CIUDAD DEL VATICANO, 27 abril 2001 (ZENIT.org).- «la humanidad no puede embarcarse en el proceso de la globalización sin un código ético común», afirmó este viernes Juan Pablo II, de lo contrario, se convertirá en «una nueva versión del colonialismo».
El proceso de globalización de la economía, la política y la cultura, con todas sus enormes implicaciones sociales, está suscitando particular interés en el pontífice, quien en las últimas semanas ha intervenido varias veces sobre el argumento (Cf. Zenit, 9 de abril de 2000).
Hoy volvió a afrontar los interrogantes éticos que suscita al reunirse con 33 miembros de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales que celebran su asamblea plenaria en el Vaticano del 24 al 28 de abril. El tema de la ética de la globalización fue el argumento central del encuentro
En su discurso a los miembros y expertos de la Academia, el Papa constató que «desde el colapso del sistema colectivista en Europa Central y Oriental la humanidad ha entrado en una nueva fase en la que la economía de mercado parece haber conquistado virtualmente al mundo entero».
De hecho, agregó, la «primera característica de la globalización es el aumento de la supresión de barreras para el movimiento de las personas, capitales y bienes. Encierra una especie de triunfo del mercado y su lógica» y «mucha gente, especialmente los menos afortunados, la experimentan como algo a lo que se les obliga».
«A priori –siguió diciendo el Papa– la globalización no es ni buena ni mala. Será lo que la gente quiera que sea. Ningún sistema es en sí mismo un fin y, es necesario insistir en que la globalización, como cualquier otro sistema, debe estar al servicio del ser humano; al servicio de la solidaridad y del bien común».
El obispo de Roma expuso algunas de las preocupaciones que suscita la globalización, entre las que destacó «el uso de muchos descubrimientos en el campo biomédico» que «tiende a tomar desprevenidos a los legisladores».
«Nos enfrentamos así con un aumento prometeico del poder sobre la naturaleza humana, hasta el punto de que el código genético humano en sí mismo se mide en términos de costes y beneficios». Ahora bien, subrayó el Papa, «las nuevas prácticas deben respetar los valores humanos y el bien común».
Volviendo a la cuestión de la globalización y la ética, Juan Pablo II afirmó que «no todas las formas de ética son dignas de ese nombre. Observamos el surgir de modelos de pensamiento ético que son productos derivados de la misma globalización y que llevan la marca del utilitarismo. La ética no puede ser la justificación ni la legitimación de un sistema, sino al contrario la salvaguardia de todo cuanto hay de humano en un sistema. La ética exige que los sistemas se adecuen a las necesidades del ser humano y no que éste se sacrifique en aras del sistema».
«La Iglesia –insistió Juan Pablo II– sigue afirmando que el discernimiento ético en el contexto de la globalización debe basarse en dos principios inseparables.
En primer lugar, indicó «el valor inalienable del ser humano» que «debe ser siempre un fin y no un medio, un sujeto y no un objeto, no un bien comercial». En segundo lugar, propuso «el valor de las culturas humanas: La globalización no debe ser una nueva versión del colonialismo. Debe respetar la diversidad de culturas que son claves de interpretación de la vida».
«La humanidad no puede embarcarse en el proceso de la globalización sin un código ético común», concluyó el pontífice. «En toda la variedad de formas culturales, los valores humanos universales existen y deben ser potenciados como la fuerza que guía todo desarrollo y todo progreso». Por eso, La Iglesia espera que todos los «elementos de la sociedad cooperen para fomentar una globalización que esté al servicio de toda la persona y de todas las personas».