CIUDAD DEL VATICANO, 23 nov (ZENIT.org).- La Santa Sede, reconociendo la importancia de las oraciones de curación, ha publicado hoy un decálogo de normas que pretende evitar sus posibles abusos.
La «Instrucción sobre las oraciones para obtener de Dios la curación» de la Congregación para la Doctrina de la Fe, firmada por el cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de esta institución vaticana, y aprobada por Juan Pablo II, reconoce que las prácticas cristianas con el objetivo de obtener «curaciones prodigiosas» «son lícitas y con frecuencia oportunas», a condición de que se respete «la normativa litúrgica» y no «se tergiverse su auténtico sentido».
La oración que implora la recuperación de la salud es «una experiencia presente en toda época de la Iglesia, y naturalmente lo es en el momento actual», constata la Instrucción vaticana. «Lo que constituye un fenómeno en cierto modo nuevo es la multiplicación de encuentros de oración, unidos a veces a celebraciones litúrgicas, cuya finalidad es obtener de Dios la curación, o mejor, las curaciones».
Se trata de encuentros que se ha multiplicado, en buena parte, gracias a la fe y al dinamismo de grupos de oración o comunidades surgidos en el seno de la Renovación Carismática católica, un movimiento que agrupa ya a unos sesenta millones de fieles en todo el mundo.
Ahora, enmarcando el fenómeno en la liturgia de la Iglesia, la Congregación para la Doctrina de la Fe publica este documento que está destinado sobre todo a los obispos para que «puedan guiar mejor a los fieles en esta materia, favoreciendo cuanto hay de bueno y corrigiendo lo que se debe evitar».
Aspectos doctrinales
Para explicar mejor las disposiciones, la Instrucción está precedida por una «Nota» doctrinal «sobre la gracia de la curación y las oraciones para obtenerla».
De este modo, evoca numerosos pasajes bíblicos del Antiguo y del Nuevo Testamento, recordando en particular que «las curaciones milagrosas» caracterizan toda la actividad pública de Jesús, son «signo de su misión mesiánica», «manifiestan la victoria del Reino de Dios sobre todo tipo de mal y se convierten en símbolo de la curación del hombre entero, cuerpo y alma».
Los primeros cristianos, como muestra el Nuevo Testamento, también evangelizaron realizando «que corroboraban la potencia del anuncio evangélico».
El texto vaticano es claro: «El Señor acoge estas súplicas y los Evangelios no contienen la mínima crítica a tales peticiones –explica–. El único lamento del Señor tiene qué ver con la eventual falta de fe: «¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree!»».
Es más, por este motivo, «el «carisma de curación» no puede ser atribuido a una determinada clase de fieles». Por tanto, «sería arbitrario atribuir un «carisma de curación» a una cierta categoría de participantes, por ejemplo, los dirigentes del grupo; no queda otra opción que la de confiar en la libérrima voluntad del Espíritu Santo, el cual dona a algunos un carisma especial de curación para manifestar la fuerza de la gracia del Resucitado».
Por último, recuerda que «ni siquiera las oraciones más intensas obtienen la curación de todas las enfermedades». San Pablo mismo dirá «completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia».
Decálogo
Aclaradas estas cuestiones de principio, el documento vaticano expone a continuación diez normas para evitar desviaciones en esta práctica.
Ante todo, explica que estas oraciones cuando «se realizan en la Iglesia o en otro lugar sagrado, es conveniente que sean guiadas por un sacerdote o un diácono».
El texto distingue entre oraciones de curación litúrgicas de las que no lo son.
Por lo que se refiere a las primeras, pide que «sean celebradas de acuerdo con el rito prescrito y con las vestiduras sagradas indicadas».
Quienes preparan estos encuentros litúrgicos, añade, deben atenerse a las normas emanadas por el obispo sobre esta materia.
El permiso para organizar actos litúrgicos de oración «debe ser explícito, incluso cuando las celebraciones son organizadas o cuentan con la participación de obispos o cardenales de la santa Iglesia romana. El obispo diocesano tiene derecho a prohibir tales acciones a otro obispo, siempre que subsista una causa justa y proporcionada».
Por lo que se refiere a las as oraciones de curación no litúrgicas (encuentros de oración o lectura de la Palabra de Dios), la Santa Sede pide evitar «cualquier tipo de confusión entre estas oraciones libres no litúrgicas y las celebraciones litúrgicas propiamente dichas».
A continuación, solicita que en estos encuentros «no se llegue, sobre todo por parte de quienes los guían, a formas semejantes al histerismo, a la artificiosidad, a la teatralidad o al sensacionalismo».
En este sentido, aclara, «el uso de los instrumentos de comunicación social, en particular la televisión, mientras se desarrollan las oraciones de curación, litúrgicas o no litúrgicas, queda sometido a la vigilancia del obispo diocesano».
Asimismo establece que «en la celebración de la Santísima Eucaristía, de los Sacramentos y de la Liturgia de las Horas no se deben introducir oraciones de curación, litúrgicas o no litúrgicas».
El documento hace referencia también a la práctica del exorcismo, cuyo ministerio, señala, «debe ser ejercitado en estrecha dependencia del obispo diocesano» y según las normativas de la Iglesia.
El documento invita a superar todo sensacionalismo y pide a los fieles que mantengan «un clima de serena devoción en la asamblea y usar la prudencia necesaria si se produce alguna curación entre los presentes». Cuando se dé algún caso de este tipo, recomienda, «concluida la celebración, podrán recoger con simplicidad y precisión los eventuales testimonios y someter el hecho a la autoridad eclesiástica competente».
Por último la Congregación para la Doctrina de la Fe indica que «La intervención del Obispo diocesano es necesaria cuando se verifiquen abusos en las celebraciones de curación, litúrgicas o no litúrgicas, en caso de evidente escándalo para comunidad de fieles y cuando se produzcan graves desobediencias a las normas litúrgicas e disciplinares».
Puede leer el documento en «Instrucción vaticana sobre las oraciones de curación»