CIUDAD DEL VATICANO, 20 mayo 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II presentó en el mediodía de este domingo el objetivo del consistorio, que del 21 al 24 de mayo reunirá a los cardenales de la Iglesia católica: analizar «las perspectivas de la vida de la Iglesia y de su misión en el mundo».

Antes de rezar con miles de peregrinos la oración mariana del «Regina Caeli», el pontífice reveló al hablar desde la ventana de su biblioteca que da a la plaza de San Pedro del Vaticano que en la asamblea la «referencia fundamental» será la carta apostólica «Novo millennio ineunte», en la que se indican «las exigencias prioritarias para todo el Pueblo de Dios: contemplar el rostro de Cristo Señor, volver a comenzar para reemprender el camino de la santidad, ser testigos de su Amor».

Estas fueron las palabras pronunciadas por el Santo Padre.

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¡Queridos hermanos y hermanas!

1. En este domingo del Tiempo de Pascua, la Liturgia nos propone el pasaje de los Hechos de los Apóstoles, en el que se narra el así llamado «concilio de Jerusalén» (Hechos 15,11-29). Aquella primera asamblea de los apóstoles y de los ancianos fue convocada para resolver un problema crucial en aquel entonces. Frente algunos creyentes del grupo de los fariseos, convencidos de que los paganos convertidos al cristianismo tenían que circuncidarse y observar la ley de Moisés, Pablo y Bernabé, sostenían con fuerza que la salvación no viene por las obras de la ley, sino de la fe en Cristo. Gracias a las intervenciones inspiradas de Pedro y de Santiago, prevaleció el planteamiento de Pablo y Bernabé, y desde aquel día la Iglesia «remó mar adentro» para llevar el Evangelio a todos los pueblos y a todas las culturas. El empuje apostólico impreso por el Espíritu en los inicios no se ha agotado y continúa también hoy, mientras recorremos los primeros pasos del tercer milenio. El único deseo y deber de los creyentes sigue siendo el de anunciar a todo los hombres a Jesús, redentor del hombre y de todo hombre.

2. En este camino, se enmarca precisamente el consistorio extraordinario del Colegio cardenalicio, que comienza precisamente mañana. Se concluirá con la solemne celebración eucarística que presidiré el jueves por la mañana en la Basílica vaticana. Durante los próximos días consideraremos juntos las perspectivas de la vida de la Iglesia y de su misión en el mundo. Nuestro punto de referencia fundamental será la carta apostólica Novo millennio ineunte, en la que, a la luz de la experiencia jubilar, he indicado las exigencias prioritarias para todo el Pueblo de Dios: contemplar el rostro de Cristo Señor, volver a comenzar para reemprender el camino de la santidad, ser testigos de su Amor.

3. En todo momento, pero especialmente en los decisivos, la Iglesia se pone en escucha del Espíritu. Así sucedió en el Cenáculo de Jerusalén, así sucedió en el primer «concilio» que abrió las puertas a los paganos, así será también en este consistorio. Junto al sucesor de Pedro y a los cardenales, sus más cercanos colaboradores en la guía de la Iglesia universal, no debe faltar el apoyo de oración del Pueblo de Dios. Por este motivo, os invito, queridos hermanos y hermanas, a acompañarnos con vuestra oración, invocando en primer lugar la asistencia maternal de la Virgen Santísima, Madre de la Iglesia. Nos dirigimos ahora a ella con gran confianza, cantando juntos el «Regina Caeli».

Traducción realizada por Zenit.