ROMA (Redacción central), 2 dic 2000(ZENIT.org).- La diferencia de opiniones
entre la Unión Europea y los Estados Unidos sobre cómo hacer descender las
emisiones de gas contaminante ha provocado el fracaso de la conferencia sobre
el clima de Naciones Unidas el pasado sábado.
Según Reuters (25 noviembre), los participantes europeos achacaron a los
Estados Unidos el fracaso, diciendo que los representantes norteamericanos no
estaban preparados para hacer suficientes concesiones. Gran Bretaña proponía
un pacto con Estados Unidos para resolver el estancamiento, sin embargo la
propuesta fue rechazada por el resto de las catorce naciones de la Unión
Europea.
Los ecologistas, por su parte, consideraron que el fracaso de la cumbre
significa la victoria de los contaminadores y un desastre para los esfuerzos
por limpiar la atmósfera del planeta y proteger a las naciones más pobres de
los temporales y riadas devastadores. «Habéis hundido el mundo», gritaban los
furiosos manifestantes reunidos fuera de la conferencia. «El mundo pagará el
precio en lágrimas», dijo el grupo Amigos de la Tierra.
La Conferencia sobre el Clima Mundial, patrocinada por Naciones Unidas en La
Haya, pretendía establecer acuerdos para establecer objetivos en la reducción
de las emisiones de gas contaminante culpables del calentamiento global (el
«efecto invernadero»). Era una respuesta a la conferencia de 1997 en Kioto,
Japón, que pedía para el 2012 la reducción mundial de las emisiones de gases
que contienen carbono en un índice del 5,2%, por debajo de los niveles de
1990.
Europa se había comprometido a recortar las emisiones en el 8%, Japón en el 6%
y Estados Unidos en el 7%. Algunos científicos dicen que los gases como el
dióxido de carbono pueden crear efectos desastrosos en el clima, en los
niveles del mar y en la expansión de enfermedades como la malaria y el
dengue.
En el centro de la disputa entre Estados Unidos y la Unión Europea, estaba el
plan norteamericano de permitir a las naciones desarrolladas contar el dióxido
de carbono absorbido por los bosques, llamados sumideros de carbono, entre los
objetivos de reducción establecidos en Kioto en 1997.
Estados Unidos no se quedó solo en promover el uso de los sumideros de
carbono, como indicaba el «Financial Times» (6 noviembre). Catorce países
latinoamericanos respaldaban la postura de permitir a Washington contar la
reducción de emisiones en los países más pobres y la plantación de árboles
como parte de su propia cuota en el protocolo de Kioto de 1997.
Según indicaba el «New York Times» (26 noviembre), la implementación del plan
de Kioto ha estado cargada de dificultades hasta el punto de que ningún país
industrializado ha ratificado el pacto. Dado que las negociaciones se han
hecho interminables en los últimos años, las emisiones de la mayoría de los
principales productores de gas contaminante en el mundo ha seguido
aumentando.
A comienzos de la semana, Jurgen Trittin, el ministro de medio ambiente
alemán, explicaba que la oposición a creer en los bosques como sistema para
combatir las consecuencias negativas de los gases contaminantes estaba
profundamente arraigada en su país. Ahora bien, algunos grupos ecologistas que
pretendían trabajar más estrechamente con la industria no eran de esta opinión
y defendían la posición estadounidense.
«En la lucha a largo plazo contra el calentamiento global, necesitamos todos
los instrumentos a nuestra disposición», dijo Elileen Claussen, presidenta de
Centro Pew sobre el Cambio Climático Global, un grupo de Washington. La señora
Claussen había participado en un equipo de la Administración Clinton que
negoció acuerdos para aplicar el protocolo de Kioto.
«Si dejamos fuera de la ecuación la absorción del carbono y los mecanismos del
mercado, o los empantanamos con reglas restrictivas de manera que nadie
recurra a ellos –dijo–, estamos limitando nuestra capacidad para alcanzar
nuestros objetivos medioambientales»
¿Se está recalentando la Tierra?
Antes de la conferencia, muchos diarios dieron espacio a informaciones
provenientes de grupos ecologistas que advertían sobre las calamitosas
consecuencias que acaecerán en caso de que no se emprendan acciones inmediatas
para reducir las emisiones de carbono. Por ejemplo, en el periódico británico
«The Independent» (12 noviembre), se alertaba a los lectores de que sin un
acuerdo las selvas se desertizarán y los casquetes polares se disolverán.
Así mismo, seguía diciendo el diario, el recalentamiento global podría traer
consigo riadas peores en Gran Bretaña, desiertos en el sur de España y sequía
en el Medio Oeste de Estados Unidos. Por otra parte, «la Gran Barrera Coralina
y otros arrecifes de todo el mundo podrían morir. Los Alpes podrían cambiar
de forma si se deshelaran los glaciares. Las enfermedades tropicales se
extenderían a Europa Occidental. Algunas naciones isla, así como países como
Bangladesh, Egipto y la China costera podrían desaparecer entre las olas».
No contento con este escenario aterrador «The Independent» afirmaba que
«nuevas investigaciones hacen incluso que esta previsión parezca suave». Esas
fuentes consideraban que la selva amazónica se convertiría en una sabana seca
y que el casquete del Polo Norte se reducirá, en 80 años, a un par de grandes
témpanos.
Sin embargo, no todos están convencidos de estas predicciones calamitosas. Un
artículo del «National Post» (10 noviembre) citaba a Julian Morris, un
analista medioambiental en el Instituto de Asuntos Económicos en Londres,
quien afirma: «Hay muchos datos contradictorios». «Incluso si asumimos que el
recalentamiento global se está produciendo, no sabemos todavía lo suficiente
sobre el cambio climático como para decir con certeza si el hombre lo está
causando, o si es simplemente un acontecimiento natural», añadió Morris.
Algunos estudios recientes apoyan la posición de Morris. El «Sunday Times» (24
septiembre) constataba que los científicos han dejado de garantizar que la
subida de impuestos sobre los combustibles detendrá el calentamiento global
porque nuevas evidencias muestran que éste es causado principalmente por el
sol. La subida de la temperatura, que antes se atribuía a la quema de
combustibles fósiles, es el resultado principalmente de un aumento de la
radiación solar, según algunos estudios, que tienen en cuenta los datos de
satélites y otros datos astronómicos, en los que se muestra que los anteriores
modelos computerizados subestimaban severamente el impacto solar.
Por su parte, el «Telegraph» (23 noviembre) citaba al profesor Fred Singer, un
meteorólogo de la Universidad de Virginia, quien aseguraba que no se han
encontrado evidencias de que vayan a tener lugar futuros acontecimientos
climáticos extremos, tales como fuertes temporales o sequías, aumentos de las
enfermedades infecciosas, o cambios en los bosques u otros ecosistemas. Y, si
bien admite que ha habido un aumento de los gases invernadero, cree que esto
ha conducido a «un reverdecimiento del planeta, al mejoramiento de campos
agrícolas mejorados y al crecimiento de bosques más vigorosos».
Por lo que se refiere a la cuestión de la subida de los niveles del mar a
causa del recalentamiento global, la BBC (22 noviembre) informaba que los
niveles de todo el mar Pacífico han subido en una media de 0,8 milímetros al
año. Ahora bien, la a tendencia ha sido medida utilizando solamente algunas
estaciones de registro con datos de cada hora que se remontan a más de 25
años.
El doctor Wolfgang Scherer, director del Servicio Na
cional de Mareas de la
Universidad de Flinders, Australia del Sur, autor del estudio, dijo a la BBC
que los aumentos más elevados del nivel del mar predichos por algunos modelos
climáticos no eran tan evidentes al analizar sus datos regionales. «No hay
aceleración alguna perceptible en el aumento del nivel del mar», dijo.
Maniobras políticas
Dudas aparte sobre el recalentamiento global, al leer los periódicos todo
parecería indicar que Estados Unidos ha sido el malo de la película en esta
Conferencia y el causante del fracaso de Kioto. Ahora bien, la tesis tiene
grietas. Como observaba un editorial del «Daily Telegraph» (27 noviembre),
para muchos de los políticos reunidos en La Haya la ciencia era sólo uno de
los factores que había que tomar en consideración. El diario añadía que muchos
europeos están molestos por los bajos impuestos de Estados Unidos y ven la
agenda de Kioto como un camino para reducir la ventaja de competitividad de
que disfrutan las economías anglosajonas.
Esta era también la opinión de un artículo publicado en el «Wall Street
Journal» (28 noviembre) en el que se afirmaba que «el objetivo real de los
europeos no era reducir las emisiones de gas invernadero en todo el mundo sino
infligir una penalización económica a Estados Unidos, adular a los electores
verdes y rodearse de un halo de gloria».
El periódico indicaba también que no hubo una seria discusión en la reunión
sobre el papel que en este campo tienen que desempeñar las naciones
desarrolladas, a pesar de que nueve de las 20 máximas emisoras de dióxido de
carbono (incluyendo la número dos, China, y la número seis, India) están
exentas de cumplir con el tratado.
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