CIUDAD DEL VATICANO, 8 mayo 2001 (ZENIT.org).- La Santa Sede acaba de publicar una instrucción con la que ofrece una nueva formulación de los principios que deben guiar las traducciones litúrgicas, aprovechando la experiencia de más de treinta años del uso de lenguas vernáculas traída por el Concilio Vaticano II.

El documento, publicado por la Congregación vaticana para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos afronta algunas cuestiones tan importantes como los criterios para escoger el uso de una lengua con el objetivo de evitar divisiones entre los fieles, la utilización del lenguaje inclusivo (argumento de candente debate en los países de lengua inglesa), o la selección del vocabulario apropiado.

«Liturgiam authenticam», así se llama la Instrucción para la recta aplicación de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia del Concilio Vaticano II, consta de 40 páginas y lleva las firmas del el cardenal Jorge A. Medina Estévez y el arzobispo Pío Tamburrino, respectivamente prefecto y secretario del organismo vaticano.

Un comunicado de prensa distribuido este martes por la Congregación para el Culto Divino, tras reconocer que el «éxito que ha tenido la renovación litúrgica» hace notar, al mismo tiempo, «la necesidad de una continua vigilancia para garantizar la identidad y la unidad del Rito Romano, en todo el mundo».

El comunicado vaticano explica que la Instrucción «se sustituye a todas las normas anteriores».

Ofrecemos a continuación algunos de los criterios contenidos en «Liturgiam authenticam» tal y como quedan enunciados en el comunicado vaticano.

La lengua no debe ser instrumento de división
«Sólo las lenguas más comúnmente habladas deben ser empleadas en la liturgia, evitando la introducción de infinidad de lenguas en el uso litúrgico, con el peligro de constituir un agente de división, fragmentando al pueblo en pequeños grupos y creando conflictos».

«A la hora de elegir una lengua para el uso litúrgico hay que tener en cuenta aspectos como el número de sacerdotes, diáconos y colaboradores laicos que pueden utilizar una lengua determinada, así como la existencia de traductores especializados para cada lengua y los medios prácticos existentes, incluidos los recursos económicos, para la realización y la publicación de traducciones confiables de los textos litúrgicos».

Inculturación
«La Instrucción renueva las indicaciones de anteriores documentos pontificios, para que se tenga en la traducción de los textos litúrgicos, un criterio de fidelidad y exactitud en la traducción del texto latino a la lengua vernácula y no un puro ejercicio de la creatividad, teniendo en cuenta la debida consideración a la manera particular de expresarse que tiene cada lengua».

«Sin embargo, la Instrucción también menciona las necesidades especiales que pueden surgir cuando se hacen traducciones para territorios recientemente evangelizados y considera, asimismo, las condiciones bajo las cuales puedan llevarse a cabo adaptaciones significativas de los textos y de los ritos, remitiendo siempre a la Instrucción «Varietates legitimae» para la regulación de esos temas».

Vocabulario
«El vocabulario elegido para una traducción litúrgica debe ser de fácil comprensión para la gente sencilla y, al mismo tiempo, expresión de la dignidad y elegancia del original latino: debe ser un lenguaje apropiado para la alabanza y adoración, que manifieste reverencia y gratitud ante la gloria de Dios. El lenguaje de estos textos no es concebido, por lo tanto, como expresión, en primer lugar, de la disposición interior de los fieles, sino más bien, como palabra de Dios revelada y como medio del diálogo constante entre Dios y su pueblo, a lo largo de la historia».

«Las traducciones deben estar libres de toda exagerada dependencia de formas modernas de expresión y, en general, de un lenguaje psicologizante. Además, formas de hablar que podrían parecer menos actuales, pueden ser, en ocasiones, apropiadas para el vocabulario litúrgico.
Los textos litúrgicos no son completamente autónomos ni separables del contexto general de la vida cristiana. No existen en la liturgia textos que intenten promover actitudes discriminatorias u hostiles contra cristianos no católicos, la comunidad judía u otras religiones; o que nieguen de algún modo la igualdad universal de la dignidad humana. Cualquier interpretación incorrecta, debe ser clarificada, aunque no es ésta la finalidad primaria de las traducciones. Corresponde a la homilía y a la catequesis, la tarea de contribuir a la aclaración y explicación del sentido y del contenido de algunos textos».

Género
«Muchas lenguas poseen nombres y pronombres que hacen referencia, simultáneamente, al género masculino y femenino, con un solo término. El abandono de estos términos, como resultado de una tendencia ideológica que afecta a la cuestión filológica y semántica, no siempre es acertado o conveniente, ni constituye una parte esencial del desarrollo lingüístico. Los términos colectivos tradicionales deben ser conservados en aquellos casos en los que su abandono puede comprometer una clara noción del hombre como figura unitaria, inclusiva y corporativa, al mismo tiempo que personal; como es expresado, por ejemplo, en el hebreo "adam", el griego "anthropos" y el latín "homo". Del mismo modo, la expresión de una tal inclusividad no debe ser reemplazada por un cambio automático del número gramatical ni por la utilización de términos paralelos, masculino y femenino».

«El género tradicional gramatical de las Personas de la Trinidad debe ser mantenido. Expresiones tales como "Filius Hominis" (Hijo del Hombre) y "Patres" (Padres) deben ser traducidos con exactitud, ya sea en los textos bíblicos o en los litúrgicos. El pronombre femenino debe ser siempre conservado en referencia a la Iglesia. Los términos que expresan afinidad o parentesco y el género gramatical de los ángeles, demonios y deidades paganas, deben ser traducidos, y su género conservado, a la luz del uso en el texto original y el uso tradicional de cada lengua moderna».

Evitar tonos ideológicos
«Las traducciones no deben extender o restringir el significado del término original y los términos que recuerden motivos publicitarios o que tienen tonos políticos, ideológicos o semejantes, deben evitarse. Los manuales de estilística para composición vernácula, de corte académico y profano, no deben ser utilizados acríticamente, ya que la Iglesia posee temas muy específicos y un estilo de expresión apropiado para cada uno de ellos».

Obligación de los obispos y supervisión de la Congregación vaticana
«La preparación de las traducciones es una grave obligación, que incumbe, sobre todo, a los Obispos, aunque ellos, naturalmente, se valgan de la ayuda de los expertos. En todo trabajo de traducción, al menos algunos de los Obispos deben involucrarse directamente, no sólo revisando personalmente los textos definitivos, sino tomando parte activa en los varios estadios de su desarrollo».

«La Instrucción presenta con claridad el procedimiento (que en general es el que ha estado hasta ahora en uso) para la aprobación de los textos litúrgicos, por parte de los Obispos y de su posterior presentación para la revisión y confirmación, a la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos».