católicos del sector.
«Existen dos filones esenciales en la inconmensurable filmografía bíblica: el representativo y el actualizante-simbólico», explicó en el Congreso el padre Dario Viganò, profesor en la Universidad Católica de Roma y consejero de la Oficina de la Conferencia Episcopal Italiana para las Comunicaciones Sociales.
««El primero comprende los colosales hollywoodianos que ponen en escena el Antiguo Testamento –explica–. A partir de los años cincuenta, se ha impuesto un nuevo modo de acercarse a la Biblia, mediado por la introspección que interroga la intimidad del director y del espectador. Como piedra angular, en este sentido, queda «El Evangelio según Mateo» de Pasolini (1964), donde no hay actores profesionales y asistimos al recurso extraordinario de oscurecer la pantalla a la muerte de Cristo».
La filmografía sobre el Evangelio es un capítulo aparte. El favor de los directores ha ido sobre todo al Nuevo Testamento, fascinados por ese hecho insólito en la historia que es la figura de Cristo. «Jesús es el personaje más grande que yo conozca, el hombre más inteligente de la historia, el que abre el cerebro además del corazón», es la opinión del director Damiano Damiani.
Su película «L´inchiesta» («La investigación»), 1986, cuenta la historia de un hombre que, por cuenta del Imperio Romano, va a investigar sobre la muerte del «agitador» de Nazaret. Poco a poco comienza a experimentar fascinación por su persona hasta el punto de que su visión del mundo entra en crisis.
«Lo que me interesaba –confesó Damiani en el Congreso– era representar el encuentro personal con Jesús. En el cine cada director lo ha representado a su modo, así como en pintura el Cristo de Rafael es diverso del de Mantegna. Yo no he tenido nunca el valor de rodar un filme sobre su vida: antes tendría que comprender todo el contenido de este acontecimiento extraordinario».
La influencia que puede tener una película sobre el conocimiento de la Biblia también dio de qué pensar a los participantes en el Congreso. «En los años setenta toda una generación conoció el Evangelio con el Jesús de Nazaret de Franco Zefirelli» (1976), observa Viganò.
Surge por tanto, un nuevo interrogante: ¿qué es lo que se puede decir de estas «traducciones» audiovisuales destinadas, de hecho, a incidir sobre la formación de la gente?
«Un juicio estético positivo no siempre coincide con la fidelidad, de superficie o de sentido, al texto bíblico –respondió Viganò–. En el filme de Zefirelli, por ejemplo, hay un gran rigor en la reconstrucción histórica y en la investigación iconográfica, pero el extremo realismo impide poner en escena la Transfiguración. Provocando una inevitable pérdida al dar sentido al Evangelio».
«En la película televisiva «Jesus» (1999) de Robert Young –añadió Viganò–, el texto es traicionado varias veces, por ejemplo, en el reconocimiento público de Jesús, que aparece con el bautismo en el Jordán, mientras que es interesante la actualización de las tentaciones».
Llegados a este punto, los participantes en el congreso se plantearon una pregunta espontánea: ¿cuál es el libro de la Biblia más cinematográfico? «Sin duda el Apocalipsis –responde Carlo Tagliabue, profesor en la Facultad de Comunicaciones Sociales en la Salesiana–. Paradójicamente, el libro nunca representado. O mejor, mal interpretado por títulos como «Apocalypse Now», ligado a la destrucción más que a la revelación del misterio».
«El estilo del Apocalipsis –añade– recuerda precisas modalidades cinematográficas, con el sucederse de los «flashback» y «flashforward», cuadros, visiones y «final»».
¿Pero qué sucede con la palabra cuando se transforma en imagen? Responde el padre Bruno Maggioni, biblista: «La Escritura es narración. Hay, sí, libros litúrgicos, jurídicos y de poesía pero por su misma naturaleza la Biblia cuenta las peripecias de un pueblo en busca del sentido en la historia humana. Diría más: es una secuencia de cuadros en movimiento. Pensemos en Jonás o en el sacrificio de Isaac: hay personajes bien definidos, un desarrollo apretado y hasta un golpe de efecto. Es narración descarnada, esencial, fuerte, llena de acción y diálogo. Creo que, más que el cine, el teatro es el medio idóneo para expresar la fuerza de ciertas escenas bíblicas. Sólo la palabra es capaz de evocar, de decir algo con sobriedad. Si yo fuera director, llevaría a la escena el proceso a Jesús ante Pilatos»
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Entre los participantes en el Congreso, se encuentra monseñor Francesco Cacucci, arzobispo de Bari y presidente de la Comisión Episcopal para la Cultura y las Comunicaciones Sociales, quien subrayó la esencia de la relación entre Biblia y cine: «la Biblia ha ejercido fascinación en el mundo del cine, en parte porque la narración bíblica se presta mucho a una representación cinematográfica».
«Se trata siempre de dos lenguajes en confrontación –añade el prelado–: el de la Biblia está ligado a la palabra escrita, mientras que el del cine es el lenguaje de la imagen. Añadiría que la dificultad mayor, en lo que concierne a la representación de la Biblia en el cine, tiene que ver con sus contenidos de verdad y de pensamiento, porque las películas que más se han referido a los hechos narrativos se han presentado más apetecibles al público, también bajo el perfil espectacular».
«Cuando en cambio se ha tratado de filmes que han intentado entrar en el contenido de la Biblia –concluyó el obispo–, entonces la dificultad ha aumentado y por tanto no siempre ha sido satisfactorio el modo de representar la Biblia en el mundo del cine».
Sobre la relación entre futura entre cine y Biblia intervino Giulio Basem director de la película de televisión sobre el padre Pío de Pietrelcina, «Padre Pío, entre cielo y tierra» («Padre Pio, tra cielo e terra»), que hace unas semanas batió records de audiencia en Italia, al ser transmitido por el canal Raiuno.
En los próximos años, habrá una relación mayor, asegura. «Creo que es la relación entre el cine y la Biblia, por el momento, no ha expresado todas sus potencialidades y por tanto deberá ciertamente mejorar».
El broche de oro del encuentro corrió a cargo del arzobispo John Patrick Foley, presidente del C
onsejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, quien sintetizó los términos que caracterizan la relación entre Biblia y cine.
Por una parte, explicó, «el cine tiene necesidad de la Biblia, pues sin ella se empobrecería, no sólo porque se le podrían escapar algunos de los momentos más dramáticos de la historia documentada de la raza humana, sino también porque la Biblia ofrece una clave de lectura de la existencia humana tan indispensable para el desarrollo de un cine de valor».
Por otra parte, continuó diciendo el «ministro» para las Comunicaciones del Papa, la «Biblia, propiamente hablando, no tiene necesidad del cine. Después de todo, le ha ido bien durante cuatro mil años sin él».
Ahora bien, el arzobispo reconoció que «la comunicación y comprensión del mensaje de la Biblia se han visto ayudadas por el arte –y el cine es un arte que une imagen, movimiento y sonido–». Es más, consideró que las nuevas técnicas del cine, como la tercera dimensión, podrían «ayudar a superar el creciente analfabetismo bíblico», pues pueden hacer «más asequibles las narraciones bíblicas y alentar a que muchas personas relean las historias de la Sagrada Escritura».