ROMA, 18 dic 2000 (ZENIT.org).- El obispo de Carintia (Austria), Egon Kapellari, ha confesado públicamente su tristeza por las circunstancias en las que su diócesis ha tenido que hacer entrega a Juan Pablo II como el árbol de Navidad que ahora se eleva en la plaza de San Pedro del Vaticano.
«Estoy triste por lo que ha sucedido. Nunca nos hubiéramos podido imaginar que nuestro árbol de Navidad pudiera convertirse en pretexto para tantas polémicas y enfrentamientos violentos, que han disturbado la paz en la Navidad del Año Santo», explica monseñor Kapellari en una entrevista publicada hoy por el diario «Il Corriere della Sera», el de mayor tirada en Italia.
El obispo, que ha acompañado a Jörg Haider en la audiencia que el Papa concedió a la delegación de Carintia, critica el lenguaje de su gobernador, aunque considera que no es un nazi.
Antes de la visita, el obispo había sido definido por algunos como «defensor» de Haider. «Es una mentira –responde con claridad–. No me gusta meterme en cuestiones políticas que no pertenecen a la misión de un obispo. Pero fui uno de los primeros que, en 1991, criticó una frase improvisada del señor Haider sobre la organización del trabajo en el Tercer Reich. Otros obispos de Austria también lo han hecho en otras ocasiones. Últimamente el arzobispo de Viena, el cardenal Christoph Schönborn ha dicho que es necesario desmilitarizar el lenguaje del debate sobre los inmigrantes. Yo comparto su llamamiento a una más generosa acogida de los extranjeros».
Ante quienes acusan de nazismo a Haider, el obispo afirma: «No es justo demonizar al señor Haider y a su partido, que profesa en ocasiones un populismo criticable. Ahora bien, no se trata de fascismo ni de nazismo. Además, Austria es un país de democracia estable y no tenemos ningún fenómeno de agresión violenta a los extranjeros y a los judíos, como sucede en otras partes de Europa».
Para explicar el grito de alarma que se ha alzado en Europa contra Haider, el obispo considera: «Nuestra historia, que nos ha ligado a un período de la Alemania nazi, suscita estos temores. Las mismas palabras que entre nosotros tienen una valencia nazionalista, en Francia o en Italia, suenan como nazis. El señor Haider debería prestar atención a la sensibilidad de los demás pueblos».
El obispo describe así el encuentro entre el Papa y Haider : «Se desarrolló con el mismo protocolo que cuando vine en 1987, con un gobernador socialista, para entregar otro árbol. Saludamos al Papa y después le acompañamos a la Sala Clementina, donde nos esperaba la delegación».
Al final, la delegación que acompañaba a Haider recibió en la Sala Clementina el mensaje del Papa para la Jornada Mundial de la Paz (1 de enero de 2001), en el que el pontífice propone el diálogo entre las culturas y los pueblos como clave para la paz y la reconciliación.
«Todos tenemos que meditar en ese mensaje», concluye el obispo austríaco.