CIUDAD DE MÉXICO, 15 dic 2000 (ZENIT.org).- El obispo de San Cristóbal de las Casas pidió ayer en la Basílica de Guadalupe que se reconozcan los derechos de los indígenas, se ponga punto final al racismo y se acabe la «pesadilla» de la inseguridad y violencia promovida por grupos armados.
Monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, sucesor en el cargo del obispo Samuel Ruiz, presidió una eucaristía ante la imagen de la Virgen morenita en la que exigió a los legisladores mexicanos que «hagan los cambios necesarios en las leyes para que se reconozca a los indígenas su derecho a ser distintos, siendo iguales a los demás mexicanos en dignidad».
En la misa participaron 275 indígenas choles, tzotziles, tzeltales y tojolabales, quienes vinieron en peregrinación jubilar desde Acteal.
A lo largo de su homilía, Mons. Felipe Arizmendi hizo múltiples referencias a las apariciones de la Virgen de Guadalupe, a sus palabras maternales, de consuelo a las miserias y dolores, e invocó a la Señora del Tepeyac para que mire compasiva a esos hijos suyos, «los más pequeños».
«Ya han sufrido mucho. Aún no llega el día en que se reconozcan sus justos derechos y se respete todo lo digno y noble que hay en sus culturas. Siguen padeciendo un racismo que se resiste a desaparecer».
Hace ya casi tres años, un 22 de diciembre, 45 indígenas fueron asesinados mientras oraban y ayunaban por la paz en Actual. «Todo racismo es contrario la plan de Dios –añadió monseñor Arizmendi–, pues Él nos hizo diferentes, pero iguales en lo fundamental».
Haciendo una bella adaptación del mensaje con motivo de la Jornada Mundial de la Paz que en ese mismo día había publicado Juan Pablo II el obispo de Chiapas concluyó. «Dios y la Virgen de Guadalupe quieren que apreciemos tanto los valores propios como los de otras razas, para construir la unidad, no la uniformidad, dentro de la legítima variedad».