SAN CRISTOBAL DE LAS CASAS, 1 abr 2001 (ZENIT.org).- «Pese a su buena disposición al diálogo en la Cámara de Diputados, la actitud radical e intolerante del subcomandante Marcos podría ser uno de los principales obstáculos para alcanzar la paz en Chiapas», advierte monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas.
«Por su actitud intransigente, Marcos estuvo a punto de echarlo a perder todo», explica el obispo en una amplia entrevista publicada hoy por el Diario de Yucatán. De hecho, cuando el 28 de marzo los comandantes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) subieron a la tribuna del congreso, en un gesto histórico, utilizaron tonos mucho más propositivos que los del jefe militar y hasta entonces portavoz del movimiento.
La ausencia de Marcos dio un impulso decisivo a las propuestas presentadas por estos exponentes indígenas, avaladas por el mismo presidente de la República, Vicente Fox. Todos los estudios de opinión realizados en estos días por medios de comunicación mexicanos muestran cómo la mayoría del país apoya la línea de promoción de los derechos indígenas a través del diálogo, y no a través de la violencia.
La prioridad: los indígenas
«Quienes amamos a los indígenas tenemos que decirle a Marcos que no los vaya a perjudicar. Reconozco que es un gran estratega militar y político, esas cualidades nadie se las regatea, pero también necesita ser humilde y flexible, como ya lo demostró en el Congreso», afirma el obispo chiapaneco.
En la austera sala de su casa –con paredes desnudas y con sólo unas sillas de madera alrededor de la mesa de centro–, el sucesor de monseñor Samuel Ruiz García espera que Marcos no intente ahora que se apruebe tal cual la Ley de Derechos y Cultura Indígenas, basada en los Acuerdos de San Andrés, realizados entre el antiguo gobierno del Partido Revolucionario Institucional (fuerza en el poder durante más de setenta años) y el EZLN.
«Si se pone a decir que no quiere que se le quite ni una coma al documento volverá a exponer a los indígenas a un retroceso –aclara–. Es explicable que tenga tácticas y estrategias de lucha, pero en una democracia debemos aprender a ser flexibles, a escucharnos y a valorarnos todos».
Para monseñor Felipe Arzimendi es urgente que el EZLN se transforme en fuerza política y abandone las armas: «No hay otra alternativa. Y es la misma tendencia que sigue actualmente el EZLN».
El costo de la guerrilla
Cuando ya casi se ha cumplido un año de su nombramiento como obispo de San Cristóbal de las Casas, Arizmendi afirma: «El costo de una guerrilla es peor para los pueblos. Los hunde más en la miseria. Si de por sí viven en un sistema injusto, el recurso de las armas produce más violencia, inseguridad y miseria».
El prelado añade que los conflictos ya no son sólo de hacendados y mestizos contra indígenas. «¡No!, son ahora de indígenas contra indígenas, de pobres contra pobres. Y eso debe hacernos pensar que ya no se puede prolongar una situación de guerra armada. La frase de los zapatistas de que «todo para todos y para nosotros nada» no es tan real en las comunidades indígenas. En algunas viven enfrentados los zapatistas con quienes no lo son. Y como unos están armados, los otros también se arman. A raíz del zapatismo se incentivaron mucho más las divisiones que había en las comunidades».
Monseñor Arizmendi aplaude el proceso de desmilitarización ordenado por el presidente Fox al ejército, aunque señala: «Lamentablemente se sigue requiriendo del Ejército. La división en las comunidades a veces exige su presencia como una forma de disuasión de la violencia. Mientras no se logre un acuerdo de paz, es necesaria la presencia del Ejército».
Por lo que se refiere a los grupos paramilitares, el obispo revela: «Percibo que están desactivándose, que ahora ya no tienen mucho apoyo, como que se está cuestionando su actuación. En algunas comunidades, Sabanilla por ejemplo, hay signos importantes de reconciliación. Algunos grupos se me acercan, interesados en que trabajemos juntos de nuevo».
Incluso, añade, ya se entregaron a la diócesis templos tomados por paramilitares, como el de El Limar, en el municipio de Tila, cuya ocupación generó varios enfrentamientos.
Por lo que se refiere a la actitud ante la paz del nuevo gobierno mexicano, en el cargo desde el pasado 1 de diciembre, el obispo afirma: «Veo una disposición muy grande del actual gobierno para avanzar en ese sentido. Pero el avance será progresivo y lento».
Marginación indígena
Según el prelado, antes incluso que los problemas económicos, los indígenas padecen situaciones más graves, como el hecho de que no haya que aún no «una educación adecuada a sus culturas. Todavía hay racismo, una imposición del castellano y no se respeta la organización comunitaria».
«Las comunidades indígenas no quieren quedarse como si fueran una reserva, quieren integrarse al progreso y al manejo de la tecnología, pero siempre y cuando se respete su idioma, sus normas y tradiciones –afirma–. Ahora bien, debemos aceptar que algunas tienen costumbres contrarias a los derechos de la persona, como puede ser la marginación a las mujeres y a los niños, o la discriminación hacia quienes practican otra religión».
Las culpas de Nueva York o Londres
«Antes que nada, el indígena trabaja para vivir y necesita que le paguen precios justos por sus productos –explica–. La queja más frecuente que les escucho es que sus productos no valen. Es totalmente injusto que sean las bolsas de Nueva York o de Londres las que pongan el precio del café. Son los especuladores quienes están ganando», concluye Arizmendi Esquivel.