CIUDAD DEL VATICANO, 27 nov (ZENIT.org).- La Santa Sede está preocupada por la manera en que algunos medios de comunicación han informado sobre la publicación de la Instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe «sobre las oraciones para obtener de Dios la curación».
Por este motivo, el arzobispo Tarsicio Bertone, secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, organismo vaticano que publicó el documento con la aprobación de Juan Pablo II, ha querido aclarar a los micrófonos de «Radio Vaticano» las tergiversaciones provocadas por medios informativos.
–Excelencia, los medios de información han interpretado la instrucción en muchos casos como un «stop» de la Congregación para la Doctrina de la Fe a los encuentros de oración de los grupos «carismáticos» para obtener la curación. ¿Es así?
–Monseñor Tarsicio Bertone: Esta interpretación no es exacta. El documento, en líneas generales, tiene una introducción muy positiva sobre las oraciones de curación en el Antiguo Testamento, en el Nuevo Testamento, en la tradición de la Iglesia y también en el momento actual.
Por eso, querría hacer una precisión: para evitar automatismos, en el documento no hemos dicho «oraciones de curación» sino «oraciones para obtener la curación». Esta precisión es importante porque no se conecta automáticamente a la oración una curación necesaria e ineludible, con el riesgo de la más grande desilusión, e incluso la desesperación, si no se produce la curación.
Los grupos de la Renovación en el Espíritu, que son muchísimos y han sido aprobados por la Iglesia, según estatutos naturalmente, según reglas de vida que les presentan con un carnet de identidad plenamente eclesial –los famosos criterios de eclesialidad– han ayudado muchísimo en estos años al pueblo de Dios, a los creyentes, a los bautizados, a recuperar el gusto por la oración, a no ser derrotados por el aburrimiento de la oración, por el descuido de la oración.
Por tanto, no hay una intención de golpear a los grupos de la Renovación en el Espíritu: hay una intención de proporcionar las reglas de comportamiento que, como se ve en el documento, hacen distinciones claras entre las celebraciones litúrgicas y las celebraciones no litúrgicas, las oraciones individuales y las oraciones comunitarias.
–En el documento se dice que «sería del todo arbitrario atribuir un carisma de curación a una categoría de participantes, por ejemplo a los dirigentes del grupo; no queda sino confiarse a la libre voluntad del Espíritu Santo, el cual dona a algunos un carisma especial de curación para manifestar la fuerza de la gracia del Resucitado». ¿Puede aclarar este concepto que parece crucial?
–Monseñor Tarsicio Bertone: Aquí se plantea otro problema, que es un problema real de nuestro tiempo. En cada época de la Iglesia, ha habido hombres de Dios, mujeres de Dios taumaturgos que han realizado curaciones incluso prodigiosas, incluso verdaderos milagros. Pensemos en don Bosco, en el beato Padre Pío, en otros santos que han adornado el camino de la Iglesia. Y también hoy, ciertamente, hay personas –porque el Espíritu actúa en su inmensa y total soberana libertad y liberalidad– que están dotadas de este carisma de curación.
Pero el discernimiento es siempre obra de la autoridad de la Iglesia, como decía San Pablo en la primera carta a los Tesalonicenses: el discernimiento de los carismas.
Por otra parte, no podemos canonizar antes de tiempo a las personas, no podemos dar una investidura taumatúrgica a ciertas personas –por ejemplo a los dirigentes de un grupo–, institucionalizando formalmente la precedencia, la autoridad de los dirigentes de un grupo como si estuvieran automáticamente investidos del carisma de curación, y no dejar al Espíritu la libertad de actuar también a través de otras personas.
–¿Entonces?
–Monseñor Tarsicio Bertone: El problema consiste en distinguir entre el verdadero carisma de curación, que debe ser examinado por la autoridad de la Iglesia, y la mitificación, casi la idolatría de ciertas personas –hemos visto incluso recientemente, en ciertas transmisiones televisivas, la exaltación de ciertas personas que habrían realizado ya miles de curaciones, de «milagros».
Eso es inconcebible en la Iglesia, precisamente porque hay que dejar que el Espíritu sople donde quiere. Lo importante es no mitificar, no privilegiar ciertas reuniones en manera exclusiva y promover, en cambio, las oraciones para obtener la curación, que es lo que pretender hacer el documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe. De este modo, se puede salvar también un vacío, una laguna que se había producido sobre todo después del Concilio.