ROMA, 26 nov (ZENIT.org).- ¿Cuáles son los desafíos del compromiso de los católicos en la vida pública? A esta pregunta respondieron el sábado pasado laicos de los cuatro rincones de la tierra en la mesa redonda de la jornada inaugural del Congreso mundial del laicado católico, que concluirá el próximo jueves.
Europa, la solidaridad como proyecto
En representación de Europa, intervino el antiguo primer ministro de Polonia, Tadeusz Mazowiecki, para hacer un balance de los conflictos que han lacerado el viejo continente en el siglo XX. Un siglo que termina con el proceso de «reconstrucción» de la Unión Europea y, que en este momento, afronta el debate de la ampliación hacia el Este.
«Según la descripción del Papa –dijo Mazowiecki– Europa debe respirar con sus dos pulmones: el occidental y el oriental. Esto tiene un significado inmenso, ya sea para su crecimiento espiritual, ya sea para la estabilidad de la paz y de la democracia».
En este proceso de integración, «dominado por el punto de vista económico», el ex primer ministro polaco presentó como propuesta del compromiso de los católicos «el personalismo cristiano», centrado en la dignidad de la persona, como «punto de referencia para la visión democrática del desarrollo».
Con Juan Pablo II, Mazowiecki propone para esta Europa, en el ajedrez de un mundo gloablizado, la estrategia de la solidaridad en tres dimensiones: «solidaridad en el interior de la sociedad de los diferentes países europeos, solidaridad en el proceso de integración e incorporación de ambas partes de Europa y, por último, solidaridad con los demás continentes y toda la familia humana».
Asia, el desafío del auténtico diálogo
Asia estaba representada en la mesa redonda por Thomas Han, profesor de Economía de la Universidad de Seúl, y miembro del Consejo Pontificio para los Laicos. En su intervención, hizo un profundo análisis de la situación asiática en trepidante evolución. A nivel religioso, denunció la falta de la libertad religiosa en muchos países del continente y el fundamentalismo religioso que ha degenerado en los últimos años en persecuciones contra los cristianos.
A nivel económico, puso de manifiesto el gran contraste que existe entre subdesarrollo y «superdesarrollo», que genera también grandes diferencias sociales, pobreza e injusticia. Según los últimos datos del Banco Mundial, el 73% de los mil trescientos millones de personas que viven con menos de un dólar al día se encuentra en Asia.
A nivel social, el continente está descubriendo el «asian way of life», particularmente los jóvenes, la mitad de la población, que redescubren sus propias raíces. «Hoy emerge una conciencia colectiva de ser asiático», aseguró Han.
¿Qué tipo de testimonio se espera Asia de los católicos? El profesor no tiene dudas: la evangelización a través del diálogo. Un diálogo que se articula a tres niveles. Diálogo con las culturas, que pasa por la inculturación, para que la Iglesia no sea percibida como extranjera en tierra asiática.
En segundo lugar, tiene que haber un diálogo con las religiones –«de vida y de corazón»–, teniendo siempre presente que «el diálogo interreligioso forma parte de la misión de evangelización de la Iglesia».
Y, por último, un diálogo con la gente, particularmente con los últimos, los pobres, que sufren las consecuencias de «estructuras de pecado». Un diálogo que se hace vida, por tanto, con la solidaridad.
«Renacimiento de África»
La voz de África resonó gracias al análisis de la situación realizado por Agnés Adjaho, de Benin, ex presidente internacional del Movimiento de los Niños (MIDADE), miembro del Consejo Pontificio para los Laicos.
Adjaho, que no pudo leer personalmente el discurso –lo hizo por ella la congoleña Jeanne Diockh, miembro del Comité Ejecutivo de las Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC)–, tras analizar la situación del continente «desconocido», consideró que el testimonio de los laicos en África consiste en «obrar en la verdad de Cristo». Lo que significa desmarcarse «de la venganza que gobierna las relaciones, la vida política, la economía y la vida familiar».
Significa estar «en la vanguardia a favor de la trasparencia en la vida política, de la honestidad en la economía, del respeto de la familia, de la salvaguardia de la paz a todos los niveles».
«Los cristianos tienen que superar un cierto pudor y afirmar su presencia a través de su acción y de su identidad específica», añadió Agnés Adjaho, pues en un continente en el que los potentes muestran de manera exhibicionista su riqueza a los pobres, «los cristianos están más capacitados que ningún otro para participar en el «renacimiento de África»».
Oriente Medio, diálogo con musulmanes y judíos
El egipcio Amin Fahim, ex director de la Oficina Internacional de la Infancia Católica y miembro del Consejo Pontificio para los Laicos, se hizo portavoz de los sufrimientos y esperanza de los cristianos de Oriente Medio. En este rincón del planeta, marcado por las guerras y las divisiones, Fahim hizo un llamamiento a los cristianos, en primer lugar, a trabajar por la unidad, escándalo para los mismos cristianos.
En este sentido, consideró, los laicos pueden ofrecer una contribución decisiva. Existen, por ejemplo, los matrimonios mixtos. Su ejemplo de vida y de amor a la Iglesia, añadió, debe interpelar particularmente a los pastores de estas comunidades.
Para transformar estas sociedades, en las que en buena parte la democracia está ausente o la dictadura escondida, Fahim explicó citando la «Redemptoris missio» de Juan Pablo II que los laicos tienen que trabajar para «construir la civilización terrena con los hermanos y hermanas de otras religiones, en particular con los musulmanes y los hebreos».
El desafío para EE. UU.: la cultura de la muerte
Mary Ann Glendon, catedrática de Derecho en la Universidad de Harvard y representante de Juan Pablo II en la Conferencia de las Naciones Unidas de Pekín sobre la mujer (1995), consideró que el gran desafío para los laicos católicos en Estados Unidos es la cultura de la muerte.
Glendon, que es también miembro del Consejo para los Laicos, no tiene problemas para enumerar los síntomas de esta cultura: «materialismo, consumismo, secularización, relativismo e hiper-individualismo».
«Para ser misioneros es necesario conocer el territorio», añadió, esto significa ser consciente de que «no hay estadounidense que no haya sido tocado por el hecho de vivir en una sociedad en la que ha habido casi treinta años de abortos que se han llevado un millón y medio de vidas al año».
Pero, aunque el panorama parece oscuro, Mary Ann Glendon, confía en el futuro: «Nuestra doctrina católica, moral y social, corresponde a lo mejor de las tradiciones estadounidenses», afirma.
«El desafío para el testimonio cristiano –concluyó–, está, ante todo, en vivir estas enseñanzas con el ejemplo y, en segundo lugar, en encontrar caminos adaptados a nuestros tiempos y lugares capaces de articular nuestra visión católica en su plenitud».