7 abr 2001 (ZENIT.org).- Los peligros que presentan los métodos tradicionales de juego se están multiplicando con los servicios on-line. Los problemas causados por las loterías, máquinas de póker y casinos son de sobra conocidos. Sin embargo, ahora cada hogar puede transformarse en un casino simplemente conectándose a Internet, y son muchos los que están cayendo como presas fáciles de las tentaciones ofrecidas.
El Gobierno australiano está preocupado por ello y propone una normativa, que se debate ahora en el parlamento federal, con el fin de evitar que las empresas locales ofrezcan servicios de este tipo. Según el «Sydney Morning Herald», 28 de marzo, los operadores telefónicos australianos están ganando millones de dólares mediante las apuestas domésticas vía Internet.
El Gobierno ya implementó una moratoria que evita que las empresas establezcan nuevas operaciones on-line antes el 19 de mayo. El ministro de Comunicaciones, el senador Richard Alston, admitió que su plan no detendría completamente a los australianos que desean jugar conectados a Internet, pero les obligará a ir a sitios extranjeros.
Como protección adicional, el senador Alston dijo que se pediría a los proveedores de servicios de Internet que ofrezcan a los clientes filtros que eviten el acceso a sitios de juego. Sin embargo, la prohibición no se aplicará a los proveedores de servicios de juego australianos que ofrecen tales servicios a quienes «residen físicamente en el extranjero», añadió Alston.
La expansión del juego vía Internet
La floreciente popularidad del juego vía Internet está captando la atención de muchos países. El «Wall Street Journal», 26 de marzo, informaba sobre el gran número de sitios disponibles en Gran Bretaña que permiten hacer apuestas sobre casi cualquier asunto imaginable. Los jugadores pueden ir a un sitio y apostar su dinero a qué reina de telenovela se casará primero.
Otro sitio ofrece apuestas sobre música, por ejemplo cuál será la próxima canción número uno, e incluso, en el mundo de las noticias, si «The Times» de Londres incluirá a un miembro fallecido de la familia real en su portada la próxima semana.
Otros sitios se centran en el mundo del deporte. Según «Merrill Lynch & Co.», las ganancias anuales de las apuestas deportivas ascienden en la actualidad a 152.700 millones de libras esterlinas, 213.500 millones de dólares. Como los consumidores transfieren una gran parte de su gasto por la red, Merrill estima que 100.000 millones de libras esterlinas serán los beneficios, a través de la red, de las apuestas deportivas en 2015. Andrew Burnett, vicepresidente de investigación sobre el juego, estima que las apuestas deportivas vía Internet suponen aproximadamente el 40% de los entre 2.000 y 4.000 millones de libras esterlinas en que se calculan las ganancias actuales del juego en la red.
Y el Gobierno británico está haciendo todo lo posible por atraer más sitios de juego on-line, con la esperanza de obtener más ingresos vía impuestos.
Según el «Wall Street Journal», en un intento de persuadir a los corredores para que vuelvan a Inglaterra, el Gobierno del Reino Unido rebajó recientemente los impuestos del juego.
En Hong Kong, la creciente popularidad del juego vía Internet está reduciendo el trabajo de los corredores de apuestas, informaba el «New York Times» del 18 de marzo. Más de un millón de habitantes de Hong Kong apuestan habitualmente a las carreras de caballos y cada año depositan cerca de 11.000 millones de dólares en las cajas del Hong Kong Jockey Club.
Pero el aumento espectacular del juego en la red ha contribuido a erosionar las ganancias del Jockey Club en un 10% desde su máximo de 1997.
NetValue Ltd, una empresa de investigación, estima que el 41% de los usuarios de Internet de Hong Kong, es decir 442.590 personas, visitaron al menos un sitio de juego on-line el pasado mes de diciembre. En noviembre fue el 36%, y el 22% en octubre.
Estados Unidos es también un país atrapado por este entusiasmo por el juego vía Internet. Un informe publicado por el «Washington Post» el pasado 28 de enero, comentaba que la explosión de sitios dedicados al juego ha hecho las apuestas más accesibles que nunca. En consecuencia, mayor número de personas tiende a endeudarse a través del juego e incluso a desarrollar verdadera adicción.
Los jóvenes parecen ser especialmente vulnerables. Los adolescentes de hoy son la primera «generación on-line», tan a gusto en el ciberespacio como sus padres lo estaban ante el televisor. Desde que están en la Universidad, se ven asediados por las compañías de tarjetas de crédito, deseosas de firmar un contrato con ellos.
La Comisión Nacional de Estudio sobre el Impacto del Juego, implementada por el Congreso, estimaba que había 6,9 millones de jugadores potenciales en Internet en 1997, con ganancias de unos 300 millones de dólares. Un año después, el conjunto de usuarios potenciales había aumentado a 14,5 millones y los beneficios eran de 651 millones de dólares.
Y se trata potencialmente del peor tipo de juego: «desde el punto de vista psiquiátrico, es más o menos como beber solo, en comparación con beber en un bar», dijo Sheila Blume, presidenta de la comisión de una organización de Pacientes Adictos. «Aquí se trata de alguien sentado ante un ordenador, con la puerta cerrada, y la familia no tiene ni la más mínima idea de lo que está haciendo. Al menos, cuando vas a un bar, estás percibiendo reacciones».
El problema es que muchos estados están demasiado aficionados a los ingresos del juego como para prestar atención a las aflicciones causadas por la expansión del juego a través de Internet.
Keith Whyte, director ejecutivo del Consejo Nacional sobre los Problemas del Juego, indicaba que los estados ingresaron 25.000 millones de dólares en loterías sólo en 1999, y que en 2000, los beneficios del juego legal es probable que alcancen los 60.000 millones de dólares cuando sean contabilizados. «Creo que muchos estados son muy reacios a fijarse en los problemas del juego», dijo Whyte.
Según el «Sunday Times» (4 de febrero), se estima que, cada día, un millón de estadounidenses juegan en la red. Hace cinco años, había solamente media docena de sitios así; hoy puede que sumen más de mil, con anuncios inesperados que urgen: «Para ganar, haga clic aquí», o «Ser un ganador nunca fue tan divertido».
Muchos sitios están establecidos en puertos costeros como Belice, Antigua, Granada y Curaçao. Para consternación de los organismos de control, algunos están conectados con sitios infantiles, ofreciendo juegos gratis como una introducción a los sitios de juego tipo casino, que luego piden datos de la tarjeta de crédito.
Si esto ya parece suficientemente nocivo, aún viene más, según el «Business Week» del 14 de febrero. A través de Europa, la expansión de la televisión interactiva y los nuevos teléfonos móviles equipados con protocolo de aplicación inalámbrica (WAP), permitirá, a los que tienen tal inclinación, hacer apuestas en todo momento y lugar. Eventualmente, las tecnologías I-TV y WAP «serán interesantes plataformas» para apostar en todo el mundo, predice Mark Finnie, analista del juego en la rama británica del Deutsche Bank.
Y las compañías de juego ya hacen cola para intentar hacerse con su trozo de la cibertarta, que algunos estiman que aumentará de 1.000 millones de dólares en beneficios en todo el mundo, en 1999, a 12.000 millones de dólares en 2004. Aunque el «e-juego» supone sólo el 10% de los beneficios del juego global, excluyendo las loterías, aún es el sector de la industria de crecimiento más rápido, dijo Marc Falcone, un analista del juego en Bear Stearns.
«Business Week» informaba que Ericsson y el proveedor de aplicaciones de «e-commerce» Netalone están ofreciendo servicios de juego en
teléfonos móviles en Suecia, y prevén su expansión en China continental, donde las apuestas en las carreras de caballos es una de las pocas formas legales de juego. Pronostix, de Francia, ofrece apostar con los nuevos dispositivos Palm y los equipados de WAP. La empresa sueca ATG, asociada con Ericsson, ofrece apuestas en las carreras de caballos en todo el continente mediante teléfonos móviles con Internet.
El Catecismo de la Iglesia Católica, en su nº 2.413, indica que las apuestas en sí mismas son permisibles. Sin embargo, no es moralmente aceptable si el dinero empleado en el juego priva a alguien de lo preciso para sus necesidades básicas o de lo que otros pueden necesitar. Además dice: «la pasión por el juego corre el riesgo de convertirse en una esclavitud».
La rápida expansión de las apuestas en la red supone un problema potencial para muchas personas y familias. Solamente se puede esperar que el cebo de los ingresos de los impuestos del juego no ciegue a los gobernantes hasta el punto de que no vean la necesidad de regular este sector.